miércoles, 25 de julio de 2012

Visión de la obra de Gustavo Le Paige en 1981: A un año de ocurrida su muerte.

Fig. 1l Página uno del artículo: "Le Paige a un año de su muerte". Crónica de Luz María Astorga con fotos de Rodrigo Rojas, publicada en la "Revista del Domingo", del diario "El Mercurio" de Santiago de Chile, 28 de junio del año 1981 (nº 758).

Fig.2. Página dos del citado artículo.

Fig. 3. Pagina 3 del artículo mostrando a los entrevistados en San Pedro de Atacama y Santiago.

Fig .4. Página cuatro del artículo.

Fig. 5. Página cinco y última: la visita del Rector Alarcón Johnson de la Universidad del Norte.

Cómo llegó a mis manos este recorte de diarios.

La fiel compañera de mi vida en estos últimos 20 años, Marta Peña Guzmán, entre sus viejos papeles guardados como reliquia, me muestra éste, ajado y algo arrugado, que atrae inmediatamente mi atención . Es una interesante y valiosa entrevista hecha por Luz María Astorga en San Pedro de Atacama a los integrantes del Museo arqueológico y fue publicada en la "Revista del Domingo"" del diario "El Mercurio" de Santiago el día 28 de de Junio de 1981. Las fotos son obra de Rodrigo Rojas. Fotos y texto son testimonios muy elocuentes de una época, especialmente ahora, cuando se tiene hoy in mente la renovación total de la arquitectura del Museo fundado por el sacerdote-arqueólogo. Y también, cuando han desaparecido las momias de sus viejos anaqueles para engrosas las oscuras bodegas. Recoge la entrevista, además, los testimonios vivos e irrecusables de valiosos testigos de esa época: ayudantes atacameños de Le Paige, arqueólogos adscritos al Museo tras la muerte del sacerdote y, por fin, su enfermero particular.

Se impone hoy (2012) renovar la estructura del edificio que ya se ha hecho muy pequeño.

Los terremotos recientes han dañado peligrosamente su estructura hecha de frágiles adobes, y se impone renovarlo, dando la categoría que se merece a la mejor y más completa colección arqueológica de una amplia zona cultural en el Norte de Chile. Han transcurrido ya más de 30 años de esta publicación. Como tantos artículos de periódicos, yacía olvidado en un viejo cajón de una cómoda. Por cierto - que sepamos - Internet no lo había descubierto y publicado aún. Por ello nos adelantamos a hacerlo, agregando a la información de primera mano que nos trae "El Mercurio", algunos comentarios y adiciones nuestras. Como nos hemos propuesto desde hace un par de años, rescatar del olvido la figura egregia del padre Le Paige, convencidos de su notable actuación cultural y social en la zona de San Pedro de Atacama, nos he decidido a publicar este trabajo en sus colores originales.

La recolección de materiales culturales: una comparación.

Tal como Emilio Vaïsse, el párroco francés de San Pedro de Atacama en el año 1896 recogió, con ayuda de Felix Segundo Hoyos y Aníbal Echeverría y Reyes lo poco que aún se conservaba de la lengua kunsa o lickan antai de los antiguos atacameños en su valioso "Glosario de la Lengua atacameña", el sacerdote belga Gustave Le Paige recogerá y conservará con veneración y respeto miles de eximios testimonios culturales del pasado de la etnia atacameña entre las cuatro paredes de su abarrotado Museo. Su objetivo final, como el mismo lo dijera: "dar a conocer al mundo la cultura atacameña".

A lomo de mula o en un detartalado jeep Bronko.

Para ello, el joven sacerdote francés, misionero de 36 años, Emilio Vaïsse, recorrerá durante seis años incansable, cabalgando a caballo o en mula las aldeas de Cámar, Toconao, Peine, Socaire y Tilomonte, bebiendo ávidamente de labios de los atacameños más ancianos -como testimonia Alejandro Bertrand- los últimos retazos de la lengua más extraña y singular de toda América: el kunsa. El belga Le Paige, con más de cincuenta años a cuestas, hará otro tanto durante 25 largos años, primero a caballo, luego en un viejo y destartalado jeep, en procura de testimonios de esa raza, etnia y cultura que tanto llegó a fascinarle. Como que le entregó su vida entera.

El testimonio primerizo de los arqueólogos del Museo.

Aunque no se dice explícitamente, se deja entrever que su testimonio fue al principio bastante negativo respecto de la labor desarrollada por el sacerdote: "estas colecciones tienen un valor más bien turístico que científico", señalaron. Y, de hecho, los arqueólogos contemporáneos, con raras excepciones se mostraron muy reacios a aceptar las hipótesis y conclusiones de Le Paige y más aún, sus métodos de trabajo, que miraron con suspicacia cuando no con desdén. Pero cuando Patricio López, uno de los dos arqueólogos adscritos al Museo después de la muerte del sacerdote, encontró el famoso "Diario de Campo" del sacerdote -su preciada bitácora de viaje- donde anotaba, entre signos indescifrables y abreviaciones frecuentes, datos precisos de lugares, fechas, características y dibujos de las piezas halladas, cambió de opinión. Su Museo ya no era una simple "bodega de materiales desordenados".

La opinión de sus queridos ayudantes de campo.

El texto de esta crónica de Luz María Astorga nos interesa mucho hoy, porque recoge testimonios muy cercanos a la fecha de su muerte. Y porque toma muy en cuenta - lo que raras veces se hace- la opinión de sus queridos ayudantes de campo, Manuel Abán y Héctor Ramírez, gente sencilla y humilde que el supo valorar y formar. Nos tocó en aquellos años de 1963 al 1965 cuando frecuentábamos el Museo apoyando al padre Le Paige, conocer de cerca a ambos. Serios, responsables, adictos incondicionales a su maestro y amigo, Le Paige. Los dos arqueólogos aquí citados hace mucho tiempo ya nada tienen que ver con el Museo. Y que sepamos, tampoco se dedican hoy a esta ciencia. ¿Por qué?. Es un enigma que no sabemos resolver. Patricio López, que vive hoy en Iquique, nunca ha querido hablar al respecto. ¿Qué pasó?. "Será, tal vez, una tardía "maldición" de los viejos cráneos atacameños que tuvieron un día entre sus manos?.

Creemos que este vieja crónica y reportaje del año 1981, arroja potente luz tanto sobre la obra de Le Paige, como sobre las circunstancias que siguieron a su muerte. En ese interregno entre la muerte de le Paige en Santiago, en el Colegio San Ignacio de calle Alonso Ovalle un día 19 de Mayo de 1980 y la llegada de especialistas de prestigio académico, al parecer sucedieron cosas extrañas, que no han sido dilucidadas del todo. Así al menos nos lo confidenció un día el jesuíta José Vial S.J., poco antes de su muerte. Tal vez un día se sepa la verdad de lo ocurrido. Se rumorea que la extraña desaparición de valiosas piezas arqueológicas, entre ellas de varias tabletas de aspirar alucinógenos, propias de la cultura de la cultura Tiahuanaco, podría tener relación con todo este embrollo. Ojalá un día se conozca toda la verdad y se haga plena luz.

El artículo aquí reeditado por segunda vez, tras 30 años de silencio sepulcral, constituye a no dudarlo, un testimonio de la grandeza del humilde párroco belga que por más de 25 años recorrió inperturbable el desierto atacameño en busca no sólo de almas que salvar, sino de tesoros arqueológicos ocultos y soterrados que dar a luz para gloria de su etnia.
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lunes, 23 de julio de 2012

Oasis de niebla chilenos en Documenta-13. Exposición actual en el Instituto Friedericianum de Kassel (Alemania).

