Presentamos aquí a los estudiosos de la cultura atacameña un trabajo
descriptivo nuestro sobre dos pukaras atacameños, estudio casi del todo desconocido en el mundo
científico chileno, y que fuera editado por nosotros en Iquique, en el año 1972.
Hemos pensado que este pequeño trabajo no debe quedar o pasar desapercibido. Por eso lo reeditamos aquí en nuestro Blog en beneficio de nuestros lectores, en especial, como un pequeño obsequio a mis ex-alumnos atacameños de la Escuela de Pedagogía Intercultural Bilingue de la Universidad Arturo Prat de Iquique (1993-1996).
Nota
introductoria: todas las imágenes aquí presentadas nos han sido
facilitadas, a pedido nuestro, por don Osvaldo Rojas Mondaca, director del Museo
de Calama. La fotógrafa es la Srta. Jennyfer Rojas, de la misma
ciudad. Agradecemos vivamente a ambos este valioso aporte iconográfico que enriquece el trabajo.
En primer lugar, mostraremos algunas imágenes actuales del pukará de Lasana, para luego reeditar y comentar el artículo. En un capítulo posterior de este blog, nos referiremos a los comentarios que en su momento (1972) nos enviaron tres investigadores de la época: el geógrafo e historiador don Carlos Keller, don Alfredo Hoppe investigador en estética y el sacerdote arqueólogo, Gustavo le Paige S.J.
El pukará de Lasana hoy día.
En primer lugar, mostraremos algunas imágenes actuales del pukará de Lasana, para luego reeditar y comentar el artículo. En un capítulo posterior de este blog, nos referiremos a los comentarios que en su momento (1972) nos enviaron tres investigadores de la época: el geógrafo e historiador don Carlos Keller, don Alfredo Hoppe investigador en estética y el sacerdote arqueólogo, Gustavo le Paige S.J.
El pukará de Lasana hoy día.
Fig.1. El pukará presenta lo que queda de sus muros en su sección que mira al Este.
Fig. 2. El pukará estaba rodeado de murallas protectoras, asentadas sobre la roca original para facilitar su defensa.
Fig. 3. La gran destrucción observable aquí, que contrasta con las primeras descripciones de este sitio, se debe a la búsqueda incansable de "tesoros" por parte de huaqueros, y no pocas veces con finalidades museológicas (obtención de momias para los museos europeos). El pukará se alza a la izquierda del cauce actual del río sobre un peñón rocoso que cae en forma abrupta al lecho del río. Arriba, a la derecha, árboles de pimiento (Schinus molle).
Fig. 4. Pasillos interiores estrechos conducen a los distintos recintos.
Fig. 6. Algunas habitaciones conservan todavía su alto original,. En general, todas ellas eran muy bajas, con su techumbre confeccionada de palos de algarrobo y ramas.
|
Fig. 7. Toda la albañilería observable aquí consiste en piedra natural, seleccionada a propósito. No hay, por lo general, trabajo especial de canteado.
Fig. 8. Otra vista de un ángulo de mismo pukará. La argamasa aquí utilizada para fijar las piedras elegidas fue simplemente barro, tal como lo atestiguan los primeros relatos aquí estudiados.
Fig. 9. Aspecto que ofrece la fortaleza desde el poniente. Al pie del pukará se distinguen aún las melgas de terrenos de cultivo antiguas.Fig. 10. La destrucción interior, en busca de posible "tesoros" escondidos, ha sido tan grande, que el restaurador optó por acumular la piedra esparcida en el suelo en sectores específicos, formando montones (cúmulos) aquí visibles.
Mostramos, a continuación, algunas páginas del trabajo original de 1972.
Fig. 13. Primera página original del artículo. Se lee hoy con dificultad su texto, bastante borrado por el paso del tiempo.
Antecedentes de este
trabajo.
En julio del año
1972, esto es hace ya casi 44 años, publicamos este breve trabajo
de corte etnohistórico, examinando y dando cuenta de referencias
tempranas de viajeros a las fortalezas o pukaras atacameños, en la cuenca del río Loa,
Norte de Chile. En este trabajo, se analizan con lupa las descripciones
hechas por los viajeros más tempranos de que se tenga noticia, mucho
antes del estudio realizado por arqueólogos de formación universitaria
como Ricardo Latcham (1938) o Grete Mostny (1948). Se trata
aquí de las descripciones de viajeros, que por diversas circunstancias o
por motivos de trabajo, visitaron el sitio y lo describieron. Vincent Bauver
(1707), Aquinas Ried (1851), Samuel Valdés (1886), H. W. Nichols (1929). Estas
descripciones fueron publicadas por nosotros y analizadas desde un ángulo
ecológico-cultural en una pequeña e inconspicua revista, impresa pobremente a
mimeógrafo, por el naciente Instituto
de Investigaciones Históricas y Antropológicas de la Universidad del Norte,
en su sede de la ciudad de Iquique (Año I. Nº 1, 5 de julio 1972).
Reedición comentada
del trabajo de 1972.
