En los párrafos que siguen, trataremos de demostrar que, para un antropólogo o geógrafo, todo auténtico conocimiento nuevo, debe terminar en un uso, un empleo, una aplicación concreta. No puede quedar en el limbo de lo meramente "posible". El conocimiento humano no ha sido pensado para encubrirlo, ocultarlo; todo lo contrario. De eso nos habla Goethe en su célebre cita que desmenuzamos aquí, bisturí en mano. Aplicaremos aquí las ideas de Goethe al tema específico del "agua de la niebla", los atrapanieblas y su aplicabilidad concreta, temas que hemos estado estudiando en los últimos 20 años en la región de Tarapacá..
Fig. 1. Atrapanieblas de prueba o Standard Fog collectors (SFC), instalado en el portezuelo de Alto Patache en Julio de 1997. El más alto, de 1 m2 de superficie de malla raschel, se halla ubicado a los 750 m. snm. El atrapanieblas pequeño, de sólo 1/4 m2, nos permite inferir por aproximación, la cantidad de agua que podría captar y hacer condensar un arbusto de ese mismo tamaño y alto.
Fig 2. Por la tarde, la capa nubosa asciende rápida e impetuosamente impulsada desde el Weste (desde el mar) por los vientos alisios y empieza a cubrir la superficie de la pampa interior, situada a los 775 m de altitud s.n.m. Vista tomada de Este a Weste, en el oasis de niebla de Alto Patache. Esta zona, en una extensión de 4-5 km., presenta un enorme potencial de captación de agua atmosférica. Una imponente reserva de agua para el futuro de las poblaciones costeras situadas al lado del mar y de los cerros. (Foto H. Larrain).
¿Qué tiene que ver Goethe en este asunto?.
El gran poeta alemán Johann Wolfgang Goethe acuñó una verdadera frase para el bronce, que debería guiarnos siempre como un gran faro iluminador de nuestro quehacer como investigadores. Es al menos lo que pienso hoy con más de 40 años de experiencia de terreno. Veamos el texto:
"Es ist nicht genug zu wissen, man muss auch anwenden; es ist nicht genug zu wollen; mas muss auch tun".
En buen romance: "No es suficiente saber, también se debe aplicar; no es suficiente querer, también es preciso actuar (hacer)."
Esta brillante frase, muy poco conocida y menos aún aplicada en nuestro medio, será el motivo de nuestras reflexiones de hoy. Ojalá ellas iluminen algunas mentes de jóvenes científicos y los predispongan a un nuevo concepto de desarrollo: el "eco-desarrollo", es decir un desarrollo in situ, aprovechando y utilizando inteligentemente las ventajas comparativas de su medio ambiente, de su territorio aledaño.
El porqué de este capítulo.
Hace unos pocos días atrás, entre el 3 y 7 de Enero de 2014, se desarrolló un Workshop como parte de un Summer School de la Pontificia Universidad Católica de Chile en el oasis de niebla de Ato Patache, a 65 km al Sur de la ciudad de Iquique (Chile). En este Encuentro, participaron estudiantes de arquitectura de varias Universidades chilenas y, también, un grupo de estudiantes extranjeros venidos de Australia, Francia y República Dominicana. Se nos pidió que en esa ocasión, explicáramos ante tan heterogéneo público, el origen y desarrollo de nuestro Proyecto de captación del agua de la niebla, a partir de sus humildes inicios en 1997. A la sombra de una cobertizo de malla raschel que nos liberaba del sol abrasador, nos apretujamos los 35 estudiantes y profesores para escuchar a los expositores. Terminada nuestra charla, hecha en una mezcla bizarra de inglés y castellano, un estudiante australiano nos preguntó:
"si son tantas y tan evidentes las ventajas de este método de obtención de agua, y es tanto el volumen de agua que se puede obtener, ¿por qué no se ha logrado llevar a la práctica esta tecnología en mayor escala en este país?
La pregunta era sumamente atingente y lógica, venía muy a cuento en ese instante y, además, venía a remecer, precisamente, las fibras más delicadas de la estructura misma de nuestro quehacer científico universitario en este oasis de niebla. Esbocé como pude una rápida respuesta, un poco para salir del paso, y al instante se me vino a la memoria esa frase de Goethe, con que encabezamos esta reflexión: "No basta saber, también hay que aplicar; no basta querer, también es preciso actuar ( hacer).
El estudiante, sin siquiera darse cuenta de ello, "había puesto el dedo en la llaga". Y esta llaga empezó a sangrar....
El estudiante, sin siquiera darse cuenta de ello, "había puesto el dedo en la llaga". Y esta llaga empezó a sangrar....