Fig. 1. El edificio "Museum Friedericianum" en la Friedrichplatz de la ciudad alemana de Kassel. Terminado en el año 1779, fue uno de los primeros Museos públicos de Europa y custodiaba la colección de Arte y la Biblioteca del Duque de Hesse-Kassel. A partir del año 1955, este hermoso edificio es el lugar destinado a las exposiciones internacionales de "Documenta". Estas exposiciones de Arte y Ciencia, se vienen realizando desde entonces cada cinco años. En este momento, la exposición está abierta en el Friedericianum y permanecerá hasta el mes de Septiembre 2012 ( foto tomado del Catálogo General de Documenta-13).

Fig. 2. Algunas de las fotografías elegidas para ser parte del Catálogo (Begleitbuch/ The Guide book) de la exposición de Kassel. Estas fotos de H. Larrain fueron tomadas entre los años 1980-1983 en el oasis de niebla de El Tofo, IV Región, a 75 km. al Norte de la ciudad de la Serena, a 900 m. de altitud en el Cordon Sarcos . Corresponden al período de investigaciones realizadas por el equipo científico del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile entre 1980 y 1984.

Fig. 3. Portada del Catálogo de la exposición. Volumen de 535 páginas que contiene las reseñas biográficas y fotos seleccionadas de los 193 expositores (Hatje Cantz, 2012).

Fig. 4. Breve reseña en alemán e inglés sobre el autor (Catálogo de Exposición, p. 82).

Fig.5. Fotografía seleccionada para la síntesis de expositores (Catálogo, p. 30).

Fig. 6. Contratapa del Catálogo, con el listado de todos los expositores.



Fig. 7. Lugar de exposición de los diferentes expositores en el edificio del Friedericianum, Kassel. El nuestro ocupa el Nº 97, en la rotonda del edificio.

Ocasión de esta exposición en Alemania.

Un buen día del mes de Febrero del año 2012 recibo un correo electrónico de Chuz Martínez, encargada de la futura exposición de Documenta-13 en Kassel. Alguien le ha comunicado en Santiago de Chile que en una recóndita ciudad del Norte de Chile, en pleno desierto de Atacama, vive un señor ya mayor que ha consagrado casi toda su vida al estudio y difusión del sistema de captación de agua de las nubes por medio de atrapanieblas. Chuz Martínez ha viajado meses por el mundo en busca de candidatos para la exposición de Documenta, que se realiza en la ciudad de Kassel cada 5 años. Alguien advirtió a Chuz que había un tipo extraño, un antropólogo cultural sui generis, que estaba absolutamente convencido que podía dar agua -ese cada día más escaso elemento vital- a los hombres, desde la atmósfera. Y nos pidió que le enviáramos el mayor número posible de fotografías de nuestros trabajos en pleno desierto, "cosechando las nubes". Así llegaron un día al correo del Friedericianum en Kassel más de 600 diapositivas de nuestros antiguos trabajos de captación de agua de niebla en El Tofo, Cordón Sarcos, Fray Jorge, Cerro Santa Inés de Pichidangue, Cuesta de Cavilolén. Trabajos que realizamos entre el año 1980 y 1985 con los geógrafos Pilar Cereceda y Nazareno Carvajal, en infinitos viajes, en nuestros propios vehículos, sin más incentivo que un afán vehemente de conocer la potencialidad de la nube y por entregar a las comunidades costeras - las caletas olvidadas- agua de la mejor calidad.

Chuz Martínez examinó las viejas fotografías Kodak tomadas entre 1980 y 1985, y consideró que éstas eran dignas de formar parte de la selecta muestra. Nosotros no lo podíamos creer...; en realidad, todavía no lo creemos del todo.


Exposición de Arte totalmente atípica.

Esta exposición no es una típica exposición de los artistas ya consagrados. Es en palabras de su actual promotora Carolyn Christov-Bakargiev una exposición:

"dedicada a la investigación artística y formas de imaginación que exploran el compromiso, la materia, las cosas, y la vida activa en conexión con una determinada teoría, pero sin subordinarse a ésta" .

Es una exposición de arte moderno, no sujeto a las categorías usuales de la estética consagrada por la "historia del Arte". Por eso intervienen en esta selección personajes muy disímiles: artistas, críticos de arte, científicos, pensadores, filósofos, de la más distinta índole, creadores autónomos, sin sujeción a Escuela alguna; todos tienen en común la creatividad, la búsqueda de la verdad, la convivencia de imaginación y técnica, o el anhelo por mejorar el mundo que nos rodea.

Los predecesores y pioneros.

Si bien es nuestro nombre el que ha sido aquí oficialmente premiado como "de especial interés", por ser un injerto curioso de arte y ciencia, una especie de esfinge, con cuerpo de león y cabeza humana, o un monstruoso centauro, de ninguna manera es éste mérito sólo nuestro. Como siempre, las ideas surgen de otras ideas embrionarias, manejadas antes por otros investigadores y así paso a paso avanza la ciencia. Cuando en el verano del año 1980 descubrí el sitio del Tofo como un potente oasis de niebla y propuse a mis colegas del Instituto de Geografía de la Universidad Católica hacer experiencias de captación de agua tal como yo lo había visto en la Universidad del Norte, en Antofagasta, entre los años 1963 y 1965, no hacía sino seguir con el mismo entusiasmo el impulso investigador que ví con mis propios ojos en Carlos Espinosa Arancibia (físico) y Germán Saa S.J., jesuita uruguayo y sismólogo, mis colegas entonces en la Universidad del Norte.

El trabajo en equipo.

Con Pilar Cereceda Troncoso, dinámica géografa y climatóloga de la Universidad Católica, hicimos un verdadero "voto" de consagrarnos de por vida a explorar esta fuente de agua dulce, y sin mirar en gastos o sacrificios pecuniarios o personales , y empezamos un recorrido sistemático por la costa en busca de posibles "manantiales atmosféricos", entre los altos cerros de la costa. Así, exploramos el Cerro Santa Inés de Pichidangue donde tuvimos un año entero un aparto midiendo el monto de agua captada, El cerro Talinay, Fray Jorge - conocido ya desde la época de Federico Philippi- , el Km. 275 de la carretera al Norte donde visitamos aguadas. Y no menos de cinco o seis lugares más situados en los cerros costeros entre Los Vilos y Coquimbo.


Nuestra metodología de trabajo.

Mientras Pilar Cereceda estudiaba afanosamente las cartas geográficas, en busca de pistas de posibles lugares ideales de captación, nosotros con Nazareno Carvajal primero y otros alumnos geógrafos, después, tratábamos de llegar a ellos, trepando por lugares inverosímiles y creando nuevas huellas de acceso. Entre tanto, estudiábamos toda la bibliografía disponible sobre el tema, desde Federico Philippi y su viaje pionero a caballo, hasta los trabajos de los alemanes en Fray Jorge. Sentíamos en aquellos años un verdadero vértigo, una auténtica vorágine por investigar en profundidad el fenómeno, por llegar a descubrir las fuentes de agua que algún día - siempre supimos que tal vez nosotros mismos no veríamos el sueño realizado- sería explotado en beneficio de las sufridas caletas costeras, las eternamente mendicantes de agua. Esos años entre 1980 y 1984 (fecha en que tuve que abandonar la Universidad Católica por despido masivo de personal), fueron una lucha contra le tiempo por descubrir lugares ideales de captación del agua de la niebla. Y los encontramos.

