domingo, 11 de julio de 2010

Gustavo Le Paige: escrutando los orígenes del pueblo atacameño.

Fig. 1. Le Paige en 1957 estudiando algunos de los centenares de cráneos que exhumó de tumbas en el área de Atacama. Esta foto suya se encuentra en su trabajo: "Antiguas culturas atacameñas en la cordillera chilena, IIª Parte " Anales de la Universidad Católica de Valparaíso, Nºs 4-5, 1957/58. Probablemente, sea ésta la primera foto que conocemos del sacerdote-arqueólogo ya trabajando en Arqueología en tierras chilenas.

Fig. 2. Una de las nuevas alas del Museo Arqueológico de San Pedro de Atacama, recién abiertas. Foto de Gerardo Melcher, hacia fines de 1963 o inicios 1964. (En su obra: El Norte de Chile, su gente, desiertos y volcanes, Editorial Universitaria, 2004, foto 114, frente pag. 121)

Fotos 3 y 4 : Momias características de enterramientos en la zona de Atacama. La forma de momificación es enteramente natural, y consecuencia del clima extremadamente seco del desierto. Estas momias, desenterradas por Gustavo le Paige, a lo largo de más de 25 años de trabajo en la zona, estuvieron en exposición por varios decenios en el Museo, pero ya no se exhiben hoy (2010), por reclamos surgidos en el seno de la comunidad sanpedrina contra los arqueólogos del Museo de San Pedro. La comunidad se sintió ofendida por la exposición de los cuerpos de sus presuntos antepasados, y pidió que éstos fueran retirados de las salas de exposición. Hoy se guardan celosamente para su estudio en las bóvedas del Museo. Extrañamente, la comunidad atacameña jamás reclamó de esta situación en tiempos de Le Paige, tal vez por el respeto que les inspiraba el sacerdote. Hoy, apoyándose en la Ley Indígena 19.253 y en el Convenio Nº 169 de la OIT, la etnia atacameña ha ido tomando creciente conciencia de su identidad y tradiciones, y las ha hecho valer con valentía ante las autoridades del Museo. (Fotos Gerardo Melcher, op.cit., 204; fotos 15 y 116, frente pg. 128).


Foto 5. El sacerdote belga Gustavo Le Paige S.J., frente a su flamante Museo, vestido con su típica sotana gris, junto a la familia de Gerardo Melcher y el entomólogo Luis Peña Guzmán, hacia 1965-66. Le Paige luchó arduamente por la construcción del Museo, su obra culmen. Para él, este Museo debía ser el símbolo viviente del despertar del pueblo atacameño y un valioso exponente del interés mundial por esta zona del desierto. Asi, lejos de ser el Museo un elemento perturbador en el desarrollo cultural de esta etnia, Le Paige, lo veía como una "esplendorosa ventana para la zona atacameña", abierta a todo el mundo. Durante decenios, tras la muerte de le Paige en 1980, el Museo fue visto por los atacameños como algo ajeno a ellos mismos, cosa que durante la vida de le Paige nunca ocurrió. La razón es simple. Le Paige, a diferencia de la mayoría de los arqueólogos sus sucesores en el Museo, era , a la vez, el alma y vida de toda la comunidad atacameña y todo lo que ocurría a los atacameños, para él era igualmente algo propio.

Le Paige, de esta suerte, hacía totalmente suyo el conocido lema romano de Publius Terentius (Terencio): "Homo sum, et nihil humani a me alienum puto" ("soy hombre, y nada de lo humano me es ajeno".


Foto 6. La iglesia colonial de San Pedro de Atacama hacia 1963. Foto Gerardo Melcher, en la obra citada más arriba.(foto 109).

La escultura en el frontis del Museo de San Pedro de Atacama.

El escultor Harold Krusell, fue quien talló magistralmente la actual estatua que se puede observar en el jardín de acceso, a la izquierda de la puerta del Museo Gustavo Le Paige, en San Pedro de Atacama. Krusell era por entonces artista del Departamento de Arte de la Universidad del Norte y conoció muy de cerca la obra del sacerdote de quien llegó a ser amigo. La poderosa escultura en metal que hoy nos asombra y casi intimida, caracteriza muy bien la recia personalidad del jesuíta belga, Rescata bien esta imagen la tenacidad y el vigor del sacerdote belga, y capta sagazmente el ímpetu indomable del investigador que trataba de escrutar, a través del estudio de los cráneos atacameños, los remotos orígenes biológicos de este pueblo enigmático, anclado desde muy lejanos tiempos en las cercanías del Salar de Atacama. La expresión de Le Paige en esta efigie es notablemente reveladora de su interés por la craneología. En efecto, coleccionó para su Museo muchos centenares de cráneos en la esperanza de poder trazar, mediante su estudio, una evolución de varios milenios de la antiquísima cultura atacameña.

Su entusiasmo casi obsesivo por la antropología física y la craneología humana.

La antropología física fue uno de sus más fervientes hobbies arqueológicos, al menos durante sus primeros 10 años en San Pedro de Atacama. Desde sus primeras visitas a San Pedro y Toconao y antes aún, cuando estuvo en la parroquia de Chuquicamata, en su primer viaje a Chíuchiu, tropezó con cráneos humanos fruto de huaqueos y empezó a coleccionarlos. Se vanagloriaba después, y con razón, de poseer la mayor colección en Chile de cráneos humanos de antigua data, para su estudio y análisis.

Escribió, en efecto, un estudio sobre los mismos, que rotuló: "cráneos atacameños" y que editó en el año 1966 en la revista "Anales de la Universidad del Norte", Nº 6: 1-91. Pero ya casi diez años antes, había dedicado más de 10 densas páginas al análisis de los índices craneales de su colección de 283 cráneos obtenidos hasta ese año 1957/58, apenas tres años después de su arribo como párroco a San Pedro de Atacama.