Nuestra respuesta más obvia, típicamente universitaria, sonaba algo así como: "no nos compete a los científicos el aplicar el conocimiento que obtenemos con nuestro esfuerzo; solo es de nuestra incumbencia el aportar el conocimiento y echar las bases científicas para que, otros, los especialistas, lo apliquen en beneficio de la especie humana". En otras palabras, afirmamos con aplomo: "los científicos somos los creadores de conocimientos nuevos. Ahora bien, el cómo, cuándo, dónde y de qué modos esto se lleva a la práctica, eso -lo decimos muy ufanamente- " eso es harina de otro costal", es decir, eso atañe a otros, no a nosotros". Con lo cual nos quedamos instalados cómodamente, muy satisfechos, "durmiendo en nuestros laureles" y gozando de nuestras lucubraciones y razonamientos, muy felices de haber "descubierto" algo de precioso valor, digno de un galvano. Y estimamos que hasta ahí llegaba nuestra obligación como investigadores.
¿Es esto tan así?. Goethe nos viene a despertar de nuestros idílicos sueños, al señalarnos algo bastante diferente, mucho más exigente ; algo que nos dice machaconamente que la tarea recién empieza: "No es suficiente saber, también hay que aplicar....".
Man muss auch anwenden!. Es el postulado imperativo que nos señala Goethe como tarea. Pero, ¿se referirá también a nosotros los científicos?.
1. No basta saber.
"Saber", acumular "conocimientos" es lo que hemos hecho en el oasis de niebla de Alto Patache desde inicios del año 1997 hasta hoy mismo. A raudales!. Tenemos verdaderas montañas de conocimientos: de su flora y de su fauna, de su clima y sus variaciones a lo largo del año, de su geografía, de su geomorfología y formaciones dunarias, de su arqueología, de su entomología. Cientos de archivadores, disquettes y ahora CDs llenos de datos, tablas, artículos, folletos publicados, fotos....¿Qué más nos faltaría?. Tal vez una pizca de paleo-ecología y otro mendrugo de paleo-biogeografía para saber dónde y qué especies pulularon en el oasis hace 15.000 o 20.000 años atrás. Muy poco más. Tal vez una poquitín de eco-historia lugareña, o de paleo-geografía.... Resulta, entonces, que casi todo lo que en este oasis es "conocible" (cognoscibilis), es ya para nosotros, después de tantos años, "conocimiento adquirido"!. ¿Qué falta, entonces?. ¿Hay algo más que hacer?
¿Estamos satisfechos con este resultado?.
1. Algunos, probablemente sí; cumplieron su sueño: exploraron, prospectaron, catalogaron, midieron y clasificaron, compararon. Hicieron hermosas tablas y figuras exquisitas. Bases de datos "potencialmente" muy útiles. Se graduaron con honores con hermosas Tesis de Grado. Se lucieron en los Congresos de su respectiva área científica (Biología, Arqueología, Geografía, Geomorfología o Climatología). Algunos hasta recibimos premios y distinciones....Pero las caletas costeras siguen esperando el milagro del agua a la que tienen ciertamente "derecho", por una ancestral especie de ius soli" (derecho sobre el suelo, esto es, el territorio donde viven); las comunidades de la costa desértica siguen reclamando el cumplimiento de nuestros compromisos no escritos, es verdad, pero sugeridos y acariciados como inminente posibilidad, en múltiples ocasiones.
Se me vienen sin querer a la memoria las palabras del Pontífice romano Juan Pablo II: "los pobres no pueden esperar"!.
2. Otros, no, entre los que me cuento. A la verdad, no estoy personalmente satisfecho con lo realizado hasta aquí, porque claramente -en la iluminadora perspectiva en la que nos pone Goethe- falta aún mucho por hacer. Falta más de la mitad del camino por recorrer. Ese "anwenden" (= usar, emplear, aplicar) es una demanda terriblemente exigente, a la que, por desgracia, no hemos prestado oídos hasta hoy. Podríamos tal vez preguntarnos: pero, ¿es esto de responsabilidad nuestra?. ¿No será, tal vez, de otros?.
3. Creo que hemos fallado.
Opino que sí; hemos fallado. Porque despertamos muchas esperanzas entre los pobladores de la costa. Abrimos una gigantesca compuerta de deseos y anhelos, los que no hemos cumplido hasta ahora. Solo nos hemos contentado con prometer un "mañana", lejano, esquivo, no urgente, de muy largo plazo.... Porque nosotros mismos no necesitábamos con suma urgencia ese regalo, ese milagro, el del agua abundante: lo tenemos en casa, a discreción, todos los días, gracias a la asistencia del Estado protector. Si la hubiéramos necesitado para nosotros mismos y nuestras familias ( ex hypothesi) y con apremio, y otro habría sido de cierto el rumbo tomado; otros los resultados y los logros. De esto estamos seguros.
4. ¿En qué hemos fallado?