Como este trabajo
nuestro del año 1972 ha quedado ignorado en el ámbito arqueológico
y etnohistórico nacional -dada, tal vez, la insignificancia y escasez de
la citada publicación universitaria hecha a mimeógrafo-, nos hemos visto en la necesidad de
reeditarlo aquí, darlo a conocer, comentarlo y presentar algunas opiniones que
en su tiempo recibió de connotados investigadores. De otro modo, su existencia
quedaría en una total penumbra. El trabajo incluye en apéndices ad hoc, el texto de las
descripciones hechas por Bauver y Ried, en su idioma original de publicación
(respectivamente, francés e inglés).
No se reproduce el
texto íntegro del trabajo original en su formato original por ser éste muy poco
nítido y estar escrito, además, en letras mayúsculas, lo que dificulta no poco
su lectura, pero se incluirá, como prueba, la fotocopia de algunas
de sus páginas. En el original, las notas van al pie de cada página; en esta
transcripción auténtica, las notas van, numeradas, al final de trabajo para no
entorpecer su lectura.
Texto del estudio.
Título: "Noticias
etnohistóricas acerca de las ruinas atacameñas de Chiuchíu y Lasana, Provincia
de Antofagasta".
"1. Objetivo
del trabajo.
La meta de este
estudio es dar a conocer y comentar desde el ángulo antropológico, varias
referencias históricas antiguas, referentes a las construcciones prehispánicas
situadas en Chíuchiu (ca. 22º 20´S y 68º 40´W) y Lasana (22º 17´S y 68º 39´W),
localidades ambas sitas en las márgenes del río Loa, Provincia de Antofagasta.
Algunas de ellas han sido citadas en la literatura arqueológica chilena; raras
veces, sin embargo, han sido reproducidas in extenso. Las citas, por lo demás,
no suelen ser transcripciones directas del original, sino tienen un carácter
indirecto, es decir, son citas de citas. Tras diligente análisis de los
originales, nos hemos percatado en ocasiones de ciertos errores de traducción y
de la existencia de omisiones o aún adiciones al texto. Este hecho
involucra una ligera modificación en el alcance antropológico de las
referencias, acrecentándose, con la nueva traducción, el valor histórico de los
documentos que se citan.
Los documentos
relativos a las ruinas indígenas de Chiuchíu y Lasana se basan en
descripciones de testigos presenciales, y abarcan desde el año 1707 hasta
el año 1886. los expondremos y comentaremos siguiendo un estricto
orden cronológico, presentando al fin algunas conclusiones que brotan del análisis
de los mismos.
2. Texto de las
referencias acerca de Chiuchíu y examen de las mismas. [Las notas originales
del trabajo van en tono diferente].
En 1942, Régine Pernaud, bibliófila encargada
del examen de la biblioteca del Sr. Jean Lebaudy, descubrió una relación inédita
de un viaje realizado por el comerciante francés Vincent Bauver (o
Berbau) a las costas de Chile y Perú, en los años 1706-1707 y la dio a luz. Ha
sido traducida al español y presentada por el historiador don Eugenio Pereira
Salas en el Boletín de la Academia de la Historia (Nota 1). Al cotejar minuciosamente el
original francés con su traducción, pudimos observar cierta libertad de
traducción y la omisión -no señalada en el texto- de 19 líneas del
original en la sección descriptiva referente a Chiuchíu. Presentaremos la
traducción literal del texto francés y pondremos en el apéndice I el texto en
su idioma original. de esta suerte, el lector podrá juzgar por sí mismo.
Nuestro objetivo no es llevar a cabo crítica histórica sino mostrar el valor
antropológico de los textos.
Las referencias etnológico-históricas del comerciante francés, hechas en una época muy temprana, cuando las colonias españolas acababan de abrirse al comercio de los navíos franceses, bajo Felipe V, representan, a lo que sabemos, la primera descripción detallada del pukará o fortaleza indígena de Chiuchíu, cuando se encontraba en excelente estado de conservación. Aquí reside su extraordinario valor. El material aprovechable para el antropólogo es riquísimo, y no se restringe al ámbito estrictamente arqueológico, como veremos.
He aquí el texto (Nota 2):
Yo me dirigí aquel día a una aldea denominada
Calama, habitada por 10 a 12 indios; el lugar es agradable, por el pasan varios
arroyos bordeados por árboles, pero la tierra no está cultivada; almorcé con
mis provisiones, pues los indios no me podían suministrar gran cosa; de
allí partí avanzando ocho leguas más allá, llegando a un gran poblado indígena
llamado Chiuchíu, lugar cabecera de la parroquia que tiene 60 leguas de longitud....
Yo me paseé por espacio de tres días por este
poblado y sus alrededores; pasa por él un arroyo que viene de las
montañas [el río Loa] en el cual no hay peces, por cuanto
se congela todas las noches". [a
continuación, viene el párrafo de 19 líneas, omitido en la citada
traducción [de Eugenio Pereira Salas] y que introduce ciertas disquisiciones
sobre el frío en las cordilleras de América.