Al parecer, habría sido el médico-antropólogo Carlos Larrain del Campo quien le instruye sobre el modo preciso de obtención de tales índices, dotándolo del instrumental respectivo. Porque, que sepamos, Le Paige, no poseía dicha especialización antropológica con anterioridad a su llegada a Chile. En el ex Congo Belga (hoy Zaire), hizo muchas y valiosas observaciones de tipo etnográfico las que, extrañamente, aún se conservan inéditas. Recuerdo bien que en su sencillo escritorio, en la parroquia de San Pedro, mantenía como trofeo un cráneo humano, el que impresionaba de inmediato a sus visitantes y, según el decía, "le recordaba el fin de nuestra vida". Y a sus visitantes mostraba siempre orgullosamente su colección de cráneos atacameños, conservados precariamente en el patio interior de la parroquia, en sendas y polvorientas estanterías de tablas de madera.

¿Por qué este afán por coleccionar y estudiar los cráneos atacameños?.

A la verdad, Le Paige llega al convencimiento, tras 5 años de trabajos de campo y múltiples hallazgos, ya hacia 1960-61, de que la zona atacameña y los bordes del antiguo Salar le pueden mostrar - y demostrar- un larguísimo recorrido cultural de muchos milenios de duración. Piensa primeramente que en el Salar de Atacama y su zona se da una "continuidad cultural", de varias decenas de miles de años de duración. Según él, al principio, este lejano origen podría remontarse hasta unos 70.000 años atrás. Se lo escuché así decir personalmente en 1963. Luego matizará algún tanto la cronología -seguramente aleccionado por sus pares arqueólogos- pero siempre sospechará que los orígenes del hombre cazador-recolector en Atacama, en sitios agrestes como Ghatchi, Loma Negra, Tulán, podría remontarse a fechas muy antiguas, entre los 60.000 y 30.000 años, por lo menos.

No tiene todavía sostén alguno ni apoyo científico para fijar una tan alta antigüedad, pero su intuición lo lleva a esta estimación, basada en su conocimiento de los diferentes habitats que estudia y en las diferentes tipologías líticas que encuentra, desde las más primitivas a las más elaboradas. La notable semejanza que cree ver en estas técnicas con las propias del Paleolítico europeo (desde el Abbevillense al Musteriense), las  que le eran familiares en su Europa natal, le impulsan a retrotraer la cronología de Atacama a períodos en que en Francia o Alemania todavía circulaban las últimas bandas nómadas de Neandertales. Por eso su afán de tratar de descubrir, a través de los cráneos encontrados por él, la presencia de cráneos "chatos" (como los denominó Le Paige), los que para él eran indicios probables de una evolución antropológica verificada in situ, esto es, en Atacama misma. A Le Paige le traicionan, sin duda, sus frecuentes lecturas sobre el Paleolítico europeo, entre otras que aparentemente lee, como la obra de Marcellin Boule y Henri Vallois (Les Hommes fossiles, Éléments de Paléntologie Humaine, Masson et Cie. Paris, (1946), o el trabajo de L´abbé Henri Breuil, sacerdote como él, autor de "Quatre cents siécles d´art parietal " (1952). donde naturalmente cree ver en la tipología observable en el utillaje lítico, paralelismos sorprendentes. A Augusto Capdeville, en Taltal le ocurrirá otro tanto, hasta que Max Uhle hacia 1915 le desencantará y le hará aterrizar a una realidad americana, muy distinta en su cronología a la del Paleolítico europeo. La similitud tipológica no asegura, en modo alguno, la identidad cronológica. Le Paige aprenderá esta lección.

Le Paige ve en el aislamiento geográfico y ecológico de la zona atacameña, en el lento e implacable desecamiento del área de antiguos lagos someros a partir del Holoceno , y en las pujantes señas de vida que allí muestran un locus ideal para un larguísimo desarrollo humano in situ. Lo dice abiertamante, sin rodeos:

"La zona de San Pedro de Atacama nos ha revelado los vestigios de una cultura que por su pasado se une a los orígenes del hombre americano y, en su presente, se confunde con sus descendientes que lucharon y lucha aún por sobrevivir en el desierto más terrible de la tierra".

Escuchemos sus expresiones:

"El trabajo que presentamos [ dirá en 1964] describe las diferentes fases del hombre cordillerano, desde su remota llegada a las márgenes de una inmensa laguna primitiva, hasta la misma conquista española..." y más adelante:

"El ajuar de innúmeras tumbas, el plano de los pueblos en ruinas, la geología de la zona en sus detalles, la antropologìa y en especial la craneología, nos han permitido corroborar nuestra tesis acerca de la continuidad de la cultura atacameña..." (en su artículo: "El Precerámico en la Cordillera atacameña y los cementerios del período agro-alfarero de San Pedro de Atacama", Anales de la Universidad del Norte, Antofagasta, Nº 3: 1964: 6-275.

Orígenes de su inquietud arqueológica. Escuchémoslo en su relato:

"En abril de 1955, recorriendo por primera vez a caballo los ayllos de mi nueva parroquia, pasando por el Callejón de Larrache, mi compañero y guía Luis Barbosa me dijo: "Padre aqui en la arena del sendero se encuentran perlitas de piedra de cobre de los abuelos". Nos detuvimos y en realidad recogimos algunos tubitos y redondelas de malaquita...; ¿por qué en este lugar?" .(Le Paige, 1961: 19). Son los inicios mismos, las primeras impresiones del trabajo arqueológico de Le Paige: el choque inicial con la cultura atacameña.

En este lugar, recogería 19 cráneos, pertenecientes a una cultura que Le Paige después reconocerá como tiwanacoide, por su rico ajuar, sus objetos de oro y sus características expresiones cerámicas. De estos cráneos, se apresura Le Paige a dar sus indices cefálicos y características, en el mismo artículo de 1961. El tema evidentemente le apasiona. Para él, se trata de una cultura diferente de la propia y tradicional de San Pedro, sin duda un grupo humano foráneo, dotado de una rica cultura, que se avecina en el Salar por esos remotos tiempos por razones que se desconocen.