En estos últimos dos años, un tanto alejado de la responsabilidad directa del proyecto del oasis de niebla de Alto Patache, he pensado mucho en este punto. Al fin y al cabo, he trabajado en esta zona costera de Iquique por espacio de 15 años ininterrumpidos. ¿En qué hemos fallado?. Trataremos de reflexionar serenamente sobre este tema, candente, exigente, demandante. Estimo que lo exige nuestra calidad de científicos (es decir, expertos en conocimiento nuevo, útil a la humanidad), si es que realmente lo somos. No sé qué pensarán al respecto mis estimados colegas de la Universidad Católica y/o del Centro del Desierto de Atacama. Con lealtad y mucha humildad, pues, expondré someramente mi pensamiento de antropólogo cultural. Estas ideas brotan de la comparación entre lo logrado en el sitio El Tofo y Caleta Chungungo, entre 1980-1992 y lo logrado en Alto Patache (entre 1997 y 2014). Sin duda, que mis apreciaciones o afirmaciones pueden no ser compartidas por todos. Pero es mi testimonio, un testimonio de una vida dedicada a enaltecer y valorar el legado cultural de las comunidades y la defensa acérrima de sus legítimos derechos (al territorio, al agua, a los recursos básicos, a sus valores culturales). .
5. Una objeción inmediata.
Se nos dirá, probablemente, que los objetivos que se trazaron esos dos Proyectos, fueron muy diferentes en uno y otro caso. Es muy cierto. Pero, ¿por qué cambiamos nosotros mismos los objetivos y los disfrazamos con una nomenclatura (objetivos, metodología, técnicas), muy diferente?. Nosotros mismos cambiamos los objetivos. Mientras en el caso del agua para la caleta de Chungungo, a partir del año 1982, el acento se puso desde el primer momento en el "estudio de factibilidad de dar agua potable" a dicha caleta y todos los dardos apuntaron hacia allá, hasta su plena consecución en 1992, en los Proyectos de estudio de Alto Patache primó -lo que es absolutamente cierto- un interés científico más inocente, más inocuo, ciertamente mucho menos social y educativo: el estudio del biome nativo para la conservación de las especies: el estudio de su clima y su biodiversidad. Tema sin duda urgente y apasionante en momentos en que el acelerado cambio climático a nivel planetario, por un lado, y la cercana instalación de Centrales termoeléctricas a carbón (al sur de Iquique), por otro, hacían imperativo su estudio y protección "en la medida de lo posible", antes del impacto previsible de la contaminación..
6. ¿Por qué cambiamos los objetivos?
No está demás pensar en los motivos que gatillaron nuestros nuevos Proyectos Fondecyt, más alejados del área social y comunitaria, y más próximos a la inquietud ecológica. Tratemos de focalizarlos:
6.1. El Proyecto de dotar de agua potable de la niebla, recogida en los cerros de el Tofo por más de cien atrapanieblas, puestos entre 1985 y 1991, funcionó a las mil maravillas durante casi cuatro años. Fueron clave para su éxito el apoyo incondicional de la CONAF (Corporación Nacional Forestal) y el apoyo económico del gobierno canadiense (a través de la institución "Fogquest" y el Environmental Service). Nuestro pequeño equipo, sustentado en el Instituto de Estudios y Publicaciones Juan Ignacio Molina de Santiago, dejó este Proyecto ya en el año 1984, cuando se hizo cargo CONAF IV Región.
¿Por qué falló el Proyecto Chungungo?.
6.2. Falló, a nuestro entender, por cuatro razones principales: a) por razones climáticas: la súbita presencia de vientos huracanados que derribaron, en 1996 y de golpe un grupo de captadores y no hubo reposición inmediata e instantánea de los mismos por ausencia de mecanismos ad hoc por parte de la comunidad de pescadores de Chungungo (factor comunitario); b) por falta de apoyo táctico por parte de la cercana Municipalidad de La Higuera, que siempre consideró el proyecto como algo extraño a ella; c) por el retiro de CONAF del Proyecto, dejando su responsabilidad totalmente en manos de la propia comunidad de Chungungo; y d) por la incapacidad demostrada por la comunidad de la caleta de asumir esta dura responsabilidad; no se hizo oportunamente y con anterioridad una tarea de formación de líderes, tanto social como técnica en previsión de posibles catástrofes por razones naturales. Es decir, no se supo crear un organismo comunitario del tipo de una Cooperativa, que asumiera dicha responsabilidad.
6.3. La comunidad de pescadores sabía perfectamente que en caso de surgir problemas, el camión aljibe de la Municipalidad volvería a surtirlos del vital, elemento, aunque fuese de tarde en tarde. Esta certeza, distorsionó gravemente el curso ulterior de las acciones. La Municipalidad de La Higuera, ente que nunca se involucró a fondo en este proyecto pionero en el país, por razones bastante oscuras que un día habrá que investigar a fondo, es a nuestro entender y visto desde la distancia, la mayor y máxima responsable de esta catástrofe que bien se pudo evitar.
Triste mendicidad actual.
3. Debido a esta situación, la comunidad de Chungungo que por un breve tiempo fue dueña y señora de su agua, pasó a depender en forma diaria de un ente municipal externo a ella, muy distante (65-70 km), con lo que tal oprobiosa dependencia ha producido, lamentablemente, un forma velada pero real de cuotidiana mendicidad. Hoy volvieron a ser "mendigos" de un Estado protector que los asiste, pudiendo haber sido dueños y señores de este recurso vital: excelente, abundante y seguro. Tal es el destino de comunidades inexpertas cuando no son capaces de afrontar desafíos en pro de su propia libertad e independencia, en pro de su propio eco-desarrollo y etno-desarrollo.