El texto continúa así:
El torrente de Chiuchíu está cubierto de patos y de otras aves a las que no se da caza y que suelen posarse sobre el hielo por las mañanas; remontando un cuarto de legua se conserva a sus orillas una antigua población de indios, que puede tener medias legua de circuito. Las casas están enteras, son muy bajas y mal distribuidas y forman calles [sinuosas] provistas de esquinas y recovecos, de 4 a 6 pies de anchura. Fue necesaria la presencia de una gran población en este poblado, que se encuentra ceñido por murallas dobles, construidas de tierra con troneras próximas las unas a las otras [aptas] para arrojar flechas, ya que estas murallas no podían servir de defensa sino contra tal tipo de armas, las únicas conocidas por los antiguos indios. Lo que sorprendió más que todo el resto, fue que los muros de este poblado están [construidos] de manera tal que no hay lugar alguno que no pueda ser dominado por otro. Aun cuando no hemos aprendido de los indios esta manera de fortificar, es un hecho que ellos la poseían antes que nosotros. Alrededor de estas murallas dobles, existen pequeños fosos, no sé si sería para tornar más difícil el acceso a las mismas, o para hacer derivar agua del río, que va cayendo en cascadas y que, [a la distancia de] 20 toesas más arriba, tiene un nivel más elevado que el poblado, a fin de regar sus tierras que no producen sino maíz, su única alimentación" (Pernaud, 1942: 33-34; las palabras o frases agregadas entre corchetes, son nuestras).
Nichols describe a su paso por el lugar en el invierno de 1926, en su calidad de miembro de la Sección Geológica de la "Captain Marshall Field Brazilian Expedition" estas ruinas (1929:133), a las que fuera conducido por el ingeniero de minas Hermann Eggers. Su descripción, aunque sucinta, corrobora con precisión muchos de los datos aportados por Bauver en 1707, más de dos siglos antes. He aquí su observaciones:
"Pucara es otra aldea abandonada, que se encuentra casi adyacente a Chiuchíu. Se asienta en la pampa plana sel desierto de Atacama, en un lugar donde la conformación de la región permite algún regadío mediante las aguas del río Loa, y hay campos regados en sus cercanías. Es mucho más extensa que Lasana y, al igual que esta última, se supone habría sido abandonada al tiempo de la conquista. Algunos de los mejores edificios han sido techados nuevamente y están en la actualidad habitados por agricultores quechuas (Nota 3).
Se encuentra en un
estado más ruinoso que Lasana. en muchos de los muros, solo se encuentran en su
lugar los últimos dos o tres pies de la [obra de ] albañilería. no posee la
capacidad defensiva de Lasana por cuanto se alzaba en la pampa abierta y sus
sistemas defensivos no eran tan elaborados. Sus defensas consistían en dos
murallas, provistas de troneras, cada una dotada de un foso profundo".
(Nichols, 1929: 133; (Nota
4).
Si comparamos ambas descripciones, la de Bauver en 1707 y la de Nicholls en 1929, podemos observar lo siguiente:
A. Se trata, con toda certeza, del mismo sitio arqueológico, si bien Bauver es más preciso para señalar su localización exacta (media legua, esto es poco más de un kilómetro al N del poblado habitado). (Nota 5).
B. Bauver es, igualmente, más detallado y preciso que el geólogo Nichols, al indicar su superficie: "media legua de circuito"; ofrece, igualmente, más información sobre el sistema defensivo del poblado.
C. El comerciante francés es más explícito respecto a los materiales constructivos empleados ("baties de terre") (Nota 6).
D. Con el
interés de un geógrafo, o de un arqueólogo, Bauver se pregunta sobre la
utilización exacta de los fosos a lo largo de los muros; duda si serían para
robustecer los sistemas defensivos, o, simplemente, para su
aprovechamiento como canales, ene el regadío agrícola. Observa la diferencia
de nivel del río, aguas arriba, respecto del sitio del poblado notando
que era perfectamente posible conducir, por simple derivación, agua en canales
hasta su emplazamiento.
E. En descargo de Nichols, habría que señalar primeramente que la visita de este último fue muy rápida, mientras que Bouver permaneció tres días en la aldea, esperando la visita del Gobernador que venía a su encuentro desde San Pedro de Atacama. Por otra parte, Bauver encuentra el poblado casi intacto ("les maisons en sont entières"), y, en consecuencia, era más fácil observar los detalles.
F. Bauver demuestra notable ojo clínico para captar aspectos de las costumbres de los nativos. Así, descubre la importancia vital del maíz en su alimentación y se extiende en la explicación del modo de preparación de las "palomitas" de maíz y su harina, que tan frecuentemente se encuentran en las tumbas del área del Loa.
G. Muestra, además, el viajero, francés dotes eximias de observación del medio ambiente y, sin darse cuenta, nos brinda interesantes elementos de juicio. Así sabemos, por ejemplo, que los arroyos que el río loa formaba a la altura de Calama están flanqueados por árboles (Nota 7) y que abundaban los patos y otras aves en sus aguas, en los aledaños de Chiuchíu. Curiosamente advierte que no se les cazaba por entonces. (Nota 8).
"Tanto la descripción de Nicholls (1929) como la de Latcham (1936a, 1936b y 1938: 87-89) y la posterior de Mostny (1948), señalan el avanzado grado de destrucción del poblado. A pesar de ello, la descripción de Latcham (1938) ofrece un sinnúmero de detalles, propios de su notable genio arqueológico. En todo caso, es evidente que entre 1707 y 1929, es decir en un lapso de 222 años, se consumó la obra de destrucción del pukará de Chiuchíu, seguramente por obra de los buscadores de tesoros.