Al publicar su primer trabajo sobre craneologia atacameña, Le Paige ya disponía de una colección de   286 cráneos atacameños, de los cuales el 83% son hiperbraquicráneos y braquicráneos, es decir. cráneos anchos. (Le Paige, 1961: 28).

¿Por qué este afán preciso por el estudio de la craneología?. ¿De dónde le pudo venir este interés?

¿Por qué este creciente interés por coleccionar y estudiar los cráneos de los antiguos atacameños? La respuesta no es simple. No he visto que nadie se la haya siquiera planteado. El solo hecho de poseer muchos cráneos no es la explicación, sino muy al revés, su secuela. inmediata. Trataré de insinuar una explicación , tras haber leído detenidamente casi todos sus trabajos tempranos, a partir del año 1956. Creo que este énfasis se explicaría, en parte, por sus ávidas lecturas de algunos de los grandes maestros de lengua francesa de la antropología física y la paleontología humana. Y sospechamos que su inquietud por encontrar trazas del proceso de la "evolución humana" en el desierto chileno ("transformismo", prefieren decir los autores de lengua francesa con justa razón) , es fruto natural y directo de tales lecturas.

En su época Henri Vallois, Pierre Grassé, Jean Pivetau, A. Delattre y R. Fenart, Nicole Heintz, l´abbé Henri Breuil, C. Arambourg, entre varios otros científicos de lengua francesa, discuten sobre estos temas acaloradamente, por los mismos años en que Le Paige regresa a Bélgica después de dar por terminada su misión en el Congo Belga (hoy Zaire), en el año 1951. El Congo Belga había sido también, precisamente, cuna de numerosos descubrimentos antropológicos. Se examina por entonces con lupa las manifestaciones biológicas y las posibles causales (o detonantes) del "proceso de hominización", adoptando este término del paleontólogo jesuíta Perre Teilhard de Chardin quien lo acuñara en sus primeras obras.

Le Paige se movía en Europa y en Africa -su tierra de misión- en un ambiente de aprecio por la ciencia.

Le Paige se mueve en Europa en este ambiente científico. No olvidemos que su padre y su abuelo habían sido Rectores de la Universidad de Lieja en su patria, Bélgica. Por tanto, el ambiente científico no le es en absoluto ajeno. Por esas fechas, la revista "Etudes" de los jesuítas franceses no eludía tratar problemas relacionados con el evolucionismo, la paleontología humana y su enigmas y la respectiva problemática bíblica. Los jesuítas alemanes hacían otro tanto, a través de las páginas de su revista "Stimmen der Zeit". Pero Le Paige no leía en alemán. No importaba mucho, a la verdad, pues los jesuítas franceses rápidamente traducían a su lengua lo mejor de la producción cientifico-filosófica alemana de la época. Máxime en los campos atingentes con la problemática bíblica, la sociología o la antropología social y cultural.

Con el correr de los años, y con el decurso de sus propios descubrimientos, Le Paige se sentirá atraído por otras manifestaciones culturales, propias de la época del desarrollo agro-ganadero de San Pedro. Pero siempre, en el fondo de su espíritu, rondará inquieto el posible hallazgo de rastros físicos de los primeros antiquísimos cazadores recolectores, que se asentaron en las orillas de antiguos lagos pleistócenicos y cuyos restos no ha sido posible hallar aún. Le Paige no se resignará fácilmente a echar al olvido sus antiguas especulaciones de hallazgos de "cráneos neandertaloides", tal como lo sugiere claramente en la Lámina 1, de su trabajo "Cráneos atacameños", en 1966.

sábado, 10 de julio de 2010

El antropólogo social oculto tras la sotana gris de Gustavo Le Paige: su legado científico y humano.

Fig. 2. El sacerdote jesuíta Gustavo le Paige, S.J., de sotana gris, ante una antigua "collca", donde los atacameños de antaño solían guardar sus cosechas, y granos - en especial las corontas de maíz- para ocultarlas de sus posibles invasores o merodeadores. Eran verdaderos "graneros". Las hay dispersas por toda el área atacameña. Aquí en la foto, en las cercanías de Toconao (Foto Gerardo Melcher, hacia 1965, foto 113, frente a pág. 121). Las hemos visto, por decenas en las proximidades de Chiuchíu, en Lasana, en Caspana, en Toconce, en Tilomonte. Algunos erróneamente las creyeron tumbas. Pero, en realidad, son excelentes escondites de productos agrícolas, excelente graneros, al amparo de la humedad, de los cambios bruscos de temperatura, de los mamíferos depredadores (especialmente los ratones).Los quechuas las denominaron "collcas". En muchos lugares, muy bien protegidos del sol directo y del calor, constituyen auténticos "refrigeradores naturales", por cuanto allí mantenían los productos guardados en la total oscuridad, a una temperatura bastante constante, aún en el verano. Tuvimos la oportunidad de conocer, en 1964, a una familia en el pueblo de Talabre que mantenía a la usanza antigua, sus cosechas de maíz por varios meses en tales "collcas", tan sólo cuidándose de la eventual presencia de roedores. La adición de ciertas yerbas andinas de fuerte olor, como la "tola" - nos decían , ahuyentaba a los insectos perforadores (Tenebrionidae).

