Fig. 1. Retrato de Hermann Burmeister joven aún en Halle (Sajonia).
Fig. 2. El sabio en su ancianidad, cuando era Director del Museo de Buenos Aires (¿hacia 1875?).
Fig.3. Monumento actual levantado a su memoria frente al Museo Rivadavia de Buenos Aires.
Reuniendo información histórica sobre Cobija y su antiguo poblamiento.
Nos hemos propuesto en este Blog, entre otros objetivos, aportar evidencias antiguas respecto de habitats del Norte Grande de Chile, que fueron ocupados por grupos indígenas en el pasado. Es parte inherente al estudio de una eco-antropología, de fuerte raigambre geográfica.. Cobija es uno de esos preciados sitios costeros, preferidos por el poblamiento antiguo en el extremo norte de Chile. Sobre Cobija, su cartografía antigua, sus eventuales descriptores, su historia temprana y sus investigadores, hemos escrito ya varios artículos en este mismo Blog. (Vea en las etiquetas: Cobija, Changos, Bente Bittmann, Pescadores -recolectores, Arqueología del Norte de Chile, etc.).
Nuestro antiguo interés por el estudio de los changos.
Como el objetivo de nuestro trabajo de Maestría en Antropología Social en la State University of New York (Stony Brook) en 1984 versó sobre este mismo tema, tuve oportunidad de revisar mucha bibliografía alusiva a esta etnia y rescatar relatos y descripciones, a veces muy concisas y breves y generalmente poco conocidas en nuestro medio. Una de ellas es la que apuntamos aquí con el objeto de enriquecer la bibliografía sobre este extraño y enigmático grupo étnico "chango", sobre el cual tanto se ha escrito y cuyos orígenes se esfuman en el tiempo. ¿De dónde llegaron?. ¿Tienen algo que ver con los pescadores "uros" del Tititica o Poopó, en altiplano de Perú y Bolivia, como no pocos científicos, siguiendo a Max Uhle han sostenido?. ¿Son más bien autóctonos del lugar y posibles descendientes tardíos de los enigmáticos creadores de la cultura costera denominada "Chinchorro", prístinos pobladores del extremo sur peruano y norte-chileno?. Poco, muy poco sabemos aún al respecto, aunque algunas luces nos van entregando estudios recientes sobre el ADN de estos habitantes.
¿Quién era Burmeister y qué hacía recorriendo Sudamérica?.
Karl Hermann Konrad Burmeister nació el 5 de Enero de 1807 en Stralsund, Prusia Oriental, y falleció el 2 de Mayo de 1892 en Buenos Aires, ciudad donde se había radicado. Se graduó en Medicina en el año 1829 y poco después en Ciencias Naturales en Greiswald y ejerció por años la cátedra de Zoología en la Martin-Luther-Universität en Halle entre 1850 y 1852. Fue el creador del Museo de Historia Natural de esta ciudad y para enriquecerlo en sus Colecciones científicas, realizó numerosos y fructíferos viajes de colecta a Sudamérica. De cada viaje, regresa con miles de especímenes zoológicos embalsamados o disecados, en especial mamíferos, aves y reptiles. Al efecto, entre 1850 y 1952, recorre extensas zonas del Brasil; entre 1857 y 1860, diversas comarcas de la Argentina. En 1861 cruza a caballo la cordillera de Los Andes, siendo el primer europeo en realizar esta hazaña. Llega a Copiapó donde se embarca en el puerto de Caldera en Abril del mismo año; de aquí se dirige por barco al Perú.
Su asombrosa capacidad intelectual.
Nos impresiona vivamente la capacidad intelectual de Burmeister quien publicará sobre temas científicos tan diversos como la entomología, la zoología sistemática, la paleontología, la herpetología, la geografía física y la climatología y aún la botánica de las regiones que recorre incansablemente por años. Tempranamente traba amistad con Alexander von Humboldt quien alaba su primera gran obra, Lehrbuch der Naturgeschichte [Manual de Historia Natural] publicada en el año 1830, cuando tiene solamente 23 años. En el año 1829 obtiene su doctorado con un estudio de entomología: titulado: De insectorum systemate naturale [Acerca del sistema natural de los insectos] en Halle. Asombra su actividad y movilidad, a caballo o en coche y hasta en carreta por las diversas regiones de América en aquellos homéricos años, cuando los países del Plata aún están echando los primeros cimientos de su estabilidad política. Así como su habilidad para el diseño y dibujo, observable y admirable en sus numerosas publicaciones. Su audacia llega hasta publicar, en el año 1856 su obra Die Geschichte der Schöpfung [Historia de la creación] donde plantea sus puntos de vista opuestos al naciente darwinismo evolucionista, caracterizándose por ser un creacionista, acérrimo seguidor del francés Georges Cuvier, el padre de la Paleontología y defensor del "Catastrofismo" en el desarrollo de las especies.