Es este esfuerzo mancomunado, este trabajo inicial en equipo el que ha rendido los frutos que hoy estamos cosechando. Mi nombre estará siempre indisolublemente unido a los nombres de Pilar Cereceda y Nazareno Carvajal, el hombre de Vicuña, compañeros de viaje sempiternos, con los cuales realizamos innúmeros viajes iniciales , en citroneta, o en jeep, y escribimos nuestros primerizos trabajos de investigación sobre la niebla. Poco a poco la investigación fue creciendo.


Falta todavía mucho por hacer.

Y así hemos llegado al día de hoy cuando se cosechan no pocas alabanzas y felicitaciones, pero se echa de menos realizaciones concretas que ayuden de verdad a saciar la sed de los pobladores de las caletas nortinas, tal vez los más desfavorecidos hombres del desierto más árido del planeta.

En este aspecto, debemos confesarlo, estamos aún en pañales.



viernes, 20 de julio de 2012

Un documento ya olvidado.La Declaración final de la Reunión de Antropología de los Países del Pacto Andino en 1975: La Paz, Bolivia.

Fig. 1. Página 1 del Documento firmado en La Paz, Bolivia.


Fig. 2. Página 2 del Documento.


Fig.3. Página 3 del Documento.


Fig. 4. Página 4 del Documento.


Fig 5. Página 5 del Documento.


Fig. 6. Página 6 del Documento.


Fig. 7. Página 7 y última del Documento firmado por los representantes Oficiales de los Países del Pacto Andino.


Ocasión histórica de esta Reunión de Antropología de los seis países andinos.

Mucha agua "ha pasado bajo los puentes" de la Antropología sudamericana andina durante estos 37 años transcurridos desde aquel 1975. Conviene, sin embargo, rememorar los humildes y difíciles inicios del diálogo inter-americano. El presente Documento denominado. "Primera Reunión de Antropología de los Países del Grupo Andino", ajado y ya marchito por el paso de los años, y que aquí nos atrevemos a presentar y comentar, lo hemos hallado entre viejos papeles y antiguos archivadores. Queremos darlo a la luz pública y reflexionar sobre él pues nos ha parecido que constituye un hito importante en este proceso de creciente re-etnificación hoy observable con gran interés entre nuestros pueblos indígenas del área andina. Tanto más cuanto que tenemos la cruda impresión de que nuestros países americanos están enfocando hoy sus políticas indígenas de maneras harto diferentes - y hasta contrapuestas- comprometiendo el diálogo inter-étnico e inter-cultural indispensable para la puesta en práctica de una sana y fructífera convivencia entre culturas y pueblos.

El desarrollismo desenfrenado actual.

Vemos con preocupación cómo un afán desarrollista a outrance, desenfrenado y sin control, lleva a nuestros pueblos a entregarse, atados de pies y manos, a agencias y empresas explotadoras internacionales que se afanan por extraer, en el más corto plazo posible, los recursos naturales del subsuelo (petróleo, gas, oro, plata, cobre, molibdeno, y ahora recientemente, el litio de nuestros salares andinos). Esta "carrera frenética" por el desarrollo - ya no importa tanto el tipo de desarrollo subsecuente- nos está llevando, a marchas forzadas, a un eventual agotamiento de nuestros recursos básicos, que son precisamente nuestra gran reserva para el siglo XXII y los siglos siguientes. ¿Qué dejaremos en herencia a nuestros descendientes, a aquellos que poblarán nuestras regiones americanas dentro de 200, 500 o 1.000 años más?. ¿A alguien le importa?. ¿Acaso nos importa hoy algo ese futuro lejano, nebuloso de la Humanidad?. Y, sin embargo, es el futuro que tendrán que vivir - y sufrir- nuestros descendientes, a causa de nuestra incuria, indolencia o despilfarro.

¿Somos hoy capaces de comprender las consecuencias de nuestros actos ecocidas?.

El saqueo de los recursos naturales, signo típico de la competitiva economía mundial del siglo XX, no sólo compromete la vida futura de nuestro planeta Tierra- como lo estamos viendo ante el espinudo problema del calentamiento global que ya nos acosa- sino se está convirtiendo en un destructor inmisericorde e implacable de culturas humanas y sus ecosistemas básicos. Como si fuera poco, en todos nuestros países unas pocas familias, enriquecidas súbitamente con el fácil y turbio negocio de la Bolsa, se están apoderando de los recursos básicos del Estado nacional de Chile (energía, agua, recursos lacustres y pesqueros, bosques, reservas metálicas) de un modo ya tan alarmante y descarado, que el desnivel en los ingresos entre los más ricos y los más pobres, ya empieza a ser tema de honda preocupación como un posible o probable "caldo de cultivo" de cruentas revoluciones y tormentas sociales. (Vea Punto Nº 3 de la Declaración adjunta).


Europa y sus "indignados sociales" ya está dando al mundo el grito de alerta. La hodierna casi desesperada situación económica de Grecia, España, Italia - producto de enormes desigualdades y de oscuros negocios bancarios soterrados, es otro grito de alerta. ¿Vamos acaso nosotros , tal vez, por el mismo camino, por la forma como estamos poniendo en práctica este "capitalismo salvaje" explotando nuestros recursos como si fuéramos la última generación humana que vivirá en nuestro Planeta Tierra?.

El proceso imparable de reetnificación de nuestros pueblos frente al desarrollo.

Numerosos episodios dolorosos y recientes ocurridos en la Araucanía chilena, así como en el altiplano y el oriente boliviano y peruano, o en la selva ecuatoriana, colombiana o venezolana, nos hacen reflexionar sobre la suma urgencia de tener criterios comunes para enfrentar estos desafíos a la convivencia pacífica, que la creciente, despiadada y ecocida explotación de nuestros recursos naturales, ha puesto recientemente sobre el tapete de la discusión en nuestros países. Las rebeliones indígenas, que hoy vemos proliferar por doquier, en todos nuestros países, no son sino una consecuencia de la sobre-explotación de sus tierras ancestrales y su recursos.

Un documento sacado del olvido.

Muy rara vez hemos visto referencias a un documento oficial, firmado por los representantes de los países miembros del Pacto Andino, con motivo de la celebración de la Primera Reunión de Antropología de los países firmantes. En efecto, el 20 de septiembre de 1975, en la ciudad de La Paz, Bolivia, en las oficinas del Instituto Boliviano de Cultura, se firmó un acuerdo que comprometía a los países del Pacto Andino. esto es Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile, a examinar las bases para una más asidua y fecunda cooperación en el plano antropológico. Con anterioridad a esta iniciativa, hubo numerosos acercamientos entre países más bien a nivel personal, entre sus investigadores y científicos, pero nunca antes a nivel de Estados.

El documento, junto con las ponencias presentadas por los respectivos países, fue publicado por el Instituto Boliviano de Cultura, la Paz, Bolivia, en el año 1976. Este documento toca puntos que hoy merecen nuestra serena y profunda reflexión antropológica. Porque conviene que investiguemos a fondo en qué aspectos hemos realmente avanzado en estos últimos 37 años, y en cuáles hemos quedado estancados o, tal vez, retrocedido.


Documento casi desconocido en el medio antropológico chileno.