Fig. 1. Figura del sacerdote Gustavo le Paige ante uno de su óleos preferidos, pintados por él cuando era misionero en el ex-Congo Belga, hoy Zaire, hacia 1950-1952. En la antigua habitación de la parroquia de San Pedro de Atacama, en su escritorio, podíamos ver, en la década del sesenta del pasado siglo, este curioso óleo, suyo que trajo junto a otras pinturas suyas, como recuerdo de su larga misión en Africa. La composición fotográfica de Gerardo Melcher, uniendo en una sola escena el descendimiento de la cruz por obra de un nativo negro y el rostro de Le Paige, nos resulta impresionante. Le Paige gustaba mucho de pintar al óleo, y aunque no descollara precisamente en este arte, expresaba de este modo artístico sus íntimos sentimientos de una profunda religiosidad. Sin embargo, en 1975 llegó a presemtar una exposición de sus obras pictoricas en una conocida galería de arte de Sanrtiago.(cf. Melcher, en su obra: El Norte de Chile, su gente, desiertos y volcanes, Editorial de la Universidad de Chile, Santiago, 2004, Fig. 110).

Nuestra misión: recordar y difundir al verdadero Le Paige.

Al commemorar los 30 años de la partida de este mundo de la figura señera de Gustavo Le Paige de Walque, belga nacionalizado chileno por gracia en 1975, y ante la general ausencia de actos commemorativos del trigésimo aniversario de su fallecimiento, nos hemos impuesto la misión personal de recordarlo, de revalidarlo, de rescatar y difundir su valioso legado científico, humano y espiritual. Es el objetivo confeso de estas líneas escritas con el afecto de quien recibió directamente de él por espacio de semanas y meses de asiduo contacto, su aprecio, simpatía, y su más preciado legado: el amor a la causa atacameña y a su valerorsa gente, heredera de tradiciones de incalculable valor antropológico y cultural..

Al rescate del auténtico Le Paige.

En este segmento, trataremos de analizar con lupa a Le Paige como antropólogo . No sólo al fanático arqueólogo. También al antropólogo social y aún al etnólogo. Lo que conocemos de él, es generalmente tan sólo el atisbo externo, superficial de su faceta arqueológica: un Le Paige frenético, desenterrando centenares de tumbas atacameñas, más de 3,800 en total. O acumulando para su estudio -que durante un buen tiempo le absorbió- centenares y centenares de cráneos expuestos en las primitivas repisas de madera del incipiente Museo, obtenidos en sus numerosos viajes de exploración. Es lo que ha dado a conocer el rumor general, como si en esto consistiera todo su mérito. como si en esta faena hubiese ocupado todo o la mayor parte de su tiempo. Veremos aquí otras facetas, nuevas suyas, mucho más recónditas, casi del todo ignoradas, pero mucho más ricas, del que fuera cura-párroco de San Pedro de Atacama por casi 25 años.

Le Paige y sus jóvenes ayudantes atacameños.

Le conocimos no menos de siete u ocho ayudantes en aquellos ya lejanos años de mediados de la década del sesenta. Eran sus más fieles acompañantes en sus misiones de exploración. Pero, a la vez, sus acólitos y sus fieles colaboradores en sus obras de beneficencia con los atacameños olvidados de la mano de Dios: los más pobres entre los pobres. En su viejo jeep todo terreno, regalo de sus amigos ingenieros de Chuquicamata, siempre iban al menos dos de ellos. Cumplían a la vez numerosas funciones: de apoyo: como mecánicos, ayudantes de cocina, obreros en la excavación, compañeros de viaje. Palas, picotas, azadones y muchas cajas de cartón, eran el relleno de la parte posterior del vehículo. Pero este contacto asiduo con esa juventud sencilla, de origen muy humilde y modales toscos y casi sin cultura, fue formándolos poco a poco. Les inculcó así lentamente hábitos de estudio y a todos ellos les financió, al término de su educación en San Pedro, estudios avanzados en Calama, para que elevaran su nivel cultural. Ellos lo saben bien y lo agradecen hoy día en el secreto de sus conciencias. Para todos ellos, Le Paige fue un verdadero padre. El subvenía, en la medida de sus posibilidades -que no eran por cierto muchas-, sus necesidades más urgentes y las de sus familias.

El apoyo secreto brindado a los más necesitados

En aquellos años, Cáritas-Chile ejercía una eficiente labor de apoyo a las familias más necesitadas o a los ancianos casi abandonados en apartados rincones de Atacama. Aquellos que no eran asistidos por la seguridad social estatal porque en la pràctica "no existían legalmente" por falta de documentos. Esta institución católica enviaba a las parroquia más pobres víveres no perecibles, procedentes de donaciones de los católicos norteamericanos, los cuales eran repartidos según un estricto criterio de necesidad, a los más postergados en la escala social: los más pobres. Me tocó acompañar alguna vez a Le Paige en estas visitas. Recuerdo emocionado aún hoy a una mujer anciana, en el pueblo de Peine, que vivía desde hacía años absolutamente sola. Carecía de todo.Su humilde casita era de una pobreza rayana en la miseria más absoluta. Conversamos en su pobre y oscura habitación. Todavía recuerdo las gruesas frazadas de lana de oveja, multicolores, que cubríanm su lecho, tejidas - me dijo- por sus manos, hace muchos años. La visité nuevamente años después y aún recordaba con devoción al padrecito "Le Pech" - como le decían- que había sido su ángel guardián por años.

En sus viajes a los pueblos, visitaba a los enfermos o más desvalidos.

Le Paige llegaba y sin aspavientos, entregaba su ayuda casi a escondidas, diciéndoles breves palabras de aliento y estímulo. Le Paige era hombre de muy pocas palabras, pero de hechos elocuentes. Gustaba de acercarse a los más pobres y necesitados.Su pobreza no lo arredraba; todo lo contrario. Parecía necesitar de su contacto vital. Y aunque su castellano fuera, al comienzo, desastroso, y "se atropellara" al hablar (hablaba en efecto muy rápido), sus gestos y su bondad superaban todas las barreras. Los profesores básicos de estos pueblos, fueron frecuentemente sus mejores colaboradores para "descubrir" , a través de sus alumnos, estos seres en total abandono, generalmente mujeres solas. A través de los mismos, iba descubriendo a los jóvenes más necesitados, a los que transformaba en sus fieles ayudantes de campo. Serían después, por muchos años, sus fieles colaboradores en el Museo Arqueológico, casi hasta hoy.

