miércoles, 16 de junio de 2010

Entrevista a Gustavo le Paige, S.J. el 2 de noviembre de 1979.

Foto 1. Portada de la obra sobre la "cultura atacameña", publicada por el Departamento de Extensión Cultural del Ministerio de Educación, Serie el Patrimonio Cultural Chileno, Colección Culturas Aborígenes, Editora Gabriela Mistral, 1978. A esta obra se alude directamente en la presente entrevista de noviembre del año 1979.

Foto 2. Primera página de la obra: sus autores. Según me confidenciara Le Paige, la elaboración de este libro fue obra suya. No queda claro en el libro qué partes pertenecen a Le Paige y cuáles se deben a B. Bittmann y L. Núñez, respectivamente.

Foto 3. Visita del físico Gerardo Melcher y su familia, con el entomólogo chileno Luis Peña Guzmán, al flamante Museo de San Pedro de Atacama hacia 1965-66. (Foto Gerardo Melcher).

Foto 3. Padre Gustavo le Paige S.J. . Foto tomada por el físico chileno Gerardo Melcher, en la obra citada más abajo, hacia 1965 ó 1966 en una de sus frecuentes visitas a San Pedro de Atacama. Melcher, siendo personalmente agnóstico, fue un gran admirador de la obra científica y humana realizada por el sacerdote católico de origen belga en la zona atacameña. Invariablemente lo pasaba a saludar cada vez que visitaba el Salar de Atacama, considerándose su amigo.
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Foto 4. Página de la obra: "El Norte de Chile, su gente, desiertos y volcanes" del físico chileno-alemán y gran explorador del desierto chileno Gerardo Melcher (Editorial Universitaria, Santiago, 2004; fotos 103-105, frente a pág. 20). Arriba, iglesia de San Pedro de Atacama; al medio, óleo preferido del padre Gustavo Le Paige, y su fotografía, a la derecha del mismo, abajo: grupo retratado a la entrada del recién inaugurado Museo, de izquierda a derecha: Gustavo le Paige, Norma Melcher, Luis Peña Guzmán, Dr. Reitbock e Irma Ledermann de Melcher. Fotos tomadas hacia el año 1965 ó 66.(sin indicación de fecha en original).

Fig. 5. Gustavo Le Paige revestido con su sobrepelliz y estola, su acólito y el incensario, en la procesión anual de la Inmaculada Concepción, 8 de diciembre de 1964, por las callejuelas del poblado de San Pedro de Atacama.(foto nuestra tomada con la cámara Leika regalada por el mismo sacerdote al suscrito).

Facetas desconocidas de Gustavo Le Paige, sacerdote y arqueólogo.

En las páginas que siguen, he copiado mediante el scanner, páginas de mi Diario de Campo (Vol. XII, pags 104-111) donde incluyo una entrevista personal hecha el día 2 de noviembre del año 1979 al sacerdote arqueólogo y jesuita, Gustavo le Paige de Walque. De esta entrevista, entresaqué y comenté unas pocas frases en un corto capítulo para este mismo Blog que publiqué el día 22 de octubre del año 2008. Pero, por entonces, no transcribí completa las entrevista lo que ahora hacemos por primera vez. La ocasión lo amerita especialmente hoy: al haberse cumplido hace muy poco, en el pasado mes de Mayo, los 30 años de su fallecimiento.

Este documento es inédito, y nunca ha sido dado a conocer antes in extenso. Lo he guardado celosamente por largo tiempo, en la esperanza de redactar un trabajo más extenso sobre su vida y obra. Como ha pasado el tiempo, y se acaban de cumplir los 30 años de su alejamiento, estimé conveniente y aún necesario, darlo a conocer. Este capítulo de mi Blog - al igual que otros anteriores- quisiera ser un profundo testimonio personal de admiración y respeto. Admiración, por su notable personalidad y grandiosa visión antropólogica; respeto, por su sabiduría y su sublime entrega a Dios y a sus hermanos atacameños.

Un atisbo a la rica personalidad de le Paige.