"Poseemos, sin embargo, un breve testimonio que nos sirve en alguna medida para salvar esa distancia cronológica e intercalar un nuevo hito en el análisis de estas ruinas. En efecto, es un ingeniero de minas, Samuel Valdés, el que, al visitar la región a poco de asentarse el dominio chileno de esa zona tras la guerra del Pacífico, nos ofrece algunas observaciones sobre los "pueblos jentiles" del área de Chiuchíu. No nos cabe la menor duda de que se trata de una porción del antiguo poblado,ya descrito por Bauver en 1707. He aquí el texto:
"Pero lo que llama mui especialmente la atención de los viajeros, son los restos, que existen en aquellos lugares, de antiguas poblaciones indíjenas, a las cuales se da da hoi el nombre de "pueblos jentiles". Dos fueron los que tuvimos ocasión de visitar. El primero, de pequeñas dimensiones, se haya situado sobre una colina, en medio de la pampa, a 540 m al norte de la plaza de Chiuchíu...". (la descripción sigue, refiriéndose al pukará de Lasana, que presentaremos más arriba). (Valdés, 1886: 284-185).
A primera vista, parecería que se tratara aquí de un sitio diferente del descrito por Bauver, Nichols y Latcham. Sin embargo, no nos parece así. creemos que la porción descrita por Valdés, es solo eso, eas decir, una pequeñísima parte del antiguo poblado, y correspondería, nos parece, al recinto fortificado que describe Latcham, situado al S. de esta población prehispánica y muy notoria por su sistema defensivo. Reproducimos el texto de Latcham:
Al extremo Sur de esta población existía un recinto fortificado al cual se debe el nombre de pucará [Latcham se refiere, pues, al sector S. del gran poblado antiguo]. Algunos de los muros de dicha construcción están todavía en pie. Tiene un largo de más de veinte metros, y parece haber tenido unas división al centro. Su anchura es más o menos ocho m. Los muros en pie tienen una altura de más de tres metros en la parte menos ruinosa, y un espesor de 40 cm. Están perforados de trecho en trecho por troneras, como pequeñas ventanillas de unos 25 cm en cuadro. Tales troneras están situadas a la altura del pecho del hombre, e indudablemente servían para disparar flechas desde el interior. los restos de numerosas acequias en la vecindad demuestra que la llanura as los contornos del pucará fue regada y cultivada, aunque hoy está completamente seca y sin cultivo". (Latcham, 1938: 88-89).
Conforta observar la
notable similitud entre la descripción del regadío en los aledaños, del pukará
hecha por Bauver y -tanto tiempo después-, por Latcham. El argumento
fundamental que nos induce a identificar como uno solo ambos sitios, es
la posición y la distancia respecto al pueblo de Chiuchíu. Según Valdés, el
"pueblo gentil" está a 540 m. al Norte de la plaza del pueblo
actual. Según Latcham, el poblado (en su conjunto) está a medio kilómetro al N
de Chiuchíu y en una llanura situada al oriente del Loa. Es casi del todo
seguro que Valdés vio solo un sector, el mejor conservado, del conjunto. Tal
vez lo que el denomina "colina", no sea otra cosa más que el montón
de ruinas del antiguo gran poblado. Como quiera que sea, nos parece esto una
indicación de que por las fechas de la visita de Valdés, "el gran
poblado" no era prácticamente perceptible para el ojo no educado
arqueológicamente, y solo se veían con claridad las ruinas del recinto S. del
mismo, por su mejor estado de conservación.
3. Referencias al pukará de Lasana y examen de las mismas.
Con mucha frecuencia ha sido citado en la literatura arqueológica chilena un documento de mediados del siglo pasado, escrito por un viajero, médico escocés, y publicado en Londres en 1951. La referencia común procede de la cita que [de] él hace William Bollaert, famoso ingeniero británico de notables dotes de observación etnográfica, que recorrió la provincia de Tarapacá a partir del 1825 (Bollaert, 1860:173). Tuve la fortuna de obtener una copia del mismo, publicada por el Chambers´s Edinburgh Journal, el 8 de marzo de 1851, y reproducido nuevamente en una revista editada en Boston, el mismo año (Nota 9).