"Hay que aplicar" (Man muss anwenden) , nos dice Goethe. ¿Por qué?.
¿Qué entiende Goethe por "aplicar" o "emplear", o "usar" (esto es, anwenden)?. Los conocimientos adquiridos son para ser usados, aplicados, no para ser conservados en frascos con formol, como las lagartijas en las antiguos Museos de biología. ¿De qué sirve, en efecto, un conocimiento cierto, que celosamente es guardado por los científicos en sus artículos especializados, a los que solo los iniciados tienen acceso franco?. Todo conocimiento nuevo debe contribuir al progreso de la humanidad; de toda la humanidad. Puede y debe ser usado o empleado por la humanidad del futuro en su propio beneficio. Si no, estrictamente no es "conocimiento" humano. Pues conocer algo, es hacer partícipes a muchos de un descubrimiento, de un hallazgo. Soberbio y arrogante sería el científico que descubre algo solo para su goce y solaz particular, pero lo encubre y soterra para sus coterráneos, máxime cuando éstos lo necesitan, como en el caso en estudio aquí.. Des-cubrir, es precisamente dejar a la vista de todos lo que se hallaba soterrado, oculto u olvidado.
Descubrir para usar.
Pero Goethe va más lejos. No solo consiste en des-cubrir, esto es, mostrar al desnudo una realidad; es preciso usarla, emplearla, aplicarla a la vida real y concreta para que, con ese elemento nuevo sea posible llevar una vida mejor. Yo des-cubro un tesoro oculto para gozarlo, venderlo, o cambiarlo por otro mejor. No para "encubrirlo" -como de ello a veces abusamos bastante los científicos- usando un enrevesado y críptico lenguaje, solo inteligible para algunos pocos "iniciados", los dueños de ese vocabulario que permite su perfecta intelección. Por eso, todo descubrimiento debe ser acompañado de una especie de "plan de manejo" práctico que permita su "uso", su "empleo". La frase la termina Goethe con un: "es ist nicht genug zu wollen, Man muss auch tun" . Esto es, "no es suficiente querer, también hay que hacer (esto es, actuar). Querer hacer las cosas no es sinónimo de hacer las cosas. Esto último es lo que nos reclama Goethe: debemos pasar del querer al hacer, del mero deseo o anhelo, a la acción. Aunque sea a nivel de maqueta experimental. Del mero conocer en el secreto del laboratorio o del computador, a un "dar a conocer a otros": urbi et orbi; para uso de la humanidad.
Aquí parecería estar la clave para el científico.
El científico que se precie de tal, está siempre al servicio de una comunidad, de su comunidad. Ésta financió sus estudios y todos sus trabajos de investigación. Es, por tanto, absolutamente razonable que la comunidad nacional pida cuenta al científico del uso y empleo de los resultados de su investigación o del no-uso u ocultamiento de los mismos. Como en la parábola evangélica, la luz (del "conocimiento" en este caso) debe ser "puesta sobre un candelero y no ser ocultada bajo el celemín" (Cfr. Lucas 8, 16-18). Función propia de la luz es, obviamente, iluminar. Función del conocimiento es dar a conocer a otros lo conocido. Si no fuere así, ¿para qué conocer? ¿Solo por darme el gustito de descubrir algo, encerrado en el secreto de mi computador?.
¿Cómo pudimos (o debimos) haber aplicado o empleado algo del agua colectada de la atmósfera?.
Aterrizando nuestra idea a lo concreto, es decir, a la necesaria aplicación del conocimiento adquirido por nosotros en torno al tema de las niebla y el agua atmosférica, estimo hoy que debimos al menos haber sido capaces, en el oasis de Alto Patache, de bajar parte del agua colectada, desde los 800 m. (en el borde del acantilado costero) hasta la base de la terraza marina,(80 m. snm.) destinando para ello una mínima parte de los dineros del Proyecto. Porque una cosa es colectar agua a los 800 m. de altitud, lejos de la vista de los pobladores costeros, y otra, muy diferente, dejar el agua a pocas decenas de metros de sus viviendas. Porque esto último es lo que se llama "efecto demostración". El agua está ahí, a la vista de todos. Recién en ese momento, logramos demostrar que se puede "ordeñar las nubes", produciendo agua de excelente calidad para el uso humano.
¿Mirada retrospectiva o nostálgica?.