En este sentido, este Documento, muy poco conocido y al parecer bastante ignorado por los antropólogos y arqueólogos chilenos, constituye el primer cimiento de una acción mancomunada entre nuestros países en materia de problemas comunes o en referencia a nuestros planes de desarrollo que, a lo que vemos, ya comprometen gravemente el patrimonio cultural de nuestras naciones.

Este Documento, redactado y suscrito hace ya 37 años en la Paz, Bolivia, sólo tenía la intención de iniciar y promover un diálogo efectivo entre nuestros países en materias de interés antropológico y arqueológico; trataba de ver si existían puntos de vista comunes. Pero posee sin duda el gran valor de relevar y poner sobre el tapete las problemáticas que por entonces parecían de mayor urgencia y envergadura para los investigadores antropólogos de los países firmantes.

Representación oficial de Chile.

Como representante oficial del gobierno de Chile de entonces, nos tocó en aquella oportunidad no sólo tomar parte activa en este Encuentro sino, además, contribuir a la discusión y redacción del presente Documento. La Comisión encargada de su redacción final, estuvo formada por Rosalía Avalos de Matos, (Perú), Plutarco Cisneros Andrade (Ecuador) y Horacio Larrain Barros (Chile).

En esta Primera Reunión de Antropología de los Países del Pacto Andino, cada país aportó con un trabajo de síntesis que contenía una visión de los problemas específicos de su respectiva nación con propuestas específicas y sugerencias de planes de acción.

¿Por qué se nos eligió para esta misión?.

Por aquel entonces (y desde el mes de Marzo del año 1973) , yo formaba parte, como antropólogo, del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile en el Campus Oriente de la Universidad, y en mi calidad de antropólogo cultural y arqueólogo (titulado en México en 1970), fui designado por el entonces Director del Instituto, el geógrafo humano don Hugo Bodini Cruz-Carrera para esta misión, que le fuera confiada al Instituto por el entonces Director del Instituto de Desarrollo Indígena (IDI) don Sergio Rivas Alonso.

Por qué la autoridad política de entonces (1973) recurrió al Instituto de Geografía de la Universidad Católica y no al Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad de Chile en busca de un representante para la citada reunión, es sin duda un tema que dice relación directa con la complicada situación política de entonces, bajo un régimen de dictadura militar, cuando el modo de pensar de los antropólogos (sobre todo de los antropólogos sociales) era mirado con suma desconfianza considerándoseles proclives a formaciones políticas de izquierda, cuando no abiertamente a partidos marxistas.


Para nosotros fue una experiencia riquísima e inolvidable.

Para nosotros, esa experiencia de compartir idearios y problemas antropológicos con colegas de los países vecinos, en aquellas densas jornadas de discusión y reflexión, fue inolvidable y, en buena parte, nos marcó en el desarrollo futuro de nuestras actividades como antropólogo y arqueólogo. Largas conversaciones con Rosalía Avalos de Matos, distinguida antropóloga peruana de larga y dilatada experiencia etnográfica y etnológica y con Plutarco Cisneros Andrade, ecuatoriano, dinámico creador e impulsor del Instituto Otavaleño de Antropología en Otavalo, Ecuador, fueron la antesala de mi posterior incorporación, durante más de dos años (1977-79) al Instituto de Antropología de Otavalo en calidad de Encargado y Responsable de tesistas extranjeros. Con ocasión de este Encuentro de Antropología en La Paz, tuvimos el gran privilegio de conocer de cerca y visitar por varias horas las ruinas de Tiahuanaco, junto al lago Titicaca, guiados por el eminente arqueólogo boliviano Carlos Ponce Sanginés, el gran experto en dicha cultura altiplánica.

Problemas cruciales que enfoca el Documento.

Como lo señalábamos más arriba, este Documento apunta a destacar los problemas y campos de interés que por entonces preocupaban a los antropólogos de nuestros países. Me atrevería a decir - recordando aquellas largas reuniones- que fue Rosalía Avalos de Matos, representante del Perú, quien más aportó a las ideas expresadas en este Documento-Proclama, en virtud de su gran conocimiento y experiencia sobre los problemas concretos del mundo indígena peruano. Algunos de los problemas aquí rozados ha ido adquiriendo con el paso de los decenios un cariz de peligrosidad que el Documento apenas tímidamente preanuncia. Algunos atisbos de éste, nos parecen hoy francamente proféticos. Nos referiremos a estos, próximamente.

Dos considerandos básicos.

El Documento se inicia mediante la exposición de varios "considerandos". Dos de ellos nos parecen de sumo interés:

a) el "Considerando" Número 2 apunta a la necesidad de que la investigación antropológica "no debe ser realizada con criterio meramente especulativo, sino que ha de constituirse en elemento básico para el mejoramiento de las condiciones de vida de nuestros pueblos".

Es decir se debe hacer Antropología no tanto para saber más y aportar nuevos conocimientos acerca de la vida cultural de los pueblos, en un prurito por revelar todos sus "secretos culturales", su modo propio característico de hacer cultura, sino para elevar su nivel de vida, más acorde a las exigencias del mundo moderno. No es que se pretenda con ello negar la posibilidad de adquirir conocimientos téoricos acerca de la vida, lengua y cultura de estos pueblos, como lo ha venido realizando la lingüistica, la etnografía y la etnología comparada desde sus inicios; esto sin duda es necesario tanto más cuanto que muchos pueblos indígenas (etnías) de escasa población van siendo rápidamente barridos por el avance de la "civilización".

Etapa previa: conocimiento cabal de su cultura y valores.

Llegar a conocer a fondo su cultura, sus modos de vida, su lengua, sus mitos y leyendas, es un deber ineludible para el antropólogo de campo. Si no lo hacemos, mucha sabiduría ancestral desaparece inexorablemente para siempre. Ninguna cultura se repite en el tiempo: todas son productos únicos, originales; creaciones típicas de los grupos humanos. Labor que de un modo eximio y ejemplar desarrollaron, entre muchos otros en distintas partes del mundo, los etnólogos Martín Gusinde y Anne Chapman entre los indígenas canoeros de Tierra del Fuego hasta mediados del siglo XX. En este sentido, es una gran pérdida que no hubiera existido un avezado linguista y un erudito etnólogo entre los lickan antai o atacameños en los inicios del siglo XIX, cuando la lengua kunsa aún era hablada en todas las aldeas del Salar de Atacama. Alejandro Bertrand, Emilio Vaïsse y el Presbítero Maglio llegaron por desgracia algo tarde, en las dos últimas décadas del siglo XIX, para tratar de salvar los retazos de esa curiosa e intrigante lengua hablada ya por entonces tan sólo por unos pocos ancianos. Lengua ya completamente desaparecida, que hasta hoy desafía los intentos de los especialistas por encasillarla en alguna familia lingüística del planeta.


El difícil y complicado tránsito al desarrollo con identidad propia.


Una vez conocidas a fondo su lengua y su cultura, viene la responsabilidad del antropólogo y del etnógrafo por estudiar cómo se pueden adaptar dichas comunidades a las exigencias del mundo de hoy sin renunciar a su propia identidad, idiosincrasia y personalidad cultural. A esto apunta el Considerando Número 2. En otras palabras, cómo introducirlos y acompañarlos para transitar a la etapa de desarrollo nacional, sin que pierdan sus más preciados valores culturales. Tarea extraordinariamente difícil y llena de dificultades. Acompañar a una tribu o etnia en su tránsito al desarrollo, que invade como el aire circundante todos los rincones de su comarca, y que el medio le exige y demanda de diversas maneras , es el inmenso desafío planteado al experto en cultura: el antropólogo o el sociólogo. No existe receta fija para ello. Para lograrlo, se requiere aunar cariño y amor por ese pueblo, conocimiento profundo de su cultura y, por fin, audacia para plantearse firmemente en la defensa de sus más íntimas convicciones y valores.