No conocemos el nombre de pila de este médico escocés. Se le señala tan solo como el Dr. Ried (Nota 10). Sabemos que por entonces el Dr. Ried era inspector general de los hospitales militares de Bolivia y que escribe a un amigo de Ratisbona, donde se había educado, al enviarle para el museo de la Sociedad Zoológica de dicha ciudad, una pequeña colección de momias extraídas del cementerio de Chiuchíu. (Ried, 1851a: 159). El texto, en lo que concierne a Lasana, es el siguiente:
"Al extremo noreste de la costa (sic!) arribé a Lasana, una fortaleza de los antiguos peruanos. Se halla construida sobre una lengua de tierra entre dos brazos de un pequeño río, y parece haber sido el último lugar de refugio a donde se replegaron los peruanos al ser perseguidos por todas partes por los es`pañoles. El estilo de edificación es exactamente similar al de las antiguas fortalezas medievales alemanas: siendo los muros de una albañilería rústica [coarse], con infinitas habitaciones pequeñas, orificios y sitios de escondite. Ningún cuarto mide más de ocho pies cuadrados; muchos, apenas cinco. las puertas tienen una altura de dos pies; las ventanas son pocas no más anchas que un puño. Toda la ciudad (en ella pudo haber vivido una cantidad de cien a ciento cincuenta familias), está construida como una casa en la cual la gran mayoría [de los pobladores] tenía que atravesar de diez a quince habitaciones para lograr llegar al propio cuarto. Todo esto, junto con lo agreste del lugar y las altas terrazas del río que encierran este castillo de los Incas en forma tal, que desde el nivel del desierto uno no se percata de su existencia. [Todo esto, repito] conforma un espectáculo notable. un negro anciano que ha vivido allí abajo desde hace cuarenta años, en las mismas márgenes del río, me dijo que era yo el primer hombre blanco que había estado allí, durante todo ese tiempo. Los habitantes deben haber muerto de hambre, por cuanto nosotros caminábamos por encima de cráneos y huesos. Todos los orificios y rincones están repletos de ellos. La lengua de este distrito [se refiere a la lengua autóctona] es en la actualidad desconocida" (Ried, 1851a: 159; id. 1851b: 83).
No se nos puede escapar la inmensa importancia de este documento. Solo lamentamos de veras que el comerciante francés Bauver no hubiera advertido la presencia . tan próxima a la aldea de Chiuchíu- de este poblado fortificado, para que nos hubiera ofrecido una exacta y sustanciosa descripción, llena de elementos antropológicos. Que sepamos, es ésta la primera descripción que existe del pucará de Lasana. De este relato, brotan algunas observaciones:
A. No escapa a Ried el carácter de fortaleza del recinto amurallado. con notable precisión describe sus cuartos, y la suma estrechez de las comunicaciones internas. Es científico en sus mediciones. Con toda razón, presume se trata de un lugar de refugio para casos de ataque. Alude a la gran cantidad de huesos, visibles por todas partes. Es probable que esto signifique el saqueo y la destrucción de silos y paredes, en busca de enterramientos, que -según Latcham y Mostny (a938; 1948)- con frecuencia eran depositados en tales sitios. la Búsqueda de tesoros, tan practicada desde los tempranos tiempos de la conquista, debió inducir a los españoles a registrar cada escondite en busca de metales preciosos.
B. La atención del
médico Ried se concentra, además, en aspectos geomorfológicos del sitio, sus
características arquitectónicas y, por cierto, los detalles
biológicos, particularmente el fenómeno de la mamificación natural de los
cuerpos humanos.
William Bollaert no visitó personalmente el sitio. En su referencia as lasana, se contenta con retomar expresiones vertidas por Ried, abreviando algún tanto el texto (Bollaert, 1860: 173). También Bruhl (18705-1887) utiliza las referencias anteriores, sin aumentar su aporte con observaciones personales.
Nuevas noticias, propias de un testigo importante, nos aporta la vista efectuada por Samuel Valdés, en su estudio Minero-Agrícola presentado al Ministerio del Interior (Valdés, 1886: 184-185). En la sección destinada al análisis de la agricultura en el área, nos ofrece las siguientes notas sobre el pukará de Lasana:
El segundo pueblo jentil se encuentra en medio de la quebrada a 9 kilómetros de distancia de la boca de ésta (11) en una pequeña eminencia o falda de cerro, de forma angular, i sobre pura roca,se nota allí un hacinamiento de escombros en medio de los cuales se ve algunos restos de antiguas habitaciones. Las murallas son bastante sólidas i trabajadas de piedra y barro; los umbrales son todos de lajas de granito; i los techos, que ya no existen, fueron hechas de madera de algarrobo, en un tiempo mui abundante en la rejión (12). No hay calles; las habitaciones eran reducidas; i estaban separadas unas de otras, por sinuosas y angostas avenidas. Las murallas de circunvalación se hallan provistas de gran número de hendiduras, especies de troneras, formada cada una con cuatro piedras dispuestas en cuadro: parecen destinadas a dar aso a las flechas en caso de defensa. La disposición general de aquellas ciudades i otras circunstancias, revelan la perfecta armonía y estrecha unión que debió existir entre sus pobladores, pudiendo decirse que todos ellos vivían bajo un mismo techo y constituyendo casi una familia. Estas presunciones tuvimos ocasión de verlas confirmadas más tarde, al visitar algunos pueblos indíjenas.
Los cementerios de los pueblos citados se refiere al de Chiuchíu y Lasana, han suministrado siempre para los distintos museos de Europa y de Estados Unidos, muchos restos humanos y una multitud de objetos i tejidos diversos, propios para los estudios de raza, de usos i de costumbres de dichos pueblos" (Valdés, capítulo XXII, párrafo VII, 1886: 184-185).