Famosa es, a este respecto, su frase: "No podemos echar abajo el principio de la invariabilidad de las especies sin que se venga también por los suelos toda la zoología científica".
Y de esta posición científica nadie lo logró mover un ápice, hasta su muerte.
Es en esta travesía por el océano Pacífico cuando visita de paso el puerto de Cobija, cuya comarca costera describe prolijamente en las páginas que aquí presentaremos. Éstas están tomadas de la traducción hecha en Argentina, de su gran obra: Reise durch die La Plata-Staaten mit besonderer Rücksicht auf die physische Beschaffenheit und der Culturzustand der Argentinischen Republik ausgefürt in den Jahren 1857, 1858, 1859 und 1860. (publicado en dos tomos en Halle, 1861); en traducción castellana: como Viaje por los Estados del Plata con especial referencia a las características físicas y al estado de la cultura de la República Argentina en los años 1857, 1858, 1859 y 1860.
Fig. 4. Portada de la obra de Burmeister "Viaje por los Estados del Plata...", Halle, 1861, obra escrita en escritura gótica alemana.
Se establece definitivamente en la República Argentina.
En el año 1861 y tras haber hecho contacto con Domingo Faustino Sarmiento, quien le contrata en el acto, decide abandonar Alemania, su patria y su obra de años en el Museo de Halle que el mismo creara, y se traslada definitivamente al Nuevo Mundo. Le decepcionaron profundamente las rivalidades y las convulsiones políticas de su patria, Alemania. Se divorcia de su primera esposa alemana y, ya radicado en Argentina, se casa en Tucumán con Petrona de Tejeda en 1865, de la que tuvo cuatro hijos. Tenía ya por entonces 62 años. Una vez en Buenos Aires, le encarga el ministro Sarmiento la dirección del Museo de Buenos Aires, la que ejerció durante 30 largos años. Fue un acérrimo rival del paleontólogo argentino Florentino Ameghino, a quien miraba bastante en menos por ser un autodicta en Paleontología; por eso, antes de su retiro del Museo, propuso como sucesor a un científico amigo suyo, Carlos Berg. Ameghino, sin embargo, llegará a ser, pocos años después, Director del mismo Museo. ¡Ironías del destino!.
Descripción descarnada de Cobija en el año 1861.
Con estos antecedentes históricos y biográficos in mente, podemos ahora confiadamente examinar y entender mucho mejor el relato de Burmeister en su visita a Cobija los primeros días de Abril del año 1861. Pondremos primeramente en letras cursivas el texto completo de su relato referente a Cobija y luego anotaremos nuestras notas de comentario para esclarecer aspectos del relato del sabio alemán-argentino.
De paso, nos atrevemos a señalar aquí nuestra plena convicción de que es muy importante conocer a fondo todos los detalles de la vida, formación profesional y especialización del personaje, para poder aquilatar con precisión el valor y la riqueza inherente a su testimonio. Al carecer totalmente de esta información, no pocas de sus afirmaciones pueden quedar en cierta penumbra o no ser interpretadas correctamente. Ha sido éste parte importante de nuestro método, al presentar el enfoque eco-cultural o eco-antropológico de un determinado testimonio escrito. Conocer a fondo al autor y sus potencialidades (o debilidades) ciertamente enriquece el relato y favorece su más plena intelección.
He aquí su relato tomado de la edición argentina de su obra, Viaje por los Estados del Plata...." (3 Vols., Unión Germánica de la Argentina, 1943-1944). La traducción al castellano ut iacet nos parece un tanto deficiente y falta de elegancia, ensombreciendo sin pretenderlo el estilo original de su autor. Lamentablemente no hemos tenido aún a la mano el original alemán para intentar una traducción propia, más apegada al texto original.
"Todo es pelado y desierto sin rastros de vegetación (1), cubierto de altos montones de arena que ha bajado el viento y de la que está constituido todo el frente de la costa. De ésta, sobresalen en los puntos más parados, peñas redondeadas, rojas, evidentemente pórfidos (2) y prestan al conjunto un aspecto salvaje y desgarrado que predispone a la tristeza y a la melancolía (3). En uno u otro sitio, agrupaciones grises de cactos, parecían haber arraigado (4); pero en ninguna parte vi el verde vivo de plantas frescas. Hacia el norte se dirigía por sobre la superficie de arena, un ancho camino que entraba a una profunda quebrada (5), trepando con innumerables vueltas por sus escarpados faldeos; era el comienzo del camino al interior hacia Atacama, Salta y Potosí (6)". (II: 325).