Mirando ahora (2014) retrospectivamente el enorme despliegue de esfuerzos desarrollados entre 1997 y 2011, estoy seguro, que de haber sido capaces de haber hecho descender (por cañería) el agua hasta los 60 m. de altitud (la base o piedemonte de los cerros de la costa), habríamos logrado interesar rápidamente a las autoridades de la Región y de la Comuna, de la ZOFRI u otros organismos privados en el desarrollo de un pequeño proyecto productivo. Lo que fue siempre nuestro anhelo más caro. Habríamos, de inmediato, provocado la atención de las caletas más cercanas (entre otras, Chanabaya o Caramucho), siempre sedientas de agua; habríamos logrado - tal vez - unir a las facciones que hoy se disputan allí el poder, en torno a un gran proyecto común, que aportaba un beneficio general, inesperado: el agua.
Tal vez todo hubiera sido diferente!.
Soy de opinión de que, en este caso, el giro de las investigaciones habría sido muy diferente. Nos hizo falta poner a la vista de todos un potente y visible "efecto demostración". Aun cuando se hubiera tratado de una instalación solo de prueba, esto es, meramente experimental, habría causado el efecto buscado: el apoyo decidido de terceros para el inicio de un trabajo de mayor envergadura..
Nuestro "mea culpa" sincero.
Nos faltó ( debo decir más bien, "me faltó") decisión, audacia, compromiso con la comunidad humana aledaña, cercana. Nos faltó visión de futuro. Nos faltó, en una palabra, coraje. Tal vez, el fracaso experimentado en el abastecimiento de agua de niebla de la caleta de Chungungo, ocurrido hacia el año 1995-96, fracaso que ciertamente no fue atribuible en ningún caso a nuestro equipo (nos habíamos retirado de ese Proyecto ya en 1985), influyó negativamente -así lo sospecho- en nuestros planes y desvió nuestra atención de la comunidad humana vecina. Y para sortear nuestra responsabilidad social ante la comunidad humana, nos concentramos en el estudio de las comunidades bióticas animales y vegetales y el estudio del clima de niebla, tarea que hemos cumplido a cabalidad.
La gran tarea pendiente.
La moraleja es obvia. Hay una ineludible tarea pendiente y un compromiso tácito incumplido. Es algo tan obvio, que si hemos probado ya la posibilidad cierta de dar agua a comunidades cercanas, debemos agotar esfuerzos por hacerlo realidad y pronto, cueste lo que cueste. Para ello, a mi entender se necesitan tres cosas fundamentales: a) el concurso decidido de geógrafos humanos (además de geógrafos físicos o climatólogos) y de antropólogos sociales en el Proyecto; y b) el apoyo incondicional de instituciones universitarias regionales y de empresas regionales de prestigio que aseguren por una parte la aceptación de la (o las) comunidad(es) beneficiaria(s) , y la continuidad del proyecto en el tiempo. Y, c) el apoyo irrestricto de la comunidad y sus líderes. Tarea ímproba que sin duda incumbe a los nuevos directivos del Centro del Desierto de Atacama (CDA), de la Pontificia Universidad Católica de Chile que asumirían en Marzo 2014.
¿Es esto tan así?. Goethe nos viene a despertar de nuestros idílicos sueños, al señalarnos algo bastante diferente, mucho más exigente ; algo que nos dice machaconamente que la tarea recién empieza: "No es suficiente saber, también hay que aplicar....".
Man muss auch anwenden!. Es el postulado imperativo que nos señala Goethe como tarea. Pero, ¿se referirá también a nosotros los científicos?.
1. No basta saber.
"Saber", acumular "conocimientos" es lo que hemos hecho en el oasis de niebla de Alto Patache desde inicios del año 1997 hasta hoy mismo. A raudales!. Tenemos verdaderas montañas de conocimientos: de su flora y de su fauna, de su clima y sus variaciones a lo largo del año, de su geografía, de su geomorfología y formaciones dunarias, de su arqueología, de su entomología. Cientos de archivadores, disquettes y ahora CDs llenos de datos, tablas, artículos, folletos publicados, fotos....¿Qué más nos faltaría?. Tal vez una pizca de paleo-ecología y otro mendrugo de paleo-biogeografía para saber dónde y qué especies pulularon en el oasis hace 15.000 o 20.000 años atrás. Muy poco más. Tal vez una poquitín de eco-historia lugareña, o de paleo-geografía.... Resulta, entonces, que casi todo lo que en este oasis es "conocible" (cognoscibilis), es ya para nosotros, después de tantos años, "conocimiento adquirido"!. ¿Qué falta, entonces?. ¿Hay algo más que hacer?
¿Estamos satisfechos con este resultado?.
1. Algunos, probablemente sí; cumplieron su sueño: exploraron, prospectaron, catalogaron, midieron y clasificaron, compararon. Hicieron hermosas tablas y figuras exquisitas. Bases de datos "potencialmente" muy útiles. Se graduaron con honores con hermosas Tesis de Grado. Se lucieron en los Congresos de su respectiva área científica (Biología, Arqueología, Geografía, Geomorfología o Climatología). Algunos hasta recibimos premios y distinciones....Pero las caletas costeras siguen esperando el milagro del agua a la que tienen ciertamente "derecho", por una ancestral especie de ius soli" (derecho sobre el suelo, esto es, el territorio donde viven); las comunidades de la costa desértica siguen reclamando el cumplimiento de nuestros compromisos no escritos, es verdad, pero sugeridos y acariciados como inminente posibilidad, en múltiples ocasiones.
