Fig. 0. La niebla rasante asciende por el escarpe del acantilado hasta cubrirlo todo. Sin ella, el oasis dejaría de existir. Este es el secreto del oasis de niebla: el arribo constante de las masas de niebla desde el océano Pacífico para entregar allí su carga de humedad. (Foto H. Larrain, Septiembre 2003).
Recordando los inicios.
Rememoramos aquí una fecha significativa para los estudios de la niebla costera (o camanchaca) en el extremo norte de Chile (sur de Iquique). Era el día 1 de Mayo del año 2000. Nuestros estudios sobre la niebla se habían iniciado muy poco antes, en abril del año 1997 en la zona, gracias al apoyo irrestricto del biólogo marino Walter Sielfeld, que nos había indicado el derrotero. Los periódicos locales "La Estrella" y "El Nortino" de la ciudad de Iquique se hicieron inmediatamente eco de la inauguración de la primera Casa-Estación. Por primera vez, se iba a tomar en serio el estudio de la niebla en la Región de Tarapacá. Ya no eran simples visitas al lugar, esporádicas y sin visos de permanencia. Ahora sentábamos nuestros reales en Alto Patache, con el ánimo de continuar por largo tiempo nuestras investigaciones en este raro ecosistema de desierto. Ya nos rondaba la idea de crear un "Centro de Estudios del Desierto de Atacama" afincado en este oasis de niebla... A esta inauguración y su significado nos referiremos hoy, recurriendo a imágenes de periódicos de la época.
Hace casi 20 años (1997), comenzó esta gesta.
En las páginas que siguen, queremos recordar el hecho para la posteridad. De esto hace casi 17 años. Mostraremos imágenes de la época. La gente tiene hoy muy mala memoria y suele olvidar la sacrificada y a veces bastante desconocida obra realizada por los pioneros. Hasta los mismos científicos lo olvidan fácilmente, como veremos. La Pontificia Universidad Católica de Chile, instaló hace dos años, en enero del año 2015, gracias a la generosidad de su rector el Dr. Ignacio Sánchez un conjunto impresionante de 6 domos, que sirven tanto de alojamiento de los científicos visitantes, como de centro de estudio y trabajo. Se hizo en dicha ocasión un emocionado recuerdo de los iniciadores de esta gesta heroica (Pilar Cereceda y H. Larrain). Dos atrapanieblas surten de agua potable a uno de los domos destinado a los servicios higiénicos de calidad, tal como si estuviéramos en la ciudad. Ciertamente, hoy ya no es sacrificio alguno pernoctar en las alturas de Alto Patache. Es casi una diversión, un paseo. No era, sin embargo, así en el año 1997 o a comienzos del año 2000 cuando el viento huracanado remecía nuestras débiles carpas y el polvo se colaba furtivo hasta en nuestro alimentos y bebidas. En aquellos tres primeros años, las mediciones de nuestros prototipos de atrapanieblas las hacíamos a pulso, subiendo semana a semana, ascendiendo penosamente en nuestro vehículo la cuesta que por su peligrosidad bautizamos como "La Peluda", pues su arduo ascenso "nos ponía los pelos de punta".
Nuestras investigaciones sobre la niebla costera.
En capítulos anteriores de este blog, hemos hecho mención varias veces al trabajo de investigación realizado en este lugar (Consulte las etiquetas "camanchaca", Pilar Cereceda, "oasis de niebla", "Alto Patache", "Aluviones", etc.). En efecto, el sitio, situado a los 775 m sobre el nivel del mar, es un "oasis de niebla", es decir, un lugar donde se dan óptimas condiciones tanto geográficas como meteorológicas para la captación del agua atmosférica contenida en las nieblas que se adhieren con gran frecuencia a los cerro altos de la cordillera de la costa. Un lugar, que, por eso mismo, permite el desarrollo in situ de numerosas especies vegetales y animales nativas, en ciertos lugares privilegiados en lo alto del farallón costero del litoral desértico norte-chileno. El milagro del agua en el desierto se produce aquí a la vista de todos, a escasos 2-3 km del litoral carente de agua. Esto ocurre solamente en 6-7 lugares específicos de la costa norte, no en cualquier parte del litoral.
El apoyo recibido de la empresa Sal de Lobos en el puerto de Patillos.