Y continúa:
"... A los pasajeros los llevaron a bordo del vapor (7) en pequeños botes, lo que llamó en general la atención, porque allí son raras las embarcaciones de madera; la forma más común en la costa es la denominada balsa (8) , es decir, dos grandes y largos sacos de piel de foca (9), inflados con aire y que se mantienen unidos por medio de un armazón de tirantillos y varillas colocados sobre éstos (10). Encima van de pie o sentados los que navegan (11) a impulso de dos boteros (12) que se sientan en los extremos de la embarcación, guiándola con largos remos (13). Estas embarcaciones son tan livianas como cómodas; se izan a tierra se desarman con rapidez, se suelta el aire de los sacos y entonces un solo hombre puede llevarlas cómodamente a su casa. Casi cada uno de los nativos que viven aquí (14), así como en toda la costa, principalmente los que se nutren de peces, dispone de una de estas balsas, con las que se procura su sustento y también gana para sus demás necesidades (15) ". (II:. 325).
En alta mar.
Poco después, en alta mar, al norte de Cobija, y poco antes de avistar Tocopilla, apunta nuevamente:
" ...Vimos pasar con gran rapidez al costado del vapor con rumbo a la costa, un tropel de focas (16). Esos animales son frecuentes allí, alcanzan un tamaño bastante grande y tienen cierta importancia para los habitantes de la costa, por su piel que se emplea en la confección de las balsas (17). Cada uno de los sacos de aire de esas embarcaciones consta de una piel grande, cosida a lo largo de la barriga del animal y la costura se tapa con pez (18); un extremo se deja abierto y por ese orificio el balsero la infla soplando con la boca, luego echa un nudo al largo tubo que usa para llenarla, y después de inflar los dos sacos, los ata a regular distancia uno de otro. Los cueros deben ser de una Otaria de gran tamaño, y como supongo, de la O. jubata Desm. Tschudi...(19) , la que se utiliza con este objeto". (II, 327).
Notas nuestras.
(1) Efectivamente, en el área de Cobija, en la playa o en la terraza marina, con excepción de las pequeñas aguadas donde se encuentra escasos ejemplares de la caña o cañaveral (Phragmites communis), no existe vegetación natural de ninguna especie. Esta esterilidad absoluta ha sido notada por casi todos los antiguos relatos de viajeros que visitaron Cobija.
(2) "Pórfidos" (del latín Porphyra = rocas rojas) ), son rocas ígneas plutónicas de coloración rojiza, de origen volcánico, sumamente duras, formadas por cristales de feldespato y cuarzo blanco. Se asemejan a los granitos, pero son más duras y muy resistentes a la intemperie. Por su belleza semejante al mármol, fue muy trabajada en la antigüedad egipcia y romana y empleada en la construcción de palacios y tumbas, y aún de sarcófagos para los reyes y magnates.
(3) Varios son los antiguos viajeros que se refieren a la tristeza que producía en los viajeros la vista de este puerto, carente absolutamente de vegetación. Entre ellos, Alcide D´Orbigny en su visita del año 1832 nos ofrece de esta visita su impresión personal: "Me sentí....profundamente entristecido, buscando inútilmente rastros de vegetación. La naturaleza parecía estar de duelo, lejos de hallar en esa tierra tan alabada del Perú, la riqueza proverbial de aspecto... Todo atractivo desapareció, y experimenté no sin vivo sentimiento de tristeza, el doble temor de no hallar nada pintoresco en esa tierra ingrata, y ver defraudadas por completo mis esperanzas de [hacer] descubrimientos". (En Alcides D´Orbigny, Viajes por Bolivia, Tomo I, Biblioteca de Autores Bolivianos, La Paz (Bolivia), 1958: 15-16).
(4) En un pequeño estudio nuestro anterior publicado en este mismo Blog, relatamos nuestra excursión a los cerros de Cobija, en el año 2004, con motivo de lluvias ocurridas en la zona costera. Allí aludimos a la presencia de grupos de cactus del género Eulychnia, en su casi totalidad ya secos, a una altitud de 400-500 m. snm. Muy probablemente en la época de la visita de Burmeister estaba aún vivos y lozanos.
(5) Al Norte de Cobija y casi frente a Gatico, la antigua huella penetraba hacia el interior a través de una garganta. Ahí están hasta hoy visibles sus rastros y los restos de los descartes hechos por los viajeros de antaño: indígenas y españoles. Estas ruta fue muy traficada desde tiempos indígenas y por aquí se internaban, en recuas de mulas, mercaderías de toda índole con rumbo a Bolivia.
(6) Esta ruta conducía hacia Calama y San Pedro de Atacama y, también, vía Chiuchíu, hacia el territorio de Lipes. La mención de Potosí en este contexto, parecería ser errónea pues era desde el puerto de Arica por donde se traficaba normalmente en mulas hacia el mineral de plata de Potosí.