Su vida de pobreza franciscana.

Su modo de vivir ha sido muy bien descrito por el físico chileno G. Melcher en la obra citada más arriba. Dice al respecto:

"cuando conocí al padre le Paige vivía éste al frente de la iglesia, en condiciones muy pobres. El mismo estaba poco menos que en los huesos. En un cuarto angosto tenía una litera, y sobre un largo mueble con cajones había un anafre a kerosene, un par de ollas y una taza con platillo. Sobre una lata habían trozos de cartón alquitranado que encendía cuando el anafre no quería funcionar. En esa ocasión (antes de 1960) le regalé una mochila, pues acarreaba en la sotana el material arqueológico colectado. La cogía con las manos, formando una bolsa. Contó que como jesuíta, estaba obligado a preocuparse del propio sustento y sus entradas provenian exclusivamente de sus menesteres eclesiásticos. Pero la gente era sumamente pobre y, frente a un extranjero como él, además, muy desconfiada". (2004: 123-124).


El valor y autenticidad de este testimonio.

Este testimonio es muy valioso para nosotros, por dos razones:

a) por venir de un científico que abiertamente se confesaba agnóstico, muy acucioso en sus observaciones y bien poco propenso per se a alabar a miembros de una religión; y, además,

b) porque Gerardo Melcher le visitó en numerosas ocasiones, en sus frecuentes viajes al norte de Chile, acompañándolo en más de una expedición, cosa que gustaba de hacer con sus esposa Nora y sus dos pequeñas hijas por entonces. Es decir, fue un testigo presencial de su modo de vivir y actuar. Lástima grande que Gerardo ya no esté con nosotros en esta vida para que refrendara y enriqueciera lo aquí dicho.

Mi propia experiencia viviendo junto a Le Paige.

Lo dicho aquí por Melcher puedo yo corroborarlo por haberlo experimentado personalmente. En aquellos años de 1963 a 1965, en mis asiduas visitas a San Pedro, siendo yo por entonces un joven jesuíta, pernoctaba siempre en la parroquia, lo acompañaba a todas partes y vivía su propia vida. Comíamos juntos lo que él mismo nos preparaba. Lo dicho por Melcher es exactamente lo que yo pude ver a diario y vivenciar en esos años. Y su parquedad y sobriedad de vida era sorprendente. Sin duda, era un auténtico asceta. Se quedaba leyendo y rezando sus oraciones y su Breviario hasta altas horas de la noche, para levantarse al día siguiente muy temprano. Dormía pocas horas. La Misa diaria -que como acólito le ayudé con frecuencia- la celebraba siempre exactamente hacia las 8 de la mañana, sin falta, fuera invierno o verano. Una que otra anciana, cubierta enteramente su cabeza de velo negro, solía acompañarnos en aquellas frigidísimas mañanas en la vetusta iglesia de San Pedro. ¿Cómo olvidarlo?. Lo que si recuerdo muy bien hoy, además, es la adusta y severa imagen del patrono de la iglesia, el apóstol San Pedro, mirándonos muy fijamente a los ojos desde lo alto del altar.



miércoles, 7 de julio de 2010

Reflexiones ecológico-teológicas. ¿Cómo se ejerce el "dominio" del Hombre sobre la Naturaleza?

Fig. 1. Página 1 del artículo citado de 1990.

Fig. 2. Página 2 del artículo citado del año 1990..

Fig.3. Página 3 del artículo nuestro del año 1990..

Puesta en escena.

En estos días, arde furiosamente el tema ecológico en nuestro medio. A la ya existente, de ENDESA-Chile, tres nuevas centrales termoeléctricas amenazan con inundar los limpios cielos de nuestra costa y nuestras playas, al sur de Iquique. Una terrible batalla verbal tiene lugar hoy entre los partidarios del uso de las "tecnologías limpias" y los que propician -con despliegue de argumentos falaces- las "tecnologías sucias" o contaminantes. Las primeras, se basan en las energías renovables provenientes del sol, del viento, de las mareas. Elementos naturales que rebosan (casi me atrevería a decir "desperdician") energía, la que siendo sobreabundante, no es casi aprovechada todavía entre nosotros.

El debate está lejos de haber cesado; más bien, recién comienza. Las autoridades no han dado aún claras señales de un cambio de escenario. ¿Timidez?, ¿Temor a decir toda la verdad a la ciudadanía?. ¿Brazo blando ante el lobby desenfrenado de las Empresas contaminantes?. Faltan acciones decididas al respecto, a pesar de que la inmensa mayoría de los chilenos las reclaman. Las encuestas -allí donde éstas se han practicado, como Iquique, - lo proclaman.

Vivimos en una verdadera e inconfesada "prehistoria energética".

Vivimos todavía en la "prehistoria energética": caracterizada por el uso de los hidrocarburos o el carbón de origen vegetal como fuente principal. y casi única La época industrial nos ha acostumbrado a ello. La imagen de las fábricas textiles en Inglaterra entre 1830 y 1860, con sus altas chimeneas expidiendo nubes de humo del carbón de piedra, son la imagen vívida que condenó Karl Marx, en sus obras, sobre todo en su obra máxima Das Kapital (publicada en 1867 en Hamburgo, Alemania), porque coincidió su propagación con la máxima explotación del ser humano en las insalubres fábricas de la época. Hoy día, con muchos otros argumentos de tipo climático planetario, las condenamos igualmente.

Los países más desarrollados, son los más contaminantes. Debería ser exactamente al revés!.