A través de esta valiosa entrevista, surge la imagen de un Le Paige insaciable investigador arqueólogo, pero también y al mismo tiempo, de un sacerdote profundamente compenetrado de su fe y de su vocación religiosa. Aunque a primera vista, parecería existir una contradicción flagrante entre su ciencia arqueológica y su fe religiosa, Le Paige nos explica, sin dudar un momento, "que uno mismo es el Dios de la Ciencia y el Dios de la fe".

Enterrado en vida en la oscuridad rural de Atacama.

El testimonio que sigue, pues, nos permite adentrarnos algo en el alma interior de este adusto sacerdote, de sotana gris raída y manchada, que nos recibiera con amor de padre tantas veces en su humilde parroquia de San Pedro de Atacama. Hijo y nieto de nobles académicos belgas, Le Paige no trepidó en radicarse para siempre en el más humilde de los pueblos atacameños, para estar allí a su servicio como sacerdote y para sacar a la luz su rica tradición arqueológica. Desdeñó Chuquicamata, cuya parroquia le ofreciera el arzobispo de Antofagasta Monseñor Francisco de Borja Valenzuela, por ser demasiado occidentalizada, demasiado civilizada. El buscaba como campo de acción un grupo humano en contacto viviente con la Naturaleza. Quiso vivir entre los más pobres, al ejemplo de Jesucristo y lo encontró en Atacama.

Su meta: "revelar a San Pedro".

Le Paige se propuso como tarea el que los habitantes de los ayllos atacameños tomaran conciencia de sus valerosos y admirables ancestros, creadores de ricas y valiosas expresiones culturales, los lickan antai, aquellos mismos que ofrecieran fiera resistencia armada en el pukara de Quítor a los invasores españoles capitaneados por Francisco de Aguirre, lugarteniente de Pedro de Valdivia. Para él, el Museo que quiso fundar era el lugar ideal para mostrar a San Pedro, o como él gustaba de decir, "revelar a San Pedro y sus cultura al mundo entero".

Una nueva perspectiva del arqueólogo le Paige.

Con cierta timidez y recato, me propongo aquí mostrar este rostro nuevo de Le Paige. Conocíamos todos, unos más, otros menos, al arqueólogo aficionado, criticado fuertemente en su época por casi todos los arqueólogos profesionales. Con el testimonio que hoy mostramos, observaremos con asombro y respeto, otra faceta, rica y notable, de su hermosa personalidad. Sospechamos que en su "Diario de Campo" íntimo, deben haberse conservado muchos otros retazos de este Le Paige espiritual y místico, que descubre la presencia de Dios en la oración y en la Eucaristía, en el pobre y en el analfabeto, en las serranías inhóspitas, en los caminos polvorientos y en las cumbres de los cerros más altos de Atacama.

Le Paige y Teilhard de Chardin

Recientemente nos ha tocado disertar, en la Universidad Arturo Prat, ante estudiantes de biología, acerca de otro jesuita, de notable parentesco espiritual: Pierre Teihard de Chardin, el hombre que tuvo el valor de ensamblar la Teoría de la Evolución con el pensamiento cristiano y el el mensaje de Cristo. Pues bien, existe entre Le Paige y Teilhard de Chardin un indudable e indesmentible parentesco anímico y espiritual. Ambos dedican su vida a la ciencia; y ambos también, viven cercanamente el encuentro con Dios, el mismo Dios que vislumbran en las profundidades del desarrollo humano (el "fenómeno humano" de Teihard) o del desarrollo cultural atacameño.

El evolucionismo visto con ojos cristianos.

Con el padre Le Paige comentábamos, en aquellas noches heladísimas de San Pedro, muchas veces sobre el Padre Teilhard de Chardin y sus innovadoras y revolucionarias teorías antropológicas. Teilhard era por entonces recién conocido por sus primeras obras publicadas. Le Paige me mostró, en efecto, sus primeros libros en francés, publicados entonces por Les Editions Albin Michel de París, en la Colección "Les Savants du Monde." Aquí , al calor de estas tertulias y al caer de las frígidas tardes de San Pedro, se esbozó, creció y fue cristalizando nuestra propia vocación científica y antropológica.