El segundo "Considerando" (Considerando Nº cinco):

"Que los antropólogos están capacitados para aportar conocimientos destinados a promover la integración del desarrollo armónico de nuestros países".

En principio, esta afirmación es muy cierta y valedera. Si el antropólogo es el gran experto en cultura, y si el tránsito hacia el progreso en un determinado país o región es un proceso eminentemente de tipo cultural (mucho más que económico), es obvio que sólo el antropólogo debería ser el único guía eficaz en dicho caminar. Pero el antropólogo se rige, en un país de derecho como el nuestro, por una legislación reguladora. Si esta es deficiente, anticuada, permisiva o ecocida, muy poco puede hacer, salvo exigir una nueva y más justa legislación.

La duda que nos asalta y nos inquieta: ¿están hoy preparados nuestros antropólogos para asesorar a las comunidades?


¿Se encuentra realmente preparado el antropólogo de hoy (social o cultural) para esta titánica tarea, probablemente la más ardua y difícil?. ¿Poseen todos los mismos parámetros para actuar o dicho de otro modo, coinciden todos en el modus operandi concreto?. ¿Poseen ellos la formación suficiente para enfrentar ese desafío?. Tengo mis serias dudas al respecto. Y por varias razones.

a) la primera, y tal vez la más importante, porque el tan mentado "desarrollo" es concebido, por distintas corrientes ideológicas, de modo muy diferente; a veces, diametralmente diferentes. Hay antropólogos para todos los gustos. Desde el pensamiento de la extrema derecha a la extrema izquierda. Hay de todo. Para unos - la corriente neoliberal- el desarrollo traerá consigo, por sí mismo, un mejoramiento de la calidad de vida de los pueblos. Incrementar por tanto significativamente la producción traerá consigo trabajo y bienestar y con éste, disminuirá automáticamente el número de pobres y cesantes. Todos serán más felices. Para otros, hay que romper el actual modelo de desarrollo: individualista, promotor y divulgador de desigualdades económicas, y promover cambios fundamentales.

b) Lo segundo, dice relación con el "mito del crecimiento indefinido". Hay que dar "rienda suelta" al desarrollo, creciendo ojalá a tasas del 6, 7 u 8 % anual. Para lograr esa meta, la consigna es que hay que crecer más y más, sin parar, tratando de superar a los países vecinos, en una carrera desenfrenada, caótica, casi suicida (o francamente ecocida). Para esto, en un país eminentemente minero como el nuestro, hay que atacar todas las reservas disponibles de metales, metaloides e hidrocarburos, dando el máximo de facilidades a las empresas extractivas extranjeras. El pretexto es que así se da abundante trabajo en la Región. Para facilitar entonces su accionar en el país, hay que rebajar las exigencias ambientales (o al menos no aumentarlas) y bajar los estándares legales de modo de no entorpecer su acción. Por tal razón los impuestos que se les exigen deben ser, para algunos, el mínimo posible. Otros piensan todo lo contrario: a mayor empoderamiento de las empresas de las riquezas nacionales (energía, agua, recursos metálicos y no metálicos) menor poder tiene el Estado. Y ahí caemos en el pensamiento liberal más puro. De paso, se abre el camino para el empoderamiento, a perpetuidad, por parte de empresas extranjeras o transnacionales de las reservas de agua, energía, y recursos mediante Leyes altamente permisiva al respecto. Las Leyes que hoy nos rigen en materia de derechos de agua, código minero y energía son las mismas o casi las mismas de la época del general Pinochet. Algunas, como la reciente Ley de Pesca en discusión parlamentaria, parecería quedar hoy peor de lo que fue hasta hace poco, para lograr la meta de un verdadero fortalecimiento de las pequeñas y medianas empresas y un freno a la expansión y control de los grandes consorcios.

c) Cualquier avance real en materias de uso y control comunitario de la energía, del agua, o de los recursos marinos o mineros (lo mismo o parecido podemos decir en materia de protección o resguardo de los "territorios indígenas" y Leyes protectoras de sus ecosistemas) requiere de modificaciones sustanciales a la legislación vigente, esencialmente individualista, además de anticuada, depredadora y por añadidura, decididamente facilitadora de los monopolios. La casi totalidad de los políticos actuales - quienes tienen en sus manos el poder de decisión en el Parlamento- no están ni han sido preparados para revertir esta a tendencia, por estar ellos mismos, muchas veces, fuertemente involucrados en dichas esferas de negocios. Es esto un verdadero círculo vicioso: los que deberían velar por disminuir las diferencias abismales entre ricos y pobres, son precisamente los que lucran a sus anchas con dichos negocios. La reciente discusión sobre el "lucro" en la educación (y la forma discreta de acallarla), ha dejado claramente al descubierto esta vergonzosa lacra.

d) De esta suerte, el antropólogo social y cultural, por más entusiasta e idealista que sea, está amarrado por dos "cabos" muy fuertes al "muelle" del pasado: por una parte no posee una visión única del tipo de desarrollo que se debería propiciar entre nuestros pueblos indígenas y etnias (tema de eterna discusión ente ellos) y, por otra, está atado por legislaciones calculadamente hechas en los tiempos de la Dictadura para reprimir los brotes del comunitarismo y facilitar el individualismo. y el abuso de la propiedad privada. La Ley Indígena de tiempos de Aylwin (1993) y sus ulteriores modificaciones, que prácticamente la desmantelan, son un ejemplo clásico del triste retroceso en esta materia.

¿Qué camino nos queda?.

1. No contentarse ante las probadas situaciones de injusticia y reclamar cada vez que se presenta la ocasión de pisoteo de la opinión de la mayoría ciudadana, so pretexto de una "ley". Las leyes son productos humanos, son modificables y deben modificarse ante los evidentes cambios surgidos en la sociedad. No hay leyes inmutables, salvo las que rigen el curso de los astros. La actitud de franca rebeldía de las comunidades humanas ante la instalación vergonzosa de Centrales Eléctricas, altamente contaminantes, es un valeroso ejemplo a seguir.

2. Deben los antropólogos tratar de aunar criterios y directrices frente al tema del desarrollo. En muchos puntos podrán ponerse de acuerdo. Al menos en los aspectos básicos. Por algo consideran la vida y cultura humana por encima de otros componentes económicos transitorios.

3. Se debe hacer cumplir los compromisos internacionales de Chile, como el Convenio 169 de la O.I.T que es a diario pisoteado y burlado en múltiples acciones y proyectos. Se le pisoteó en la Declaratoria del "Parque Nacional del Salar del Huasco", sin consultar, como correspondía hacerlo, a las pequeñas comunidades humanas que desde hace siglos viven en el sector, Se le sigue pisoteando hoy en el Salar de Atacama, con los proyectos inconsultos de explotación del litio, y qué decir en la Araucanía, a cada instante, en la defensa de los grandes consorcios de plantaciones de pinos a expensas de las empobrecidas comunidades mapuches, arrinconadas cada vez más a los terrenos más pobres, más insalubres.