El mapa que acompaña el libro (Valdés, s/f) señala como "pueblo jentil" a lam margen izquierda del Loa, el lugar que corresponde al pukará de La sana. Creemos que este mapa es uno de los primeros que registra la ubicación geográfica de este sitio arqueológico.
La lectura atenta del relato de Ried, que corresponde a su visita de 1851, no deja, en modo alguno, la impresión de gran destrucción del sitio. Señala con gran precisión medias de cuartos, vanos, ventanas y pasillos internos. Valdés, a escasos 33-34 años de distancia, señala la gran profusión de escombros entre los cuales distingue "algunas habitaciones". En ese lapso, evidentemente, aumentó el número de visitantes saqueadores. Convendría cotejar estos datos con las fechas de los primeros asentamientos mineros importantes en el área, particularmente Chuquicamata.
Valdés destaca con
precisión los elementos constructivos de las murallas: piedra y barro, la
disposición de los umbrales y de las troneras en los muros exteriores. Lo que
más parece llamarle la atención, sin embargo,es la extraordinaria concentración
humana, en una superficie tan estrecha, la falta de calle auténticas - no meros
pasillos- y de adecuados sistemas de comunicación interna. Lo atribuye a una
acendrada vida comunitaria, casi del tipo familiar, que habría estructurado su
organización social. Constata que aún en aldeas indígenas actuales, no
amuralladas, persiste la misma organización básica. no podría, pues,
atribuirse tal sistema constructivo únicamente a las exigencias de una
vida de campamento militar transitorio, durante los momentos de apremio o
asedio. Valdés con mucha razón, a nuestro juicio, ve en ellos una
expresión arquitectónica de la notable trabazón organizativa de tales
comunidades. No tengo presente trabajos antropológicos que intenten relacionar
la expresión arquitectónica y urbanística, con los tipos de organización y
estructura social. Aquí parecerían darse los elementos para un análisis
del tipo indicado.
4. Conclusiones.
En el presente estudio se ha querido aportar luces para un análisis profundo de la arquitectura y urbanismo de los antiguos poblados atacameños. Nos parece que tal estudio no puede hacerse sin tomar en consideración las características estructurales de la sociedad atacameña (organización y estructura social). Los informes dados a conocer aquí no son inéditos, pero sí casi del todo desconocidos en el ámbito sudamericano. En todo caso, no han sido aprovechados en su vena antropológica, lo que ha sido nuestro principal objetivo.
Nos hemos concentrado en aportar las descripciones antiguos. Hemos omitido, por eso, los trabajos más modernos, por cierto más detallados y científicos. Remitimos al lector a los estudios de Latcham (1936a, 1936b, 1938), Rydén (1944), Mostny (1948), Montandon (1950) y Spahni (1964). Sería tal vez útil una comprobación detallada del aprovechamiento de las fuentes por parte de estos autores modernos y el cotejo con los elementos nuevos aportados por los relatos no conocidos por ellos.
Creemos que las descripciones y comentarios hechos, pueden contribuir a un mejor conocimiento del modo de vida de los antiguos atacameños, y señalan posibles vetas de investigación (urbanística, arquitectónica, reconstructiva, agrícola, etc.) a los futuros antropólogos.
Si cotejamos las descripciones entre sí, la más interesante nos parece ser la de Vincent Bauver. No sólo señala la importancias de Chiuchíu frente al pequeño caserío de Calama, sino que afirma que la ciudad arqueológica era muy grande. Para las dimensiones normales de los poblados atacameños, un circuito calculado en media legua (aproximadamente 2,3 km.) ha de considerarse de gran importancia. Tanto Nichols (1929) y Latcham (1938), como Mostny (1948), concuerdan en afirmar que el pukará de Chiuchíu fue evidentemente mucho más grande que el de Lasana. Y no resulta esto sorprendente, si tomamos en consideración el hecho de que en el tiempo de la visita de Bauver, Chiuchíu (la aldea actual) estaba ocupado por numerosos descendientes de los antiguos atacameños. Hoy Chiuchíu tendrá escasamente unos 100 pobladores o menos que practican una agricultura muy precaria en el lecho del valle, y un pastoreo más o menos transhumante de ovejunos, de escasa consideración. Este hecho nos plantea con fuerza el problema derivado del aprovechamiento de los recursos del río Loa, mucho más intenso en el pasado que en la actualidad. Imaginemos una población aproximada de 750 habitantes, morando en el pukará de Lasana, si aceptamos los cálculos de Rydén y Montandon, curiosamente coincidentes con los del viajero Ried en 1851. De acuerdo a todas las informaciones, una población bastante superior debió vivir en el pukará de Chiuchíu (13). Si modestamente suponemos una población cercana a los 1000 habitantes para el pukará de Chiuchíu (14) podemos imaginarnos el grado de utilización agrícola y la importancia del pastoreo de auquénidos en dicha área. Testimonio de lo cual, por otra parte, es la afirmación de Bauver y demás viajeros, respecto a los campos de cultivo totalmente estériles y abandonados en las proximidades del pukará, en plena llanura, que habrían sido regados por canales desviados del lecho del Loa. Con estas cifras en la mano, podemos comprender mejor por qué podían los indios de Atacama ser considerados, a fines del siglo XVI, capaces de ofrecer enconada resistencia a los encomenderos españoles, y ser tildados de "muy belicosos" por Lizárraga (Cfr. Lizárraga, Libro I, Capítulo 68, edición 1968:50). Su número por entonces debió ser aún importante.