La inauguración de la Casa-Estación que recordamos en este artículo fue una generosa donación de la empresa minera Sal de Lobos, situada en la costa próxima, en el puerto de Patillos. Nunca cesaremos de agradecer todos los favores que dicha empresa nos otorgó a través de su gerencia durante los tres primeros años de nuestra actividad en la zona. La Empresa financió durante un tiempo el combustible de nuestro Chevrolet Blazer y nos montó generosamente la pequeña Casa-Estación de madera -nuestro refugio científico- que hoy recordamos con nostalgia, tras el aluvión de agosto del año 2015 que casi la destruyó.
Nuestra flamante Casa-Estación (Año 2000).
A continuación mostramos algunas imágenes nuestras tomadas en el año 2003, que nos ilustran el paisaje observable en los primeros años. Por entonces, solo usábamos la carpa instalada junto a la casita de madera. Aún no disponíamos de luz eléctrica y menos de agua potable conectada a los aparatos captadores. Eran los tiempos pioneros de la carpa, la mochila y el bastón de caminata.
Fig. 1. Nuestra flamante Casa-Estación montada por la Cía. Minera Sal de Lobos, en Mayo del año 2.000. Asentada sobre pilotes en el fondo de una aparentemente "suave" y gentil cárcava antigua, el lugar nos defendía bien de los vientos predominantes del S y del SW. Mucho después (Agosto del año 2015), comprenderíamos que tal localización había sido un grave yerro, producto de la ignorancia de los efectos de lluvias locales ocasionales causantes de aluviones descomunales. (Foto H. Larrain, abril 2003).
Fig. 2. Nuestra Estación de Campo fue bautizada, de común acuerdo entre los investigadores, aquel 1 de Mayo del año 2000, con el nombre del gran pionero chileno de los estudios de niebla en el Norte de Chile, el físico Carlos Espinosa Arancibia. El letrero alusivo lo recuerda a partir del año 2000. Los artículos de prensa de "La Estrella" y de "El Nortino" de Iquique, que aquí presentamos, son un testimonio irrecusable del hecho. Extrañamente, hoy este nombre ha sido borrado sin explicación alguna. ¿Por qué?. Esperamos alguna explicación de parte de los actuales directivos del Proyecto (Foto H. Larrain, Abril 2003).
Fig. 3. Al medio, el geógrafo Pablo Osses McIntyre acompañado de dos estudiantes de la carrera de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Atrás, lavando la loza del día, la hacendosa profesora Pilar Cereceda Troncoso, cerebro y sostén de los Proyectos Fondecyt que dieron vida a estos estudios por espacio de varios años consecutivos. (Foto H. Larraín, Abril 2003).
Fig. 4. Instalando el nuevo atrapanieblas de unos 40 m2 de malla raschel, al borde mismo del acantilado costero. La riesgosa y nada sencilla operación de montaje del aparato, de 6 metros de altura sobre el suelo, requería de mucha pericia y del apoyo de la menos tres personas para poder tensar la malla. Se aprovecha el horario temprano, antes de que salgan los vientos que hacen imposible el trabajo. (Foto H. Larrain, Abril 2003).
Fig. 5. El equipo de montaje del instrumento atrapanieblas. A la izquierda, sentado, Pablo Osses; a la derecha, cuatro estudiantes. A la extrema derecha Raúl Queupul; le sigue hacia la izquierda Luis Pérez Reyes, estudiante entonces de arqueología en la Universidad Bolivariana de Iquique (Foto H. Larrain Abril 2003).
Fig. 6. Arriesgadas maniobras para el montaje de la malla raschel entre los dos postes metálicos, separados por diez metros el uo del otro. (Foto H. larrain Abril 2003).Fig. 7. La toma de esta imagen es de W a E. So puede observar el trazado de algunos antiguos senderos de guanaco que atraviesan diagonalmente el flanco de la montaña.
Fig. 8. Instalando con nuestros alumnos neblinómetros en el acantilado, cada 50 m de altitud, desde los 350 m. s.n.m. hasta los 750 m. s.n.m. (borde superior del acantilado). Así se pudo medir, semana a semana, por espacio de un año exacto, una secuencia de 9 instrumentos idénticos, todos ellos de 1 m2 de malla raschel. El monto total de captación de agua de la niebla ascendía en forma significativa desde los 350 m hasta los 750 m. Más abajo, la captación resultó ser insignificante. (Foto H. Larrain, Septiembre 2003).
Fig. 9. En la ardua y lenta tarea del montaje de la malla entre los postes metálicos. (Foto H. Larrain Abril de 2003).