4. Debemos modificar y perfeccionar (y probablemente extender) el curriculum de estudio de la Antropología en nuestras Universidades. Este es extremadamente pobre, por no decir misérrimo, en conocimientos de economía, geografía (física y humana), legislación nacional, y sobre todo, ecología, pilares básicos para entender la importancia del medio ambiente y su sustentabilidad en el tiempo. La formación antropológica, además, debe estar mucho más ligada al estudio del modo de vida real de las comunidades de carne y hueso. El antropólogo social y cultural, salvo cuando hace su Tesis de Grado (si es que la hace, porque en algunas universidades hasta se les ha eximido de hacerla), debe tener mucho más contacto vital con las comunidades, sus líderes y sus problemas actuales.

Los antropólogos deberían, como antaño en la vieja Escuela Británica de Malinowsky o Radcliffe Brown, pasar muchos meses viviendo entre las comunidades, aprendiendo a conocerlas in situ; no simplemente llegar con fajos de entrevistas y una grabadora a "estrujar" en un par de días a sus habitantes, como se suele hacer hoy. Pero esto requiere, de parte de las Universidades e Institutos de formación antropológica, un cambio radical en el enfoque del curriculum, y una inversión muchísimo mayor para lograr plenamente estos objetivos. No pocos centros universitarios que hoy forman antropólogos, se han convertido casi casi en "Institutos de tiza y pizarrón", con un exiguo y casi anecdótico trabajo en terreno, falto de un intenso, asiduo y sistemático contacto y compromiso con la comunidad.

(seguiremos intentando analizar este delicado aspecto de la formación antroplógica, y pedimos a nuestros lectores antropólogos nos aporten generosamente sus ideas y comentarios mediante un fuerte input basado en su experiencia personal).


Esperamos seguir ahondando, por la riqueza temática que encierra, en los problemas que plantea esta Declaración de 1975 de los seis países firmantes.

miércoles, 11 de julio de 2012

Curiosidades botánicas observadas en la quebrada de Quipisca: efectos del reciente aluvión de Febrero y Marzo 2012.


Observando las plantas surgidas del aluvión.

Las fotografías que a continuación se exponen, son fruto de dos expediciones nuestras realizadas a las áreas por donde bajó el reciente aluvión a la zona alta de la pampa del Tamarugal. El 11 de Febrero de este año 2012 se precipitó violentamente la avenida de agua como consecuencia inmediata de intensas lluvias ocurridas en el sector altiplánico, por efecto del llamado "invierno altiplánico" o "invierno boliviano". Las fechas exactas de nuestras visitas recientes fueron, respectivamente, el 30 de junio y el 7 de julio recién pasado.

Un escenario geográfico de desierto absoluto.

Mostraremos aquí el escenario geográfico físico, notablemente desértico e hiperárido, por donde bajó la torrentada de agua de enormes proporciones exactamente el día 11 de Febrero, fecha en que los pobladores del valle de Quipisca celebraban su Fiesta Patronal, la Virgen de Lourdes, en el sector de Puquios, donde se alza la actual Capilla católica. La repentina bajada del aluvión fue advertida telefónicamente a los moradores desde la vecina aldea de Parca. El agua tardó tan sólo una hora desde Parca al sector de Puquios, tanto fue el ímpetu y volumen que bajó, arrasando todo: vegetación natural, huertas, algunas casas de moradores, eras de cultivo y canales de regadío construidos en años de esfuerzo y trabajo.

Mientras el exceso y violencia de las aguas destruía todo a su paso por el fondo del lecho del río Quipisca, habitualmente seco, al llegar ya amansado y más quieto a los sectores mas bajos, produjo una floración de especies botánicas de gran interés. Estos son las paisajes y especies que mostramos en este capítulo. En uno nuestro anterior, publicado el 28 de junio, dimos cuenta del "jardín de plantas autóctonas" que se había formado más al sur, a unos 8-10 km al Oeste del poblado de Matilla, por las mismas causas. Curiosamente, a pesar de la relativa cercanía geográfica entre ambas quebradas (Quipisca al N. y Quisma, al Sur) las especies botánicas que aparecieron repentinamente fueron bastante diferentes, tanto en su número como en su especie. Lo que sería una prueba de que sus ecosistemas son de alguna manera, igualmente diferentes. Varias de las especies aparecidas en el curso inferior del río Quipisca no aparecen en Quisma y viceversa. ¿Por qué?. Son enigmas de la madre Naturaleza difíciles de interpretar.

Fig. 1. Llegada del río de Quipisca a la pampa. Se observa aquí numerosas huellas troperas antiguas que atraviesan el curso del río Quipisca hacia los 1.350 m. de altitud sobre el nivel del mar en dirección al Norte. Dichas huellas, aún perfectamente visibles, nos relatan el agitado tráfico que otrora tuvo esta ruta N-S por parte de caravanas de arrieros y comerciantes de los valles. En la parte superior derecha de la foto, destacan las últimas estribaciones bajas de la Cordillera de los Andes. El lecho visible de la quebrada de Quipisca posee aquí unos 670 m. de ancho medio medio, con escarpes a ambos costados del cauce. El escarpe del costado sur es muchísimo más elevado que el del lado Norte de la quebrada. ¿Por qué?. No nos queda claro. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).

Fig. 2. Cruzando el lecho seco, imperturbable después de siglos, el Qhapaqñan incaico o "Camino del Inca" se muestra aquí en una extensión de más de 350 m. Impresiona seguirlo a pié, único modo de hacerlo, observando las hiladas de piedras bien alineadas a sus costados y con un ancho de 3.5 a 4.0 m de ancho medio. Esta vía troncal inca unía las localidades de las quebradas, en su parte terminal, más baja. Ramales laterales se internaban quebrada adentro, hasta alcanzar los asentamientos humanos sitos aguas arriba. En capítulos siguientes, explicaremos, con lujo de detalles, por qué estamos tan seguros de que se trata realmente del Qhapaqñan inca y no de una huella tropera corriente, de época más reciente. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).

Fig. 3. Vista desde la terraza fluvial Norte de la quebrada de Quipisca hacia el Oeste, esto es, hacia la zona de su desembocadura en la Pampa del Tamarugal. Con excepción de algunos escasos arbustos de chilcas (Baccharis sp.) y escasos molles (Schinus molle) en estado casi moribundo, la aridez es flagrante, total. Cuesta imaginarse en tal inhóspito paisaje, la bajada súbita y la incontenible corriente de un río que se interna vehemente en plena pampa, para allí infiltrarse en los estratos profundos. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).

Fig. 4. Vista de detalle de una escasa y rara especie de arbusto que había logrado sobrevivir después del aluvión anterior, acaecido tal vez hace 10 ó 15, o más años aún. ¿Cómo logró sobrevivir tan largo tiempo sin agua?. Parece tratarse según me comunica mi buen amigo el botánico Sebastián Teillier, eximio conocedor de las plantas del desierto, de Trixis cacalioides (fam. Asteraceae o Compositae). Arbusto muy escaso en esta zona tarapaqueña; es mucho más frecuente en la precordillera de Arica, en la zona de las cactáceas columnares, de Zapahuira hacia Putre (com. pers. Dr. Laurence Packer).

La única explicación plausible para su presencia en este lugar tan seco, es que el agua sigue escurriendo en forma subterránea, a pocos metros de profundidad, originada en vertientes y aguadas vivas situadas en el interior de la quebrada. La capacidad de sobrevivencia de estas especies nos asombra y nos admira profundamente hoy. Este es uno de los aspectos que más nos cautiva en este desierto (Foto H. Larrain 7/07/2012).