(7) Nos asalta la duda sobre si se trataría de verdaderos "vapores" (barcos a vapor) o más bien de clippers a vela, en esos tempranos tiempos. Habría que revisar cuidadosamente el original en alemán y constatar allí posibles pistas sobre el tipo de embarcación usada.
(8) Se trata de las famosas "balsas de cueros de lobos marinos", usadas por los changos o camanchacas, pescadores de las costas sur-peruanas y norte-chilenas, uno de los rasgos más típicos y pintorescos de su cultura marinera. Se ha constatado su uso en tiempos antiguos al menos desde el puerto de Ilo, en el sur del Perú hasta la latitud de Coquimbo, en el norte de Chile.
(9) No se trata aquí propiamente de focas ( Phoca sp.; fam. Phocidae) sino de lobos marinos pertenecientes al género Otaria (familia Otariidae). Ambos géneros (Phoca y Otaria) son considerados pinnípedos marinos, pero presentan notorias diferencias entre sí. La foca es habitante común de los océanos, con excepción de los trópicos y aunque semejante al lobo marino, se distingue de éste en varios caracteres en especial en la posición de sus extremidades anteriores que, en el caso de los lobos marinos, les permite desplazarse con cierta agilidad en tierra, lo que no pueden hacer las focas. En las costas de Chile y del Perú no existen las focas, pero tenemos dos especies de Otariidae: Otaria flavescens, el llamado "lobo de un pelo" y el "lobo de dos pelos", Arctocephalus australis. De lejos, el más común en nuestras costas es Otaria flavescens, o "lobo de un pelo". Muy perseguido en el siglo XIX para la obtención de aceite (que se obtiene de su abundante grasa) y por el hermoso cuero velludo de sus crías (poppies) , hoy está protegido por ley y prohibida su caza.
(10). La cita hace referencia a una armazón de palos y tablas que unía fuertemente los dos odres de cuero por medio de cuerdas y hacía las veces de plataforma donde van sentados los pasajeros y/o la carga. Esta plataforma iba instalada a muy corta distancia del agua de modo que los pasajeros y la carga normalmente se mojaban en parte, si el mar estaba un poco picado o había exceso de carga.
(11) El botero iba generalmente de rodillas, prácticamente con los pies en el agua, al frente de la embarcación, empuñando su largo remo. También podía ir de pie, pues el remo, en forma de canaleta era bastante largo.
(12) La referencia de Burmeister extrañamente habla de "dos boteros" o remeros. Y señala que van "en los extremos de la balsa". Sin embargo, tanto los dibujos conocidos (desde los tiempos de Feuillée) como las referencias generalmente hablan de o muestran un solo remero que va en la parte delantera o proa de la embarcación. No tenemos recuerdo de casos, en la bibliografía conocida, de dos remeros que hubiesen, simultáneamente, conducido una embarcación o balsa ubicados uno a proa y el otro a popa. Puede ser un error de Burmeister o una excepción a la regla general.
(13). El remo único, de madera, era bastante largo y en forma de canaleta. No existe evidencia del tipo de madera usada ni de su procedencia. Y muy poco sabemos acerca de su forma exacta. Seguramente han preferido maderas livianas, pero resistentes a la humedad. ¿Qué especie de madera?. ¿De dónde la traían o cómo la conseguían?. A l verdad, no lo sabemos.
(14) Frase castellana muy poco feliz del traductor. Se señala, en todo caso, explícitamente que casi todos los pescadores disponían de una balsa. Seguramente una por cada choza de pescador. Burmeister tiene que haberlas visto en Cobija, , alineadas frente a sus cabañas. Y era algo obvio, pues era su herramienta básica para salir a pescar, tal como lo es hoy el bote para una familia de pescadores. Pero, ¿cuántas chozas de changos vió Burmeister en su breve visita? . No nos lo dice. En todo caso, a lo largo de nuestras costas debe haber habido muchos centenares de balsas en uso. ¿Cuánto tiempo duraban sin perforarse?., ¿Qué hacían con las ya inservibles o rotas?. ¿Las usaban como útil combustible en sus fogatas?. Es bastante probable, pues de ellas han llegado hasta nosotros (conservadas en Museos) muy escasas balsas completas. No tenemos noticias sobre si se han conservado balsas de cueros de lobos en el sur del Perú. En todo caso, la pregunta no parece tan inútil: ¿qué hacían con las ya inservibles?. ¿Las dejaban botadas?. Conocemos un solo caso de un fragmento de balsa hallado en la desembocadura del río Camarones hacia el año 1962 (información de Ingeborg Lindberg).