Si los antiguos
fueron capaces, con medios rudimentarios y casi sin el empleo del metal
en las herramientas de trabajo, de explotar al máximum los estrechos sitios
planos próximos al río Loa y sus afluentes, esto querría decir que la
aplicación de la tecnología moderna en dichas áreas debería ser capaz de
superar ampliamente las cifras de población o densidad
demográfica, permitiendo, máxime cuando existen en las cercanías importantes
centros mineros o industriales, una explotación intensiva de los recursos
naturales y u suministro fácil de excedentes. Desde el punto de
vista ecológico, son también significativos los datos que nos aporta Bauver.
Ellos nos hablan del equilibrio que el hombre prehispánico supo mantener
( o renovar) con la naturaleza. Aunque populosas (en términos de vida en el
desierto), sus aldeas sabían mantener la vegetación arbórea y renovarla con
frecuencia, de acuerdo a sus necesidades básicas de combustible y materias
primas constructivas o domésticas. Nada queda hoy de los árboles que, al decir
de Bauver, flanqueaban los arroyuelos junto a Calama de los cuales fue también
testigo Frézier (15) poco antes de llegar a Calama.
La actividad minera en la zona destruyó rápidamente toda la riqueza forestal (consistente principalmente en molles o pimientos, algarrobos y chañares). Tan solo los pobres habitantes de Chiuchíu aún defienden, con dientes y uñas, los poquísimos molles (Schinus molle), algunus seguramente centenarios, que se yerguen a la vera de sus desiertas calles.
Creemos que los datos de las fuentes citadas, junto con las investigaciones científicas posteriores al año 1930, pueden reconstruir los elementos básicos de la arquitectura y urbanismo atacameños. Más aún, si se hacen excavaciones destinadas a acrecentar muestro conocimiento en este terreno y a reconstruir, con fines turísticos y científicos, los poblados del pasado.
Desde el punto de vista histórico, creemos que la narración de Bauver puede modificar algunos aspectos del relato de Frézier. Frézier no estuvo en Chiuchíu y yerra claramente cuando le asigna una población idéntica a la de Calama (8 o 10 indios). (Frézier, 1732:131). Bauver es explícito al afirmar que Chiuchíu era un gran pueblo (un grand bourg) y se refiere, por cierto, al poblado actual.
Finalmente, los relatos estudiados nos aportan información fehaciente acerca de los destrozos y saqueos verificados con el correr del tiempo, dándonos así datos para una historia de las explotaciones arqueológicas en el Norte de Chile, uno de cuyos capítulos, el más doloroso por cierto, es el de los saqueos.
Horacio Larraín Barros
Director del
Instituto de Investigaciones Antropológicas
Universidad del
Norte, Iquique.
(El trabajo trae dos apéndices, con las descripciones en su lengua original, los que reproducimos aquí).
Apéndice I.
Texto de Vincent Bauver (1707).
Je me rendis ce jour dans un village nommé Calama, habité par 10 a 12 indiens; le lieu est três agréable, il y passe plusieurs ruisseaux bordés d´arbres, mais la terre n´y est pas cultivé; j' y dinai avec mes provisions car les Indiens ne pouvoient pas me fournir grand chose; J´en partis pour aller 8 lieues plus loin, dans un gros bourg d' Indiens nommé Chiuchiu, chef lieu de la paroisse qui a 60 lieus de long...
"...Je me promenays pendant trois jours dans ce bourg et aux environs; il y passe un torrent qui vient des montagnes dans lequel il n´ a de poisson, parce que la glace toutes les nuits...
"Le torrent de Chiuchiu est couvert de canards et autres oiseaux qu´on ne chasse point et qui sont sur la glace au matin; en remontant un quart de lieue, on voit au bord, une ancienne ville d' Indiens qui peut avoir demie lieu de circuit, les maisons en sont entiéres, il n´ y manque que la couverture, toutes basses, mais arrangées ce qui forme de rues en coins et recoins, de 4 a 5 piez de large; il falloit qu' il y eut un trés grand peuple en cette ville, qui est enceinte des doubles mourailles baties de terre avec meurtriéres proches les unes des autres por tirer des fléches, ces murs ne pouvant servir a d'autres défenses que contre ces armes, celles connues des anciens Indiens. Ce qui me surprit plus que tout le rest, c'est que ses murs de ville sont tous de maniére qu' il n'y a pas un seul endroit qui ne puisse etre battu par un autre; si nous n' avons pas appris des Indiens cette maniére de fortifier, il est certain qu' ils l' avoient avant nous; il y a autour de ces doubles murailles de petits fossés, je ne scay si c' etoit por en rendre l' approche plus difficile, ou si ce n' etoit point our saigner la riviére qui tombe per sauts et qui á 20 toises au dessus, est bien plus haute que la ville afin d' arroser leur terres qui ne produisent que du mais, dont seulement ils se nourrisssent." (1942. 33-34).