Como curioso contrapunto a lo vivido y actuado entre los años 2000 y 2003, presentamos aquí algunas imágenes nuestras recientes del conjunto de domos del actual Centro de Estudios en el mismo oasis de Alto Patache el el año 2016. La humilde casita de madera, sobre pilotes del mismo material, ha sido hoy suplantada por esta visión casi fantasmagórica que nos traslada súbitamente a otra dimensión, casi diríamos a otro "planeta": la modernidad.
Le experiencia vivida en este oasis con ocasión de las intensa lluvias de Agosto del año 2015, con la formación in situ de temibles cárcavas de erosión y el arrastre de enorme cantidad de materiales de aluvión, permitió elegir un nuevo sitio, mucho más seguro, para la Estación de Campo, a prueba de lluvias y aguaceros.
La Nueva instalación a partir de Enero 2016.
Fig. 11. Al medio, Ignacio Sánchez, Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile entre Pilar Cereceda (izquierda) y Horacio Larrain (derecha). (Foto C, Riffo, Enero 2016).
Fig. 12. De izquierda a derecha: Horacio Larrain, Pilar Cereceda, Federico Arenas (Director del Instituto de Geografía U.C.), Pablo Osses (geógrafo, Coordinador de la Estación de Campo), Nicolás Zanetta, geógrafo y Patricio Bernedo, Decano de Historia, Geografía y Arquitectura de la U.C.). (Foto C. Riffo, Enero 2016).
Fig. 13. Vista de los domos y dormitorios del conjunto habitacional. El domo de mayor tamaño funge de sala de reuniones y, a la vez, de comedor del recinto. (Foto H.Larrain, Enero 2016)
Fig. 14. A la izquierda, el sacerdote español Argimiro Aláez García, de la Orden de los Padres Oblatos de María Inmaculada, quien bendijo las nuevas instalaciones. (Foto C. Riffo, Enero 2016).
Fig. 15. Batería de paneles solares que suministra la energía eléctrica al conjunto de domos. (Foto H. Larrain, Enero 2016).
Los periódicos locales del año 2000 nos recuerdan el hecho (hoy ya olvidado en las brumas del pasado).
Fig. 16. Titulares del diario "El Nortino" de la ciudad de Iquique del 1 de Mayo del año 2000. Horacio Larrain, antropólogo, encargado de la nueva Estación, pronuncia aquí unas palabras de acogida a los visitantes.
Fig. 17.
Fig. 18. Carlos Espinosa Arancibia, físico de la Universidad Católica del Norte (Antofagasta), pionero de los estudios de la camanchaca en el norte de Chile, fue el invitado de honor a esta ceremonia junto con su esposa Cristina Gajardo. A partir del año 1957 y ayudado de los físicos Muñoz y Zuleta y del sacerdote jesuita Germán Sáa, entre otros, experimentó con diversos diseños de captadores y patentó el neblinómetro que denominó pomposamente "estructura macrodiamante". Aquí aparece, blanco ya de canas, (nació en Taltal en Enero del año 1924) en su visita a nuestro oasis de niebla como invitado especial a la inauguración de la "Casa-Estación".
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Fig. 19. Pilar Cereceda, geógrafa de la Universidad Católica y directora de este Centro de Estudios de la Niebla, escancia y ofrece a los asistentes del agua pura obtenida de las neblinas para conmemorar el inédito Acto.
Fig. 20. Página del Diario "El Nortino" de Iquique.
Asistentes al Acto.
La página destinada a la "Vida Social", fue aprovechada por el diario "La Estrella" de Iquique, para captar y destacar escenas y personajes asistentes. Además de la presencia especial de don Carlos Espinosa y su señora, en calidad de invitados especiales, contamos con la presencia de biólogos de la Universidad local Arturo Prat, en especial Walter Sielfeld, uno de los grandes apoyos con que contó siempre nuestra investigación de campo. También estaban presentes el Gerente y Sub-gerente de la Minera Sal de Lobos, nuestros patrocinadores. Sirva esta ocasión parra destacar el constante apoyo recibido de ellos.
Fig. 21. Página completa de la sección "Vida Social" del diario "La Estrella" de Iquique, dedicada a este evento en el oasis de Alto Patache.
Fig. 22. El físico Carlos Espinosa, invitado especial a esta ceremonia, dialoga animadamente con el arquitecto Pedro Lázaro y su esposa Laura Hübner.