(15) La pesca y la caza de lobos marinos fue una actividad esencial en la vida de los changos costeros. Del lobo marino ellos aprovechaban casi todo: carne, sangre, grasa, huesos, intestinos, tendones, cueros, pelos. El toldo o techumbre de sus frágiles cabañas eran anchas tiras de cuero de este animal, transportables incluso en sus balsas. Chango y lobo marino constituían una unidad consubstancial, inseparable.
(16) Los lobos marinos, máxime en la proximidad de los roqueríos donde viven, forman colonias muy numerosas, formadas por centenares de individuos.
(17) Ya hemos aludido a la importancia vital de la caza del lobo marino para estos pescadores-recolectores marinos. El lobo marino y su aprovechamiento integral fue un elemento esencial, infaltable, en su cultura.
(18) Esta "pez" que servía para tapar los agujeros o las roturas ocasionales hechas por tiburones o desgaste natural en sus balsas, la obtenían muy probablemente de resinas vegetales (como la que exsuda por el tallo la planta llamada "sorona" y también "brea" (Thesaria absynthioides (Hook. et Arn.) o, tal vez, de la brea de alquitrán, presente en algunos yacimientos en forma natural. Nos inclinamos, en este caso al uso de la resina vegetal producida en los tallos de la "sorona", planta sumamente común y abundante en el piso de los valles y quebradas en el desierto de Atacama (regiones de Tarapacá y Antofagasta). Esta resina debió ser, por consiguiente, un valioso elemento de intercambio cultural entere los grupos costeros y los agro-ganaderos de las quebradas. No recordamos, sin embargo, haber visto referencias concretas a evidencias de este tipo halladas en trabajos arqueológicos de la costa.
Utilidad de estas notas para el lector.
A través de estos comentarios nuestros, en forma de notas al pie, estimamos que se pueden aclarar y/o enriquecer algunos dichos del sabio alemán en esta valiosa cita. Aporta Burmeister varias ideas nuevas, poco conocidas, sobre el modo de operar y construir sus famosas balsas de cueros de lobos marinos. Y en este aspecto radica, a nuestro juicio, gran parte del valor de esta cita.
Su asombrosa capacidad intelectual.
Nos impresiona vivamente la capacidad intelectual de Burmeister quien publicará sobre temas científicos tan diversos como la entomología, la zoología sistemática, la paleontología, la herpetología, la geografía física y la climatología y aún la botánica de las regiones que recorre incansablemente por años. Tempranamente traba amistad con Alexander von Humboldt quien alaba su primera gran obra, Lehrbuch der Naturgeschichte [Manual de Historia Natural] publicada en el año 1830, cuando tiene solamente 23 años. En el año 1829 obtiene su doctorado con un estudio de entomología: titulado: De insectorum systemate naturale [Acerca del sistema natural de los insectos] en Halle. Asombra su actividad y movilidad, a caballo o en coche y hasta en carreta por las diversas regiones de América en aquellos homéricos años, cuando los países del Plata aún están echando los primeros cimientos de su estabilidad política. Así como su habilidad para el diseño y dibujo, observable y admirable en sus numerosas publicaciones. Su audacia llega hasta publicar, en el año 1856 su obra Die Geschichte der Schöpfung [Historia de la creación] donde plantea sus puntos de vista opuestos al naciente darwinismo evolucionista, caracterizándose por ser un creacionista, acérrimo seguidor del francés Georges Cuvier, el padre de la Paleontología y defensor del "Catastrofismo" en el desarrollo de las especies.
Famosa es, a este respecto, su frase: "No podemos echar abajo el principio de la invariabilidad de las especies sin que se venga también por los suelos toda la zoología científica".
Y de esta posición científica nadie lo logró mover un ápice, hasta su muerte.
Visita de paso: Cobija en Abril del año 1859.
Fig. 4. Portada de la obra de Burmeister "Viaje por los Estados del Plata...", Halle, 1861, obra escrita en escritura gótica alemana.
Se establece definitivamente en la República Argentina.
En el año 1861 y tras haber hecho contacto con Domingo Faustino Sarmiento, quien le contrata en el acto, decide abandonar Alemania, su patria y su obra de años en el Museo de Halle que el mismo creara, y se traslada definitivamente al Nuevo Mundo. Le decepcionaron profundamente las rivalidades y las convulsiones políticas de su patria, Alemania. Se divorcia de su primera esposa alemana y, ya radicado en Argentina, se casa en Tucumán con Petrona de Tejeda en 1865, de la que tuvo cuatro hijos. Tenía ya por entonces 62 años. Una vez en Buenos Aires, le encarga el ministro Sarmiento la dirección del Museo de Buenos Aires, la que ejerció durante 30 largos años. Fue un acérrimo rival del paleontólogo argentino Florentino Ameghino, a quien miraba bastante en menos por ser un autodicta en Paleontología; por eso, antes de su retiro del Museo, propuso como sucesor a un científico amigo suyo, Carlos Berg. Ameghino, sin embargo, llegará a ser, pocos años después, Director del mismo Museo. ¡Ironías del destino!.