Muy pocos son hoy los países (si es que hay alguno en el planeta) que se puedan preciar de poseer un 100% de energía no contaminante para su población. Los países nórdicos (escandinavos, alemanes) van ciertamente a la cabeza en este despertar energético limpio. Nosotros, los tercermundistas, nos hemos caracterizado por seguir importando las centrales eléctricas a carbón, aquellas precisamente que han sido descartadas en los países más desarrollados. China, el coloso asiático, ha basado su prodigioso desarrollo industrial en el más despiadado uso de las energías contaminantes que registre la Historia humana, siendo hoy por hoy el país más contaminante y más contaminado del mundo. ¿"Quién se atreve a ponerle el cascabel a este gato asiático" hoy día?. Nadie, y mucho menos los Estados Unidos, nación igualmente responsable por ofrecer a la humanidad un pésimo ejemplo , el más alejado del ideal energético limpio.

La batalla por lograr un consenso internacional que regule las emisiones contaminantes.

Países como Estados Unidos y China se han negado, por largo tiempo, sistemáticamente a suscribir los acuerdos del Protocolo de Kyoto, que exigía una drástica disminución de las emisiones para evitar la catástrofe del calentamiento global, fruto directo del uso de los hidrocarburos. La razón es obvia: suscribirlo y cumplirlo significaba invertir cuantiosas sumas de dinero en la reconversión de todo su aparato energético y productivo; significaba reconvertir la Esso, la Shell y todas las refinerías y fábricas del país a las nuevas tecnologías limpias, desterrando definitivamente el uso del petróleo y sus derivados.

Somos porfiados. No aprendemos aún de las catástrofes petroleras. ¿Qué tendrá que ocurrir para que ataquemos con decisión el problema de estas fuentes contaminantes?.

Y aún hoy, cuando las evidencias de la catástrofe ambiental nos acechan por todas partes, no parecen tomarlo muy en serio, tanta es la lentitud y el desparpajo que manifiestan en los foros internacionales. La reciente cita mundial ambiental en Copenhague (noviembre-diciembre 2009), poco o nada ha cambiado las cosas. La plataforma petrolera de la British Petroleum situada en el Golfo de México, está derrramndo 800.000 litros de crudo al día, desde hace ya algunas semanas, frente a las costas mexicanas, por efecto de un incendio y hundimiento, ha dejado al descubierto- además de las víctimas de las que nadie habla ya- la increíble precariedad del sistema extractivo y el daño inconmensurable que está haciendo y hará por décadas a los ecosistemas costeros aledaños de México, USA, Cuba y otros países insulares.¿Qué cantidad de desastres semejantes pueden ocurrir en el Mar del Norte, frente a las costas desde Holanda a Noruega, donde Europa tiene hoy más de 600 enormes plataformas semejante, funcionando a todo vapor?.

Una reflexión teológico-ecológica a propósito de la tendencia contaminante actual.

Pues bien, hace ya algo más de veinte años, en un periódico casi ignoto de Antofagasta llamado "El Pampino", publicábamos el artículo que aquí reproducimos in extenso sobre este tema ambiental. Se trata de una meditación ético-ecológica. Es decir, se buscaba en él desentrañar las raíces mismas, el origen de la temible crisis ambiental que hoy nos azota. ¿A quien atribuirla?. ¿Cómo llegó la Humanidad a acumular tal cantidad de gases de "efecto invernadero", sin percatarse de su extraordinaria gravedad?. ¿Será la Religión cristiana -como aseveran los partidarios de la Deep Ecology (Ecología Profunda) - el germen de origen del problema?.

Este tema ya lo hemos perfilado en otro capítulo.

El tema ya lo hemos tratado parcialmente en otro capítulo de este mismo Blog que intitulamos:
"El Cristianismo, ¿ es el responsable directo de la crisis ecológica?. Respuesta a las afirmaciones de Lynn White y otros".

Hoy nos interesa rescatar este artículo nuestro, antes de que las termitas terminen por destruir sus páginas, en las bodegas de alguna biblioteca desconocida. Porque la argumentación que entonces usáramos, sigue siendo plenamente válida hoy día, veinte años después.

El origen del problema: un concepto desviado de "progreso" y "desarrollo".

Toda la argumentación en este tema parte - a nuestro entender- de una idea falseada acerca del "progreso" y "desarrollo" y la manera de conseguirlo. Igualmente de la avidez desmesurada de las naciones atrasadas por llegar prontamente al "desarrollo". Se establece así una loca y frenética carrera tras el mentado "desarrollo", creando en los pueblos -sobre todo entre los del Tercer Mundo- infinidad de " necesidades" (a menudo ficticias o parcialmente reales) , para las cuales se necesita, obviamente, más y más energía. ¿De dónde obtenerla? ¿Cómo sacarla más rápidamente?. ¿De qué fuentes?. ¿Qué fuentes tenemos en casa?. ¿Qué fuentes son las más baratas o las menos onerosas?.

Este es, por desgracia, el criterio que ha primado en la presente civilización en este campo. Mientras tanto, nuestras acciones suicidas o ecocidas, se contraponen violentamente a lo que nuestra Constitución Política proclama a todos los vientos: "el derecho de sus ciudadanos a vivir en un ambiente exento de contaminación..". ¿En qué quedamos?.

Necesidad urgente de un debate interdisciplinario del más alto nivel.

Nuestro breve artículo publicado en Enero del año 1980 en el diario "El Pampino" de Antofagasta abre un capítulo de discusión, en el que la Etica, la Teología, la Antropología, la Ecología y la Historia de las Religiones tienen una palabra importante que decir. Este debate está aún por efectuarse. Hace mucha falta aunar cirterios al respecto y todos lo sabemos. Pero nadie asume la responsabilidad de incir el debate.

¿Quién nos puede convocar a esta urgente reflexión?

¿Habrá alguna Universidad en Iquique que quiera lanzarse a la palestra y acoger este tema de debate?. Por ahora, no se avizora especial interés en este sentido. Al menos, no se ha hecho público. Y mientras tanto, agotamos nuestras reservas, envenenamos nuestros mares y ríos , saturamos de elementos tóxicos el aire que respiramos y cubrimos nuestros valles y cuencas con millones de toneladas de ripios envenenados, derivados de la Minería.