Fig. 5. Arbusto denominado Trixis cacalioides (Fam. Asteraceae), que ha logrado sobrevivir por años en el lecho seco del río Quipisca. Con actual llegada de abundante agua que ya por varios meses baja por el cauce, ahora florece dichosa, ostentando ya por más de un mes sus diminutas y frágiles flores de un color amarillo pálido, las que observamos en la fotografía siguiente. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).


Fig.6. Close up a las flores y hojas de la planta anterior. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).

Fig.7. Ejemplar de Tiquilia atacamensis de flores color blanco, diminutas. Planta rastrera extremadamente abundante que crece sobre la arena mojada dejada por el escurrimiento reciente de las aguas de avenida. Vimos centenares de plantas de esta especie en distintos tamaños. Es una planta perenne. Esta planta, según hemos podido observarlo en los alrededores de Matilla posee infinidad de pequeños pelillos, en tallos y hojitas, los que le permiten captar y condensar el agua producida por el frecuente rocío matutino. Esta es, entre las plantas de pequeña talla la única que hemos observado viva en sitios totalmente secos y aún en arenales y pequeñas dunas donde ciertamente no tiene posibilidad alguna de succionar agua del subsuelo. Porque no la hay. Escala de la moneda de $100: 2.6 cm. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).


Fig. 8. El río de Quipisca. Corriente de agua cristalina, de excelente sabor al paladar, que baja desde hace ya meses por el valle de Quipisca rumbo a la dilatada pampa. Se inició la bajada del agua el 11 de Febrero y seguía todavía bajando en nuestra reciente visita del 7/07/2012. ¿Por cuánto tiempo más seguirá descendiendo agua por este valle hosco y reseco?. No creo equivocarme al señalar que posiblemente llegará al menos hasta el mes de Septiembre próximo. Lo constataremos. Para este desierto hiperárido, el más árido del planeta según los geógrafos, este es, tal vez, el milagro más elocuente. (Foto H. Larrain 30/06/2012).

Fig. 9. El autor y cronista de la expedición cruzando el lecho de más de 1,30 metros de ancho en este punto.(Foto C. Riffo, 30 Junio 2012).

Fig. 10. Cristian Riffo, nuestro ayudante antropólogo, probando el agua del río. A pesar de observarse pequeñas concentraciones salinas sobre las arenas blanquecinas a sus costados, el agua de este arroyo que probamos hoy nos pareció totalmente dulce y potable. (Foto H. Larrain, 30 Junio 2012).


Fig. 11. El autor y cronista arrodillado al costado del lecho del arroyo actual de Quipisca. No observamos en esta ocasión la presencia de pequeños coleópteros acuáticos (Gyrinidae) que suelen poblar estas aguas y hemos visto en visitas anteriores. (Foto C. Riffo, 30 de Junio 2012).


Fig.12. El curso del arroyo en nuestra visita del 7/07/2012, Nuestro acompañante y ex alumno Nicolás Prado Blei. Observe los arbustos de chilcas, secos, al fondo, originados y nacidos en eventos anteriores. (Foto H Larrain 7/07/2012).

Fig. 13. Foto muy elocuente. Atrás, un ejemplar muerto del árbol llamado molle o pimiento (Schinus molle). Sólo logró alcanzar esa talla. Adelante, recién nacido tras el aluvión reciente, un ejemplar de la misma especie. ¿Cuántos meses o años logrará vivir?. Le espera, lamentablemente, el mismo destino fatal del anterior: la muerte inexorable (Foto H. Larrain 7/07/2012).

Fig. 14. Curiosa planta llamada Reyezia juniperoides. Ostenta flores de un color azul intenso casi añil. Es el único ejemplar que pudimos encontrar de esta extraña especie, creciendo en la arena húmeda junto al agua corriente aunque la buscamos intensamente por los alrededores. Es muy probable que la semilla llegó hasta aquí desde muy lejos aguas arriba, arrastrada por el agua de aluvión. No tiene hojas propiamente tales o mejor dicho, éstas están transformadas en delgados filamentos como se observa en la fotografía. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).

Fig. 15. Close up a Reyezia juniperoides, mostrada en de foto anterior. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).


Fig. 16. Máxima aproximación que nos fue posible a la flor de Reyezia juniperoides. Nótese las extrañas hojas convertidas en gruesos filamentos como tallos. Recientemente, por comunicación escrita del botánico Sebastián Teillier, hemos podido disponer del nombre científico de esta extraña planta de desierto que nunca habíamos observado antes. (Foto H. Larrain 7/07/2012).


Fig. 17. Ejemplar juvenil de Cistanthe amaranthoides (antiguamente llamda Philippiamra pachyphylla). Esta especie era muy escasa en este paraje del valle de Quipisca, siendo, en cambio, relativamente abundante en la pampa adyacente al valle de Quisma, inundada por el reciente aluvión, en estas mismas fechas. (Fot H. Larrain, 7/07/2012).


Fig. 18. Extraño arbusto, cuyo nombre científico según nos acaba de informar nuestro amigo, el botánico Sebastián Teillier, es Huidobria fruticosa Phil. El ejemplar visto por nosotros era una planta totalmente aislada solitaria en el paraje, en el lecho del río Quipisca y junto al Camino del Inca. Sólo hallamos un solo ejemplar en el lugar. Vimos un hermoso ejemplar de abeja nativa, negra con tonos amarillos, revoloteando en torno a sus flores. Esta planta logra sobrevivir a numerosos años secos durante los cuales no corrió por aquí una sola gota de agua. Sin duda, se alimenta de napas subterráneas, poco profundas, que deben afluir desde las vertientes situadas aguas arriba, además del rocío matutino que logra condensar y captar en sus numerosos pelillos en hojas y tallos tiernos. La planta, en efecto, es sumamente velluda observada a la lupa. Esta rara especie de la familia Loasaceae vive tan solo en sectores del desierto extremo chileno, en las regiones de Tarapacá y Antofagasta. Esta rara y muy escasa especie fue descrita por primera vez, sobre la base de ejemplares descubiertos en las alturas de Paposo por don Rodulfo Amando Philippi en la revista "Anales de la Universidad de Chile", Nueva Serie, 1855, páginas 218-221, con el título de "Observaciones sobre la Huidobria fruticosa, especie de planta de la familia de las Loáceas", en Sesión del día 23 de mayo 1855. (Foto H. Larrain 7/07/2012).

Fig. 20. Hojas aserradas en su borde y botón floral de la misma especie anterior: Huidobria fruticosa fam. Loasaceae. La planta entera (hojas y tallos) está cubierta de infinidad de minúsculos pelillos con los que seguramente logra capta la humedad proveniente del rocío de las madrugadas. (Foto H. Larrain, 7/07/2012).

Fig. 21. Flores abiertas y cabezuelas ya secas de esta misma especie de arbusto, llamado Huidobria fruticosa Phil , planta extremadamente escasa en ambientes del desierto de Atacama. Parecen otear el horizonte infinitamente árido de este paisaje (Foto H. Larrain, 7/07/2012).


Un comentario ecológico.