Descripción descarnada de Cobija en el año 1861.
Con estos antecedentes históricos y biográficos in mente, podemos ahora confiadamente examinar y entender mucho mejor el relato de Burmeister en su visita a Cobija los primeros días de Abril del año 1861. Pondremos primeramente en letras cursivas el texto completo de su relato referente a Cobija y luego anotaremos nuestras notas de comentario para esclarecer aspectos del relato del sabio alemán-argentino.
De paso, nos atrevemos a señalar aquí nuestra plena convicción de que es muy importante conocer a fondo todos los detalles de la vida, formación profesional y especialización del personaje, para poder aquilatar con precisión el valor y la riqueza inherente a su testimonio. Al carecer totalmente de esta información, no pocas de sus afirmaciones pueden quedar en cierta penumbra o no ser interpretadas correctamente. Ha sido éste parte importante de nuestro método, al presentar el enfoque eco-cultural o eco-antropológico de un determinado testimonio escrito. Conocer a fondo al autor y sus potencialidades (o debilidades) ciertamente enriquece el relato y favorece su más plena intelección.
He aquí su relato tomado de la edición argentina de su obra, Viaje por los Estados del Plata...." (3 Vols., Unión Germánica de la Argentina, 1943-1944). La traducción al castellano ut iacet nos parece un tanto deficiente y falta de elegancia, ensombreciendo sin pretenderlo el estilo original de su autor. Lamentablemente no hemos tenido aún a la mano el original alemán para intentar una traducción propia, más apegada al texto original.
"Todo es pelado y desierto sin rastros de vegetación (1), cubierto de altos montones de arena que ha bajado el viento y de la que está constituido todo el frente de la costa. De ésta, sobresalen en los puntos más parados, peñas redondeadas, rojas, evidentemente pórfidos (2) y prestan al conjunto un aspecto salvaje y desgarrado que predispone a la tristeza y a la melancolía (3). En uno u otro sitio, agrupaciones grises de cactos, parecían haber arraigado (4); pero en ninguna parte vi el verde vivo de plantas frescas. Hacia el norte se dirigía por sobre la superficie de arena, un ancho camino que entraba a una profunda quebrada (5), trepando con innumerables vueltas por sus escarpados faldeos; era el comienzo del camino al interior hacia Atacama, Salta y Potosí (6)". (II: 325).
Y continúa:
"... A los pasajeros los llevaron a bordo del vapor (7) en pequeños botes, lo que llamó en general la atención, porque allí son raras las embarcaciones de madera; la forma más común en la costa es la denominada balsa (8) , es decir, dos grandes y largos sacos de piel de foca (9), inflados con aire y que se mantienen unidos por medio de un armazón de tirantillos y varillas colocados sobre éstos (10). Encima van de pie o sentados los que navegan (11) a impulso de dos boteros (12) que se sientan en los extremos de la embarcación, guiándola con largos remos (13). Estas embarcaciones son tan livianas como cómodas; se izan a tierra se desarman con rapidez, se suelta el aire de los sacos y entonces un solo hombre puede llevarlas cómodamente a su casa. Casi cada uno de los nativos que viven aquí (14), así como en toda la costa, principalmente los que se nutren de peces, dispone de una de estas balsas, con las que se procura su sustento y también gana para sus demás necesidades (15) ". (II:. 325).
En alta mar.
Poco después, en alta mar, al norte de Cobija, y poco antes de avistar Tocopilla, apunta nuevamente:
" ...Vimos pasar con gran rapidez al costado del vapor con rumbo a la costa, un tropel de focas (16). Esos animales son frecuentes allí, alcanzan un tamaño bastante grande y tienen cierta importancia para los habitantes de la costa, por su piel que se emplea en la confección de las balsas (17). Cada uno de los sacos de aire de esas embarcaciones consta de una piel grande, cosida a lo largo de la barriga del animal y la costura se tapa con pez (18); un extremo se deja abierto y por ese orificio el balsero la infla soplando con la boca, luego echa un nudo al largo tubo que usa para llenarla, y después de inflar los dos sacos, los ata a regular distancia uno de otro. Los cueros deben ser de una Otaria de gran tamaño, y como supongo, de la O. jubata Desm. Tschudi...(19) , la que se utiliza con este objeto". (II, 327).
Notas nuestras.