A este paso, ¿qué vamos a dejar en herencia a nuestros descendientes?.

¿Tan sólo inmensos cráteres abiertos, como en Chuquicamata o Potrerillos?. ¿O cerros enteros perforados por infinitos piques, como en El Teniente o El Salvador?. ¿O hermosos valles colmatados de ripios tóxicos como en el ex-fundo "El Mauro", junto a Caimanes?.

¿Tan sólo eso?.



lunes, 5 de julio de 2010

Un arquitecto excepcional : Carlos Contreras Alvarez, el inventor del pueblo de Lirima.

Como las parinas que mudan de Salar, nos dejó un día...

Las páginas que siguen tienen por objeto reeditar un viejo artículo nuestro, escrito con motivo del fallecimiento de Carlos Contreras Alvarez, arquitecto antofagastino. Quiere este escrito ser, igualmente, una muestra clara de afecto y un testimonio de inmensa gratitud hacia el hombre que nos colaboró con tanta generosidad en nuestros tempranos esfuerzos por hacer una labor museológica de calidad en la ciudad de Antofagasta, entre 1963 y 1965.

A su familia, con un recuerdo cariñoso,desde la ciudad de Iquique, Julio 2010, al acercarse ya los 35 años de su partida hacia la casa del Padre Dios ( 4 noviembre, 1975).


Fig. .1. Inicio del artículo publicado en "El Mercurio" de Antofagasta, el día 2 de Noviembre de 1985.



Fig.2. primera columna del artículo: "Como las parinas..que mudan de Salar, nos dejó un día".

Fig. 3. Segunda columna del artículo.

Fig. 4. tercera y última columna del citado artículo del año 1885.

Un hombre singular.

Un cuatro de Noviembre del año 1985, nos dejaba Carlos Contreras Alvarez, talentoso arquitecto, músico, guitarrista y dibujante excepcional. Este año 2010, pues, se cumplirán en Noviembre los 35 años de su partida a la eternidad. Fue Carlos, un hombre singular, fuera de lo común. Estudió de todo, además de su propia carrera, la Arquitectura: le gustaba la química, la física, la electrónica, la geografía, la historia, la arqueología. Devoraba cuanto libro llegaba a sus manos. Ansiaba saber de todo. Los que lo conocieron de cerca, además, pudieron apreciar su tremenda generosidad y su increíble calidad humana. Fue también mi propio caso. Porque tuve la fortuna de tenerlo como amigo sincero y como colaborador entusiasta en los planes de habilitación del Museo Arqueológico que la Universidad del Norte abrió en la calle Prat de la ciudad de Antofagasta, bajo la dirección de Bernardo Tolosa Cataldo.

Estrecho colaborador del Museo arqueológico de la Universidad del Norte y de su labor social entre los pueblos atacameños.

Cuando yo llegué a la Universidad un 8 de junio del año 1963, como ioven e inexperto colaborador, Tolosa y Carlos Contreras ya habían hecho mucho por enriquecer las piezas del Museo y por desarrollar in situ la artesanía tradicional en los pueblos del Salar de Atacama. Íngeborg Lindberg, entusiasta etnóloga, les secundaba ardorosamente en sus salidas a terreno. Bernardo tenía fácil llegada a los atacameños en su calidad de delegado oficial de Cáritas-Chile, y esta función de beneficiencia cristiana le permitía acceder a todos los rincones del mundo indígena atacameño y ser bien recibido por ellos. Gracias a esta función, Bernardo lleó0 a ser muy conocido en todos los pueblos de Atacama, desde Quillagua por el Norte hasta Peine y Tilomonte, por el Sur.

Fue un eco-antropólogo de corazón y entrañas.

Nada mejor para recordar a Carlos Contreras, en este año del Bicentenario de la República que enaltecer su memoria, reeditando en nuestro Blog el artículo que el suscrito escribiera en el Diario "El Mercurio" de Antofagasta, en la sección "Tribuna", del día 5 de noviembre de 1985, al cumplirse los 10 años de su muerte.
Carlos Contreras era un auténtico "antropólogo" por el profundo amor que mostraba hacia las comunidades indìgenas de Atacama y el anhelo por lograr su "desarrollo en identidad". Sin haber estudiado jamás Antropología, logró desarrollar una percepción notable sobre la importancia de lo que hoy conocemos como "etnodesarrollo", voz prácticamente desconcida por entonces.

No le importaba el dinero, con tal de hacer favores.

Carlos era una persona que se daba entero hacia lo que el consideraba justo y equitativo. Lo que hacía no lo hacía por dinero, sino por vocación de servicio. Tanto es así, que después de su muerte, Lola, su esposa, trató vanamente de recuperar parte de los dineros que distintos personajes de la ciudad debían a Carlos por sus trabajos como dibujante o arquitecto, dineros que nunca se pudo recuperar. Carlos era un pésimo cobrador de lo que se le adeudaba. Y por ello, la familia pasó muchas angustias y estrecheces económicas, de las que yo mismo fui testigo.

Un pintor del desierto en tonos grises.

Pensando en el futuro de su esposa, si el llegaba a faltarle, Carlos le enseñó a pintar. Y muchos de los cuadros de Lola revelan el toque y el estilo característico de Carlos. Gustaba de pintar el desierto y sus colores : los café, los ocres, los beige o los múltipes tonos de grises. La casona que la familia ocupaba en la calle Latorre no era propia, sino arrendada. Ahí confluían numerosos amigos, artistas, pintores, literatos, historiadores, arqueólogos.

Su casa de calle Latorre, lugar de encuentro de los mas variados personajes del mundo cientifico y artistico.