Se me vienen sin querer a la memoria las palabras del Pontífice romano Juan Pablo II: "los pobres no pueden esperar"!.
2. Otros, no, entre los que me cuento. A la verdad, no estoy personalmente satisfecho con lo realizado hasta aquí, porque claramente -en la iluminadora perspectiva en la que nos pone Goethe- falta aún mucho por hacer. Falta más de la mitad del camino por recorrer. Ese "anwenden" (= usar, emplear, aplicar) es una demanda terriblemente exigente, a la que, por desgracia, no hemos prestado oídos hasta hoy. Podríamos tal vez preguntarnos: pero, ¿es esto de responsabilidad nuestra?. ¿No será, tal vez, de otros?.
3. Creo que hemos fallado.
Opino que sí; hemos fallado. Porque despertamos muchas esperanzas entre los pobladores de la costa. Abrimos una gigantesca compuerta de deseos y anhelos, los que no hemos cumplido hasta ahora. Solo nos hemos contentado con prometer un "mañana", lejano, esquivo, no urgente, de muy largo plazo.... Porque nosotros mismos no necesitábamos con suma urgencia ese regalo, ese milagro, el del agua abundante: lo tenemos en casa, a discreción, todos los días, gracias a la asistencia del Estado protector. Si la hubiéramos necesitado para nosotros mismos y nuestras familias ( ex hypothesi) y con apremio, y otro habría sido de cierto el rumbo tomado; otros los resultados y los logros. De esto estamos seguros.
4. ¿En qué hemos fallado?
En estos últimos dos años, un tanto alejado de la responsabilidad directa del proyecto del oasis de niebla de Alto Patache, he pensado mucho en este punto. Al fin y al cabo, he trabajado en esta zona costera de Iquique por espacio de 15 años ininterrumpidos. ¿En qué hemos fallado?. Trataremos de reflexionar serenamente sobre este tema, candente, exigente, demandante. Estimo que lo exige nuestra calidad de científicos (es decir, expertos en conocimiento nuevo, útil a la humanidad), si es que realmente lo somos. No sé qué pensarán al respecto mis estimados colegas de la Universidad Católica y/o del Centro del Desierto de Atacama. Con lealtad y mucha humildad, pues, expondré someramente mi pensamiento de antropólogo cultural. Estas ideas brotan de la comparación entre lo logrado en el sitio El Tofo y Caleta Chungungo, entre 1980-1992 y lo logrado en Alto Patache (entre 1997 y 2014). Sin duda, que mis apreciaciones o afirmaciones pueden no ser compartidas por todos. Pero es mi testimonio, un testimonio de una vida dedicada a enaltecer y valorar el legado cultural de las comunidades y la defensa acérrima de sus legítimos derechos (al territorio, al agua, a los recursos básicos, a sus valores culturales). .
5. Una objeción inmediata.
Se nos dirá, probablemente, que los objetivos que se trazaron esos dos Proyectos, fueron muy diferentes en uno y otro caso. Es muy cierto. Pero, ¿por qué cambiamos nosotros mismos los objetivos y los disfrazamos con una nomenclatura (objetivos, metodología, técnicas), muy diferente?. Nosotros mismos cambiamos los objetivos. Mientras en el caso del agua para la caleta de Chungungo, a partir del año 1982, el acento se puso desde el primer momento en el "estudio de factibilidad de dar agua potable" a dicha caleta y todos los dardos apuntaron hacia allá, hasta su plena consecución en 1992, en los Proyectos de estudio de Alto Patache primó -lo que es absolutamente cierto- un interés científico más inocente, más inocuo, ciertamente mucho menos social y educativo: el estudio del biome nativo para la conservación de las especies: el estudio de su clima y su biodiversidad. Tema sin duda urgente y apasionante en momentos en que el acelerado cambio climático a nivel planetario, por un lado, y la cercana instalación de Centrales termoeléctricas a carbón (al sur de Iquique), por otro, hacían imperativo su estudio y protección "en la medida de lo posible", antes del impacto previsible de la contaminación..
6. ¿Por qué cambiamos los objetivos?
No está demás pensar en los motivos que gatillaron nuestros nuevos Proyectos Fondecyt, más alejados del área social y comunitaria, y más próximos a la inquietud ecológica. Tratemos de focalizarlos:
6.1. El Proyecto de dotar de agua potable de la niebla, recogida en los cerros de el Tofo por más de cien atrapanieblas, puestos entre 1985 y 1991, funcionó a las mil maravillas durante casi cuatro años. Fueron clave para su éxito el apoyo incondicional de la CONAF (Corporación Nacional Forestal) y el apoyo económico del gobierno canadiense (a través de la institución "Fogquest" y el Environmental Service). Nuestro pequeño equipo, sustentado en el Instituto de Estudios y Publicaciones Juan Ignacio Molina de Santiago, dejó este Proyecto ya en el año 1984, cuando se hizo cargo CONAF IV Región.