(1) Efectivamente, en el área de Cobija, en la playa o en la terraza marina, con excepción de las pequeñas aguadas donde se encuentra escasos ejemplares de la caña o cañaveral (Phragmites communis), no existe vegetación natural de ninguna especie. Esta esterilidad absoluta ha sido notada por casi todos los antiguos relatos de viajeros que visitaron Cobija.
(2) "Pórfidos" (del latín Porphyra = rocas rojas) ), son rocas ígneas plutónicas de coloración rojiza, de origen volcánico, sumamente duras, formadas por cristales de feldespato y cuarzo blanco. Se asemejan a los granitos, pero son más duras y muy resistentes a la intemperie. Por su belleza semejante al mármol, fue muy trabajada en la antigüedad egipcia y romana y empleada en la construcción de palacios y tumbas, y aún de sarcófagos para los reyes y magnates.
(3) Varios son los antiguos viajeros que se refieren a la tristeza que producía en los viajeros la vista de este puerto, carente absolutamente de vegetación. Entre ellos, Alcide D´Orbigny en su visita del año 1832 nos ofrece de esta visita su impresión personal: "Me sentí....profundamente entristecido, buscando inútilmente rastros de vegetación. La naturaleza parecía estar de duelo, lejos de hallar en esa tierra tan alabada del Perú, la riqueza proverbial de aspecto... Todo atractivo desapareció, y experimenté no sin vivo sentimiento de tristeza, el doble temor de no hallar nada pintoresco en esa tierra ingrata, y ver defraudadas por completo mis esperanzas de [hacer] descubrimientos". (En Alcides D´Orbigny, Viajes por Bolivia, Tomo I, Biblioteca de Autores Bolivianos, La Paz (Bolivia), 1958: 15-16).
(4) En un pequeño estudio nuestro anterior publicado en este mismo Blog, relatamos nuestra excursión a los cerros de Cobija, en el año 2004, con motivo de lluvias ocurridas en la zona costera. Allí aludimos a la presencia de grupos de cactus del género Eulychnia, en su casi totalidad ya secos, a una altitud de 400-500 m. snm. Muy probablemente en la época de la visita de Burmeister estaba aún vivos y lozanos.
(5) Al Norte de Cobija y casi frente a Gatico, la antigua huella penetraba hacia el interior a través de una garganta. Ahí están hasta hoy visibles sus rastros y los restos de los descartes hechos por los viajeros de antaño: indígenas y españoles. Estas ruta fue muy traficada desde tiempos indígenas y por aquí se internaban, en recuas de mulas, mercaderías de toda índole con rumbo a Bolivia.
(6) Esta ruta conducía hacia Calama y San Pedro de Atacama y, también, vía Chiuchíu, hacia el territorio de Lipes. La mención de Potosí en este contexto, parecería ser errónea pues era desde el puerto de Arica por donde se traficaba normalmente en mulas hacia el mineral de plata de Potosí.
(7) Nos asalta la duda sobre si se trataría de verdaderos "vapores" (barcos a vapor) o más bien de clippers a vela, en esos tempranos tiempos. Habría que revisar cuidadosamente el original en alemán y constatar allí posibles pistas sobre el tipo de embarcación usada.
(8) Se trata de las famosas "balsas de cueros de lobos marinos", usadas por los changos o camanchacas, pescadores de las costas sur-peruanas y norte-chilenas, uno de los rasgos más típicos y pintorescos de su cultura marinera. Se ha constatado su uso en tiempos antiguos al menos desde el puerto de Ilo, en el sur del Perú hasta la latitud de Coquimbo, en el norte de Chile.
(9) No se trata aquí propiamente de focas ( Phoca sp.; fam. Phocidae) sino de lobos marinos pertenecientes al género Otaria (familia Otariidae). Ambos géneros (Phoca y Otaria) son considerados pinnípedos marinos, pero presentan notorias diferencias entre sí. La foca es habitante común de los océanos, con excepción de los trópicos y aunque semejante al lobo marino, se distingue de éste en varios caracteres en especial en la posición de sus extremidades anteriores que, en el caso de los lobos marinos, les permite desplazarse con cierta agilidad en tierra, lo que no pueden hacer las focas. En las costas de Chile y del Perú no existen las focas, pero tenemos dos especies de Otariidae: Otaria flavescens, el llamado "lobo de un pelo" y el "lobo de dos pelos", Arctocephalus australis. De lejos, el más común en nuestras costas es Otaria flavescens, o "lobo de un pelo". Muy perseguido en el siglo XIX para la obtención de aceite (que se obtiene de su abundante grasa) y por el hermoso cuero velludo de sus crías (poppies) , hoy está protegido por ley y prohibida su caza.
(10). La cita hace referencia a una armazón de palos y tablas que unía fuertemente los dos odres de cuero por medio de cuerdas y hacía las veces de plataforma donde van sentados los pasajeros y/o la carga. Esta plataforma iba instalada a muy corta distancia del agua de modo que los pasajeros y la carga normalmente se mojaban en parte, si el mar estaba un poco picado o había exceso de carga.