Era su casa el lugar obligado de cita de la bohemia artística de la ciudad. Su espacioso escritorio, plagado de herramientas, mapas, croquis y diseños, era de un desorden tal que solo él podía comprender. Allí podíamos hablar con Carlos, abstrayéndonos del tiempo y de las preocupaciones del diario vivir. Lola era quien sufría por juntar los escuálidos y escurridizos pesos para el sustento diario. A menudo les faltaba lo más indispensable.

Colaborador asiduo de la Universidad del Norte.

La Universidad del Norte de aquél entonces, debe mucho a Carlos y a sus ideas y proyectos. El siempre estuvo dispuesto a ayudar cuantas veces se le requería, sin jamás pedir un centavo. Gerardo Claps Gallo, su primer rector, acudía con frecuencia a pedir su consejo en materias constructivas. Carlos no sabía decir que no. Es probable que hoy ya casi nadie recuerde su nombre en dicha Casa de Estudios superiores: "sic transit gloria mundi"!.

El primer impulsor de la artesanía atacameña en piedra liparita.

Pocos saben que Carlos fue, al parecer, el primero en presentir el futuro promisorio de la artesania hecha en piedra liparita. Cuando construía hacia 1955-56 la flamante hostería de San Pedro de Atacama, utilizó profusamente este tipo de piedra volcánica que se deja cantear con tanta facilidad. Contrató para la obra maestros canteros de Toconao, quienes la conocían de cerca y la usaban desde antaño en sus casas y viviendas. Toconao, en efecto, se encuentra construido sobre potentísimos estratos de tobas volcánicas, de una piedra denominada por los geólogos como ignembrita o liparita. La liparita es un tipo de riolita, es decir, una roca ígnea del tipo extrusivo, es decir, producido por la efusión de lavas volcánicas que se consolidan a salir en estado líquido por el cráter de un volcán. Fácil de trabajar por su blandura, este tipo de roca se presta maravillosamente bien para el canteo (adoquines de liparita) o la talla artística y la escultura. El pueblo "blanco" de Toconao recibe su nombre precisamente por el empleo masivo en la construcción de este tipo de material rocoso, que procede de enormes canteras visibles al costado sur de la quebrada de Jeri ó Qheri (erróneamente transcrito como Jerez!).

Los propulsores de este arte lapidario.

Con la ayuda de Ingeborg Lindberg, Bernardo Tolosa y Marcel D´Ans, por entonces profesor de francés de la Universidad -más tarde connotado lingüista en el Perú amazónico-,  contribuyó a difundir la idea entre los artesanos de la piedra para que comenzaran a elaborar miniaturas de objetos de su diario vivir. Ahí aparecieron, en piedra liparita, las consabidas réplicas de la torre de la iglesia del pueblo de Toconao, los burritos, las primeras tejedoras de telar al suelo, las mujeres con un cántaro al hombro y tantas otras figuras, fruto de su ingenio creativo y de la atenta observación de su entorno.

Nos consta, por haberlos acompañado yo mismo en un par de ocasiones, que tanto Ingeborg como Bernardo nunca sugerían ni menos suministraban los motivos, sino sólo motivaban a los futuros artesanos a usar su ingenio en la búsqueda de los prototipos creados por ellos mismos. Asi nació -prácticamente de la nada-, entre los años 1957-1960, la hoy famosa artesanía en piedra de Toconao. Pronto se sumaron artesanos de otros pueblos y este arte popular ha pasado hoy día a ser una característica propia de la cultura atacameña. Muy pocos saben que apenas data de fines de la década de los cincuenta del pasado siglo. ¡Tan profundamente arraigada se encuentra hoy esta artesanía en manos atacameñas!. Ellos, los artesanos de la piedra canteada , aprendieron el arte de la talla fina y se convirtieron en maestros, Y así, esta artesanía tan reciente parecería, a primera vista, tener antecedentes de siglos, y, sin embargo, apenas tiene 50 ó 60 años .

El verdadero cerebro que inventó el pueblecito de Lirima.

Cuando un grupo de aymaras del interior de Tarapacá, habitantes de los poblados de Coscaya y Poroma y alrededores decidieron crear su pueblo pueblo, en sus terrenos ancestrales de "pampa Lirima", en lo que es actualmente el poblado de Lirima, Carlos los apoyó decididamente . Más aún, acompañando al sacerdote holandés Johannes van Kessel, recorrió a pie durante el año 1974 toda la amplia zona en la que los pobladores pretendían levantar su pueblo nuevo. A él se debe la decisión final respecto del emplazamiento del actual poblado de Lirima, que surgió por voluntad de sus habitantes, los Ticuna, los Vilca, los Cáceres, en el verano del año 1980. Suya fue la decisión final, respecto al sitio exacto, suyo el plano inicial del poblado, con su iglesia típica andina y sus callejuelas estrechas. ¿Lo sabrán los actuales jóvenes lirimeños, sus descendientes, transcurridos ya 30 años de estos hechos que hoy narramos?. ¿Habrá tal vez, alguna calle en Lirima que recuerde su nombre, o tal vez una estatua, o al menos alguna placa commemorativa frente a la iglesia, que rememore aquella generosa gesta?. Lo dudamos.

A los pocos años después de ese duro recorrido de tres días buscando el emplazamiento ideal, para Lirima- según nos informara su viuda Lola-, Carlos empezó a sentir poco a poco los efectos dolorosos de la enfermedad, el cáncer, que lo llevaría lentamente a su tumba.

Nuestro emocionado homenaje a los 25 años de su partida.

El artículo que encabeza estas líneas, quiere ser un nuevo recordatorio del hombre afable y generoso, que lo dio todo por el arte, por la ciencia, por sus amigos y por el cariño y el aprecio del mundo atacameño y aymara. Ojalá estas etnias nortinas, que hoy toman tan nítida conciencia de su existir como nación indígena, lo sigan recordando para la posteridad como un benemérito pero oculto benefactor de su pueblo. Y lo consideren no como un extraño sino como alguien que sin ser indígena de nacimiento, amó ardorosa y profundamente a sus pueblos y a su raza.