¿Por qué falló el Proyecto Chungungo?.
6.2. Falló, a nuestro entender, por cuatro razones principales: a) por razones climáticas: la súbita presencia de vientos huracanados que derribaron, en 1996 y de golpe un grupo de captadores y no hubo reposición inmediata e instantánea de los mismos por ausencia de mecanismos ad hoc por parte de la comunidad de pescadores de Chungungo (factor comunitario); b) por falta de apoyo táctico por parte de la cercana Municipalidad de La Higuera, que siempre consideró el proyecto como algo extraño a ella; c) por el retiro de CONAF del Proyecto, dejando su responsabilidad totalmente en manos de la propia comunidad de Chungungo; y d) por la incapacidad demostrada por la comunidad de la caleta de asumir esta dura responsabilidad; no se hizo oportunamente y con anterioridad una tarea de formación de líderes, tanto social como técnica en previsión de posibles catástrofes por razones naturales. Es decir, no se supo crear un organismo comunitario del tipo de una Cooperativa, que asumiera dicha responsabilidad.
6.3. La comunidad de pescadores sabía perfectamente que en caso de surgir problemas, el camión aljibe de la Municipalidad volvería a surtirlos del vital, elemento, aunque fuese de tarde en tarde. Esta certeza, distorsionó gravemente el curso ulterior de las acciones. La Municipalidad de La Higuera, ente que nunca se involucró a fondo en este proyecto pionero en el país, por razones bastante oscuras que un día habrá que investigar a fondo, es a nuestro entender y visto desde la distancia, la mayor y máxima responsable de esta catástrofe que bien se pudo evitar.
Triste mendicidad actual.
3. Debido a esta situación, la comunidad de Chungungo que por un breve tiempo fue dueña y señora de su agua, pasó a depender en forma diaria de un ente municipal externo a ella, muy distante (65-70 km), con lo que tal oprobiosa dependencia ha producido, lamentablemente, un forma velada pero real de cuotidiana mendicidad. Hoy volvieron a ser "mendigos" de un Estado protector que los asiste, pudiendo haber sido dueños y señores de este recurso vital: excelente, abundante y seguro. Tal es el destino de comunidades inexpertas cuando no son capaces de afrontar desafíos en pro de su propia libertad e independencia, en pro de su propio eco-desarrollo y etno-desarrollo.
"Hay que aplicar" (Man muss anwenden) , nos dice Goethe. ¿Por qué?.
¿Qué entiende Goethe por "aplicar" o "emplear", o "usar" (esto es, anwenden)?. Los conocimientos adquiridos son para ser usados, aplicados, no para ser conservados en frascos con formol, como las lagartijas en las antiguos Museos de biología. ¿De qué sirve, en efecto, un conocimiento cierto, que celosamente es guardado por los científicos en sus artículos especializados, a los que solo los iniciados tienen acceso franco?. Todo conocimiento nuevo debe contribuir al progreso de la humanidad; de toda la humanidad. Puede y debe ser usado o empleado por la humanidad del futuro en su propio beneficio. Si no, estrictamente no es "conocimiento" humano. Pues conocer algo, es hacer partícipes a muchos de un descubrimiento, de un hallazgo. Soberbio y arrogante sería el científico que descubre algo solo para su goce y solaz particular, pero lo encubre y soterra para sus coterráneos, máxime cuando éstos lo necesitan, como en el caso en estudio aquí.. Des-cubrir, es precisamente dejar a la vista de todos lo que se hallaba soterrado, oculto u olvidado.
Descubrir para usar.
Pero Goethe va más lejos. No solo consiste en des-cubrir, esto es, mostrar al desnudo una realidad; es preciso usarla, emplearla, aplicarla a la vida real y concreta para que, con ese elemento nuevo sea posible llevar una vida mejor. Yo des-cubro un tesoro oculto para gozarlo, venderlo, o cambiarlo por otro mejor. No para "encubrirlo" -como de ello a veces abusamos bastante los científicos- usando un enrevesado y críptico lenguaje, solo inteligible para algunos pocos "iniciados", los dueños de ese vocabulario que permite su perfecta intelección. Por eso, todo descubrimiento debe ser acompañado de una especie de "plan de manejo" práctico que permita su "uso", su "empleo". La frase la termina Goethe con un: "es ist nicht genug zu wollen, Man muss auch tun" . Esto es, "no es suficiente querer, también hay que hacer (esto es, actuar). Querer hacer las cosas no es sinónimo de hacer las cosas. Esto último es lo que nos reclama Goethe: debemos pasar del querer al hacer, del mero deseo o anhelo, a la acción. Aunque sea a nivel de maqueta experimental. Del mero conocer en el secreto del laboratorio o del computador, a un "dar a conocer a otros": urbi et orbi; para uso de la humanidad.