Fig. 23. Las estudiantes de geografía María Rosa Cárdenas y Ximena Boroevic, hoy prestigiosas profesionales del área de la Geografía. Ambas hicieron sus Tesis de Grado en temáticas atingentes a esta área del desierto costero.
Fig. 24. El Dr. Horacio Larrain, por muchos años encargado y responsable del predio de Alto Patache, en amena charla con un directivo de la Minera Sal de Lobos, donante de la Casa-Estación y gran apoyo de nuestras investigaciones in situ.
Fig. 25. Cristina Gajardo, esposa de don Carlos Espinosa y Pilar Cereceda, Directora entonces del Programa de investigaciones en el oasis de Alto Patache.
Fig. 26. A la izquierda, el biólogo marino Walter Sielfeld, al medio: la botánica Raquel Pinto y a la derecha, Cristian Carrasco. A Walter debemos la información sobre la existencia de este oasis de niebla. Aunque lejos hoy día de nuestra Región, él siempre estará en nuestro cariñoso recuerdo.
Fig. 27. A la izquierda, Kelly Sarabia. Al medio Marta Peña de Larrain y a la derecha, Marta Araya. Las dos Martas siempre nos prestaron una generosa ayuda en terreno. Marta Araya, ya fallecida, nos hace hoy mucha falta por su eterna jovialidad y sonrisa franca, dádivas que aliviaban cualquier molestia o contratiempo en el trabajo de campo.
1. La intensa lluvia de agosto del año 2015 fue una lección para nosotros. Aprendimos allí dónde y cómo construir a prueba de aluviones. Las suaves y dóciles cárcavas que vimos al llegar en 1997, se convirtieron súbitamente, en apenas siete horas, en potentes arroyos de incontenible energía destructiva. Moraleja: hay que aprender a leer e interpretar el sentido y origen de los rasgos geomorfológicos locales formados lo largo de los milenios y respetar su presencia no invadiendo su área de influencia.
2. La Casa-Estación de madera sobre pilotes, resistió bastante bien el embate del aluvión. Tras 17 años de existencia, se yergue aún altiva y orgullosa. La madera está casi intacta, al igual que su techumbre. a pesar de no haber experimentado reparación alguna. Creemos que en honor a su historia, debería ser conservada y reacondicionada, para servir de morada al futuro cuidador del predio. Destruirla o desarmarla -como circula el rumor- , sería equivalente a olvidar un trozo de historia, heroica y aleccionadora para las generaciones jóvenes.
3. La durabilidad y resistencia del material plástico que recubre los domos, está por demostrarse. Ya se ha registrado, a un año de su instalación, problemas en los cierres metálicos causados por el fino polvo arrastrado por el viento que se infiltra e impide un correcto desplazamiento del cierre tipo éclaire.
4. El hecho de que se haya elegido para erigir la nueva Estación una zona desprotegida frente a los vientos dominantes, puede causar algunos problemas en el largo plazo. Hay que observar cuidadosamente lo que ocurre con el correr del tiempo.
5-Sugerimos a los actuales administradores del oasis que se utilice como plantas ornamentales, alrededor de la nueva Estación, las propias especies nativas del oasis, evitando a toda costa el uso de especies foráneas como Agave sp. , Aloe vera o similares. Aconsejamos, en cambio, por su belleza y su carácter de plantas perennes, las especies autóctonas Nolana intonsa, Nolana sedifolia y Frankenia chilensis, las que florecen de blanco y celeste durante muchos meses, en forma ininterrumpida.
6. En nuestra opinión, basada en la experiencia de casi dos decenios, urge hacer ensayos de adaptación al lugar, apoyadas con riego tecnificado, de las cactáceas y otras especies hoy muy escasas en el lugar y que otrora existieron en mayo número allí como Eulychnia iquiquensis, Stipa ichu, Eryosice caligophila y otras más a fin de recrear o restablecer, con apoyo de tecnología moderna de riego, el ambiente vegetal de hace algunos siglos atrás en el lugar, cuando aún llegaban manadas de guanacos a pacer aquí.
7. Exhibir el fuerte contraste entre un sector florido, con especies endémicas, y otro, vecino, carente de ellas, sería un espectáculo inolvidable para turistas y científicos visitantes. Sería recrear en medio de la arena un "desierto florido", a pocos kilómetros al sur de Iquique.