(11) El botero iba generalmente de rodillas, prácticamente con los pies en el agua, al frente de la embarcación, empuñando su largo remo. También podía ir de pie, pues el remo, en forma de canaleta era bastante largo.
(12) La referencia de Burmeister extrañamente habla de "dos boteros" o remeros. Y señala que van "en los extremos de la balsa". Sin embargo, tanto los dibujos conocidos (desde los tiempos de Feuillée) como las referencias generalmente hablan de o muestran un solo remero que va en la parte delantera o proa de la embarcación. No tenemos recuerdo de casos, en la bibliografía conocida, de dos remeros que hubiesen, simultáneamente, conducido una embarcación o balsa ubicados uno a proa y el otro a popa. Puede ser un error de Burmeister o una excepción a la regla general.
(13). El remo único, de madera, era bastante largo y en forma de canaleta. No existe evidencia del tipo de madera usada ni de su procedencia. Y muy poco sabemos acerca de su forma exacta. Seguramente han preferido maderas livianas, pero resistentes a la humedad. ¿Qué especie de madera?. ¿De dónde la traían o cómo la conseguían?. A l verdad, no lo sabemos.
(14) Frase castellana muy poco feliz del traductor. Se señala, en todo caso, explícitamente que casi todos los pescadores disponían de una balsa. Seguramente una por cada choza de pescador. Burmeister tiene que haberlas visto en Cobija, , alineadas frente a sus cabañas. Y era algo obvio, pues era su herramienta básica para salir a pescar, tal como lo es hoy el bote para una familia de pescadores. Pero, ¿cuántas chozas de changos vió Burmeister en su breve visita? . No nos lo dice. En todo caso, a lo largo de nuestras costas debe haber habido muchos centenares de balsas en uso. ¿Cuánto tiempo duraban sin perforarse?., ¿Qué hacían con las ya inservibles o rotas?. ¿Las usaban como útil combustible en sus fogatas?. Es bastante probable, pues de ellas han llegado hasta nosotros (conservadas en Museos) muy escasas balsas completas. No tenemos noticias sobre si se han conservado balsas de cueros de lobos en el sur del Perú. En todo caso, la pregunta no parece tan inútil: ¿qué hacían con las ya inservibles?. ¿Las dejaban botadas?. Conocemos un solo caso de un fragmento de balsa hallado en la desembocadura del río Camarones hacia el año 1962 (información de Ingeborg Lindberg).
(15) La pesca y la caza de lobos marinos fue una actividad esencial en la vida de los changos costeros. Del lobo marino ellos aprovechaban casi todo: carne, sangre, grasa, huesos, intestinos, tendones, cueros, pelos. El toldo o techumbre de sus frágiles cabañas eran anchas tiras de cuero de este animal, transportables incluso en sus balsas. Chango y lobo marino constituían una unidad consubstancial, inseparable.
(16) Los lobos marinos, máxime en la proximidad de los roqueríos donde viven, forman colonias muy numerosas, formadas por centenares de individuos.
(17) Ya hemos aludido a la importancia vital de la caza del lobo marino para estos pescadores-recolectores marinos. El lobo marino y su aprovechamiento integral fue un elemento esencial, infaltable, en su cultura.
(18) Esta "pez" que servía para tapar los agujeros o las roturas ocasionales hechas por tiburones o desgaste natural en sus balsas, la obtenían muy probablemente de resinas vegetales (como la que exsuda por el tallo la planta llamada "sorona" y también "brea" (Thesaria absynthioides (Hook. et Arn.) o, tal vez, de la brea de alquitrán, presente en algunos yacimientos en forma natural. Nos inclinamos, en este caso al uso de la resina vegetal producida en los tallos de la "sorona", planta sumamente común y abundante en el piso de los valles y quebradas en el desierto de Atacama (regiones de Tarapacá y Antofagasta). Esta resina debió ser, por consiguiente, un valioso elemento de intercambio cultural entere los grupos costeros y los agro-ganaderos de las quebradas. No recordamos, sin embargo, haber visto referencias concretas a evidencias de este tipo halladas en trabajos arqueológicos de la costa.
Utilidad de estas notas para el lector.
A través de estos comentarios nuestros, en forma de notas al pie, estimamos que se pueden aclarar y/o enriquecer algunos dichos del sabio alemán en esta valiosa cita. Aporta Burmeister varias ideas nuevas, poco conocidas, sobre el modo de operar y construir sus famosas balsas de cueros de lobos marinos. Y en este aspecto radica, a nuestro juicio, gran parte del valor de esta cita.