Para los botánicos y ecólogos vegetales estas fotos revisten un particular interés, por cuanto demuestran la vitalidad y capacidad de la madre Naturaleza para brotar, revivir y semillar, gracias a la presencia benéfica del agua. En efecto, algunos de lo arbustos perennes mostrados, como Trixis cacalioides, y la rara especie de Huidobria fruticosa Phil mostrada en las Figuras 19 a 21, logran sobrevivir, a duras penas por cierto, captando aguas subterráneas. Pero en su mayoría, las plantas vistas por nosotros son plantas anuales que viven corto tiempo: nacen, se desarrollan rápidamente, semillan y luego fatalmente mueren, dejando en herencia sus semillas ocultas bajo la arena, en latencia. Llegará el próximo aluvión un día y volverán a brotar con su humedad. Y el ciclo continuará así por siglos, dando persistencia y longevidad a las distintas especies, en estos parajes extremadamente desérticos.

Hemos solicitado a amigos botánicos nos ayuden a identificar algunas de las raras especies aquí presentadas. Gracias a sus informes, que por cierto reconoceremos en el texto, hemos podido enriquecer notoriamente este capítulo.

La floración del desierto: un milagro viviente.

Al contemplar tramos aún desconocidos del Qhapaqñan o "Camino del Inca" nos preguntábamos cómo pudo pasar por aquí Tupaq Yupanqui o Huayna Qhapaq con sus ejércitos a pie, en pos de la conquista de Chile. Nos preguntábamos qué recursos pudo hallar aquí el viajero en un ambiente tan hostil para la vida. ¿Era en aquellos tiempos el paisaje igual al actual? ¿Era algo más clemente?. ¿Había más vegetación que hoy día?. Creemos que sí.

Sospechamos fundadamente que en aquellos tiempos del Inca o del paso temprano de las huestes de Diego de Almagro, primero y Pedro de Valdivia después, el paisaje pudo ser en parte diferente. Árido, ciertamente, pero seguramente menos árido que hoy. Es bastante probable que haya habido algo más vegetación que hoy, y, tal vez, corriera el agua por estos cursos esporádicos con mayor frecuencia que en la actualidad. El hecho de que vertientes otrora potentes del valle de Quipisca como Munujna, La Palma y otras se hallan secado en los decenios recientes (en los últimos 50-60 años) y que hallan sido capaces de dar vida por centurias a las eras de cultivo hoy abandonadas, es- así lo creemos- un argumento válido para pensar que dichas vertientes fueron también capaces antaño de entregar una mayor cantidad de agua al curso del río Quipisca. También tenemos el derecho a imaginar, al observar las antiguas eras de cultivo abandonadas no lejos del sitio que hemos visitado, que esas zonas casi con seguridad debieron hallarse bajo intenso cultivo en tiempos incaicos e hispánicos muy tempranos.

Los indios, conocedores de la ruta, sabían donde obtener el agua cavando pozos.

Cuando las crónicas de la conquista nos relatan que el Inca antes de trasponer este Despoblado, hizo cavar pozos para obtener el agua que manaba de poca profundidad, imaginamos que esto pudo ocurrir, precisamente, en el lecho más profundo del río, donde hoy subsisten estos arbustos que porfiadamente se aferran a la vida. Si las raíces de estos arbustos llegan hoy al agua subterránea, ¿por qué no se puede obtener la misma cavando un pozo de unos 3-5 m de profundidad?. Esta simple experiencia nos podría dar tal vez la clave para comprender la sobrevivencia de estos viejos ejemplares hasta hoy.


Ya lo sugieren los crónicas.

Hay un texto del cronista Garcilaso de la Vega quien sabemos supo informarse de testigos fidedignos del regreso de Almagro al Perú, que creemos viene hoy muy a cuento para entender mejor el modo de cruzar este desierto despoblado y utilizar la escasísima agua existente:

"Don Diego de Almagro habiendo determinado volverse al Perú ....dio cuenta a Paullu Inca de su intención y le pidió su parecer.. El Inca Paullu. habiendo consultado con sus indios los caminos dio cuenta a Don Diego del camino que había por la costa y dijo que después de las guerras que sus hermanos los Incas Huáscar y Atahualpa tuvieron se habían cerrado y que los pozos o fuentes que por él había de donde bebían los caminantes por no haberse usado en tanto tiempo, estaban ciegos con el arena que el viento les echaba encima y no tenía agua sino muy poca, y ésa hedionda, que no se podía beber. Empero, que le enviaría indios delante que los fuesen limpiando y sacando el agua sucia y que con el aviso que estos enviasen de la cantidad del agua que los manantiales tenían, así enviaría su ejército en cuadrillas, aumentado el número de gente conforme a la cantidad del agua; porque aquellas fuentes, cuanto más las usaban, tanto más agua daban de sí..." (Garcilaso de la Vega, extracto de su relato en la IIª Parte de "Los Comentarios Reales del Perú", Cap. XXII, publicado en el Boletín de la Academia Chilena de la Historia, Año IV, Nº 7, 1936: 168-169)


Pozos y fuentes: dos procedimientos diferentes.

Pensamos que Garcilaso alude en este texto a dos tipos diferentes de depósitos de agua disponibles a los viajeros a lo largo del camino del Despoblado de Atacama en el segmento del Qhapaqñan:

a) los "pozos" ( esto es, excavados ad hoc), y

b) las "fuentes" (puquios o o manantiales).

Por "pozos", entendemos una excavación prolija, de cierta profundidad, en los sitios más adecuados que solía ser, precisamente, el fondo de los lechos de ríos secos, pero con presencia de vegetación arbustiva. Por "fuentes" , puquios o manantiales, entendemos las aguadas o vertientes que daban el agua de por sí en superficie, sin necesidad de excavar profundamente. Creemos fundadamente que en sitios como los lechos secos de quebradas tarapaqueñas, el procedimiento más usual fue abrir pozos de cierta profundidad en los sitios de mayor hondura en los cauces mismos. Debieron los indios del Cuzco, conocedores de este trayecto, tener ya perfecto conocimiento previo sobre los lugares más aptos para cavar los pozos. El cauce del río Quipisca, allí donde hoy subsiste aún vegetación perenne, parece el sitio más adecuado para cavar pozos y acceder al agua a poca profundidad. Comprobar esta hipótesis nuestra, mediante la confección de pozos en sitios como éstos, podría arrojar potente luz sobre los lugares elegidos para instalar su tambos o tambillos a la vera del Qhapaqñan.

Parece lógico pensar que sus recintos habitacionales (sus chasquihuasi o tambos) tuvieran acceso al agua en sus proximidades. Necesitaban imperiosamente , en efecto, surtir de agua estos recintos para el auxilio rápido y oportuno de los caminantes. Creemos que no sería difícil hacer la experiencia de cavar pozos en estos lugares y comprobar así esta nuestra hipótesis.


Lo que es palmariamente evidente es que el desecamiento del desierto se ha ido agudizando de siglo en siglo y que hoy estamos en un momento de máxima aridez, tal vez como nunca antes en la historia humana de esta comarca. Pero, a la vez, disponemos hoy de una tecnología exploratoria y excavatoria muchísimo más rápida y eficaz que en el pasado remoto. Usémosla para beneficio de las sufridas comunidades aldeanas del desierto.


Reconocimiento:

Todas las denominaciones científicas de las plantas raras mostradas en este capítulo del Blog las debemos a la excelente voluntad de mi buen amigo el botánico chileno Sebastián Teillier, autor de varias obras ilustradas sobre la flora nativa del Norte de Chile. A él, pues nuestro más profundo agradecimiento.