(Pernaud, ed., 1942: 33-34).
Texto del médico Dr. Ried (1851).
At the north-east end of the coast I reached Lasana, a fortress of the old Peruvians. It is built on a tongue of land between the two arms of a small river, and appears to have been the last place of refuge whither the Peruvians withdraw when pursued by the Spaniards. The style of building is exactly similar to that of our old german marauder fortresses -the walls being of coarse masonry, and the small rooms, holes, and hiding places endless and indescribable. No room is more than eight feet square, many scarcely five; doors two feet in height; windows few in number, and those not larger than one' s fist and with the whole town (a hundred or a hundred and fifty families perhaps may have dwelt there) built like one house, in which the greater part had to pass through from ten to fifteen rooms to get to their own appartment.
All this, together
with the wildness of the site, the high river-banks, which so cover this castle
of the Incas, that from the level of the desert one is not aware of its
existance- form a remarkable spectacle. An old negro, who has lived down
by the river for upwords of forty years, told me I was the first white
man who had been seen there in that time. The inhabitants must have died of
hunger, for we literally stand and walk on skulls and bones. Every hole and
corner is full of them. I was unable to find out the meaning of the word
Lasana. The language of this district is now unknown".
(Ried, 1851a: 159).
Notas originales del texto:
1. Año XXVII, Nº 62, 1960.
2. La traducción
es nuestra.
3. En 1929 era frecuente atribuir todas las ruinas del norte chileno a la influencia quechua. Ahora sabemos que sus constructores fueron atacameños.
4. La traducción es
nuestra.
5. Latcham (1938: 87-88) señala su ubicación: a medio kilómetro al N del actual pueblo de Chiuchíu... construido en una llanura al lado oriente del río Loa", y agrega, que "ha ocupado un espacio de varias hectáreas".
6. Según Latcham, que conoce estas ruinas hacia 1935, a más tardar, "las construcciones eran de piedra en lajas, bien ajustadas y cementadas con argamasa de barro" (Latcham, 1938: 88). Queda la posibilidad, no muy plausible mi juicio, que las murallas hayan estado enlucidas en barro, por encima de la piedra) , y mucho más minucioso en la descripción de sus angostas callejuelas de circulación interna, que forman recovecos y un verdadero laberinto de esquinas.
7. Debieron ser, muy probablemente, pimientos o molles (Schinus molle) y algarrobos (Prosopis sp.) y aún chañares (Gourliaea decorticans).
8. Este dato es interesante, por cuanto las excavaciones arqueológicas realizadas en el cementerio de Chiuchíu arrojan con frecuencia puntad de proyectiles muy pequeñas, probablemente utilizadas en la caza de aves ribereñas o pequeños mamíferos (Cfr. Rydén, 1944).
9. Publicada por Littel and Son. La reproducción es una copia exacta del artículo del Chamber´s Edinbourgh Journal (Ried, 1851b).
10. No pocas veces o siempre, ha sido citado por error como Reid. El error ya se deslizó en la cita del mismo Bollaert, en texto referente a Lasana, en el que reproduce casi textualmente, la descripción de que es autor el escocés (Cfr. Bollaert, 1860: 173).
11. Se refiere a la
confluencia de los ríos Loa y Salado.
12. Es notable el
interés de Baldés por los detalles arquitectónicos. Por vez primera, la
descripción de Lasana adquiere ribetes que podríamos calificar de científicos.
13. Prescindimos en
este momento del problema de si estos pukarás eran sitos transitorios o
permanentes de habitación. para nuestro propósito, da lo mismo, pues no cambian
las cifras de población.
14. Llegamos a
este cálculo aceptando la apreciación de que en Lasana había capacidad
para unas 150 familias. Esta cifra ser multiplica por cinco para obtener
el total de miembros. Los autores, por otra parte, están acordes en
conceder que Chiuchíu era mucho más grande que Lasana (Cfr. Rydén, 1944;
Montandon, 1950).
15. "Deux lieües avant que
d´y arriver [a Calama], on passe dans un bois d´algarrovos, espèce
de Tamaris". (En
español: "dos leguas antes de llegar allí [a Calama], se pasa por un
bosque de algarrobos, especie de tamarindos" (Frézier, 1732: 131).
Bibliografía usada en
el texto (tomada del texto original).
Fig. 15. Bibliografía pág. 2.
Fig.16. Texto de la referencia hecha por Gustavo le Paige sobre el pukará de Chiuchíu. Copiado a mano por nosotros de su trabajo: "Antiguas culturas atacameñas en la cordillera chilena", Anales de la Universidad Católica de Valparaíso, N° 4-5, 1957/58. Este texto, agregado nuestro posterior, nos lo señaló el propio le Paige, al acusar recibo de nuestro trabajo a mediados del año 1972. Nos parece muy valioso como complemento del artículo nuestro.
Colofón.
Hemos querido presentar a nuestros lectores, amantes de las culturas indígenas americanas, este texto nuestro antiguo, redactado hace 44 años, en el que ya se insinúa nuestra preocupación y énfasis por la ecología cultural, perspectiva que hemos conservado hasta el día de hoy y perceptible en numerosos capítulos de nuestro blog.