Aquí parecería estar la clave para el científico.
El científico que se precie de tal, está siempre al servicio de una comunidad, de su comunidad. Ésta financió sus estudios y todos sus trabajos de investigación. Es, por tanto, absolutamente razonable que la comunidad nacional pida cuenta al científico del uso y empleo de los resultados de su investigación o del no-uso u ocultamiento de los mismos. Como en la parábola evangélica, la luz (del "conocimiento" en este caso) debe ser "puesta sobre un candelero y no ser ocultada bajo el celemín" (Cfr. Lucas 8, 16-18). Función propia de la luz es, obviamente, iluminar. Función del conocimiento es dar a conocer a otros lo conocido. Si no fuere así, ¿para qué conocer? ¿Solo por darme el gustito de descubrir algo, encerrado en el secreto de mi computador?.
¿Cómo pudimos (o debimos) haber aplicado o empleado algo del agua colectada de la atmósfera?.
Aterrizando nuestra idea a lo concreto, es decir, a la necesaria aplicación del conocimiento adquirido por nosotros en torno al tema de las niebla y el agua atmosférica, estimo hoy que debimos al menos haber sido capaces, en el oasis de Alto Patache, de bajar parte del agua colectada, desde los 800 m. (en el borde del acantilado costero) hasta la base de la terraza marina,(80 m. snm.) destinando para ello una mínima parte de los dineros del Proyecto. Porque una cosa es colectar agua a los 800 m. de altitud, lejos de la vista de los pobladores costeros, y otra, muy diferente, dejar el agua a pocas decenas de metros de sus viviendas. Porque esto último es lo que se llama "efecto demostración". El agua está ahí, a la vista de todos. Recién en ese momento, logramos demostrar que se puede "ordeñar las nubes", produciendo agua de excelente calidad para el uso humano.
¿Mirada retrospectiva o nostálgica?.
Mirando ahora (2014) retrospectivamente el enorme despliegue de esfuerzos desarrollados entre 1997 y 2011, estoy seguro, que de haber sido capaces de haber hecho descender (por cañería) el agua hasta los 60 m. de altitud (la base o piedemonte de los cerros de la costa), habríamos logrado interesar rápidamente a las autoridades de la Región y de la Comuna, de la ZOFRI u otros organismos privados en el desarrollo de un pequeño proyecto productivo. Lo que fue siempre nuestro anhelo más caro. Habríamos, de inmediato, provocado la atención de las caletas más cercanas (entre otras, Chanabaya o Caramucho), siempre sedientas de agua; habríamos logrado - tal vez - unir a las facciones que hoy se disputan allí el poder, en torno a un gran proyecto común, que aportaba un beneficio general, inesperado: el agua.
Tal vez todo hubiera sido diferente!.
Soy de opinión de que, en este caso, el giro de las investigaciones habría sido muy diferente. Nos hizo falta poner a la vista de todos un potente y visible "efecto demostración". Aun cuando se hubiera tratado de una instalación solo de prueba, esto es, meramente experimental, habría causado el efecto buscado: el apoyo decidido de terceros para el inicio de un trabajo de mayor envergadura..
Nuestro "mea culpa" sincero.
Nos faltó ( debo decir más bien, "me faltó") decisión, audacia, compromiso con la comunidad humana aledaña, cercana. Nos faltó visión de futuro. Nos faltó, en una palabra, coraje. Tal vez, el fracaso experimentado en el abastecimiento de agua de niebla de la caleta de Chungungo, ocurrido hacia el año 1995-96, fracaso que ciertamente no fue atribuible en ningún caso a nuestro equipo (nos habíamos retirado de ese Proyecto ya en 1985), influyó negativamente -así lo sospecho- en nuestros planes y desvió nuestra atención de la comunidad humana vecina. Y para sortear nuestra responsabilidad social ante la comunidad humana, nos concentramos en el estudio de las comunidades bióticas animales y vegetales y el estudio del clima de niebla, tarea que hemos cumplido a cabalidad.
La gran tarea pendiente.
La moraleja es obvia. Hay una ineludible tarea pendiente y un compromiso tácito incumplido. Es algo tan obvio, que si hemos probado ya la posibilidad cierta de dar agua a comunidades cercanas, debemos agotar esfuerzos por hacerlo realidad y pronto, cueste lo que cueste. Para ello, a mi entender se necesitan tres cosas fundamentales: a) el concurso decidido de geógrafos humanos (además de geógrafos físicos o climatólogos) y de antropólogos sociales en el Proyecto; y b) el apoyo incondicional de instituciones universitarias regionales y de empresas regionales de prestigio que aseguren por una parte la aceptación de la (o las) comunidad(es) beneficiaria(s) , y la continuidad del proyecto en el tiempo. Y, c) el apoyo irrestricto de la comunidad y sus líderes. Tarea ímproba que sin duda incumbe a los nuevos directivos del Centro del Desierto de Atacama (CDA), de la Pontificia Universidad Católica de Chile que asumirían en Marzo 2014.