Su obsesión: estudiar el desarrollo evolutivo de la cultura en San Pedro de Atacama.

Increíblemente, han pasado ya treinta años desde su partida al seno del Padre Dios. Su obra, el Museo Arqueológico de San Pedro de Atacama, fue creciendo, contra viento y marea, "contra moros y cristianos", pues de todos lados, de agnósticos o católicos, recibió acerbas críticas por su afán confesado de estudiar a fondo el desarrollo y la evolución arqueológica de su región, el Salar de Atacama. Cuando en el verano de 1963 convocó en San Pedro a un puñado de ilustres investigadores bajo el pomposo título de "Primer Congreso Internacional de Arqueología", muchos esbozaron una sonrisa irónica. Con el pasar del tiempo, esa sonrisa ha quedado congelada por la admiración.

Le Paige criticado antaño, admirado y reconocido hoy.

Muchos de los que entonces lo criticaron o miraron con sospecha o recelo, han pasado sin ruido por la vida, sin dejar casi huellas tras de sí. Le Paige, en cambio, transformó a San Pedro en el baluarte del conocimiento arqueológico del Norte Grande de Chile. Ningún arqueólogo chileno o extranjero - me atrevería yo a decir - ha logrado hacer tanto en nuestro país por esta ciencia como este humilde y pequeño sacerdote católico de sotana gris y rostro curtido por las arenas del desierto. No pocos hoy, son formados en las ciencias antropológicas, precisamente allí donde le Paige quiso "sentar sus reales", en su querido San Pedro. Se cumple hoy su profecía. "Mi gran anhelo es revelar a San Pedro y dar a conocer su milenaria cultura".

He aquí las páginas inéditas de mi Diario de Campo, fechado el 2 de Noviembre del año 1979.


Fig. 1. Diario de Campo, vol. XII, pág.104. Inicio de la entrevista.

Fig.2. Diario de Campo, Vol. XII, pág. 105. Interés por los aspectos biológicos de desarrollo cultural en San Pedro de Atacama.

Fig. 3. Diario de campo, vol. XII, pág. 106. Recuerdos de nuestras expediciones en la zona atacameña (1963-1965).

Fig.4. Diario de campo, Vol. XII, pág. 107. Su actitud de respeto ante la iglesia y sus representantes.

Fig. 5. Diario de campo, Vol. XII, pág. 108. Los lugares arqueológicos de mayor relevancia para él en la zona atacameña. Su impresión de arqueólogos activos en la zona.

Fig.6. Diario de campo, Vol. XII, pág 109. ¿Hubo discordancia, conflicto íntimo ante la disyuntiva ciencia o fé?. Su opinión al respecto.

Fig. 7. Diario de Campo, Vol. XII, pág 110. Señala Le Paige que desea confiarme ciertos manuscritos suyos.

Fig. 8. Diario de Campo, Vol.XII, pág 111. Me da su bendición con palabras llenas de afecto. Fin de la entrevista, 2/11/1979.

Cercanía de la muerte.

Pocos meses después de esta entrevista, Gustavo le Paige partió a la eternidad el día 19 de Mayo del año 1980, en Santiago, lejos de su querido San Pedro. Mucho más lejos aún de su Bélgica natal, donde había visto la luz un 24 de Noviembre del año 1903. (Tileur, Belgique). Hasta el final de sus días, insistió a sus superiores en su anhelo de regresar a morir entre sus queridos atacameños. Allí quiso despedirse de ellos. Dios no lo quiso así. Murió entre los hermanos de su Orden, la Compañia de Jesús,después de varios meses de luchar en vano contra un cáncer implacable.

Al cumplirse los treinta años de su partida.

A 30 años de la partida de Gustavo le Paige S.J. nos parece oportuno, más aún necesario, dar a conocer a quienes fueron sus sucesores en el Museo de San Pedro de Atacama y a todos aquellos que hemos admirado su gigantesca obra, una entrevista inédita, que había quedado transcrita, pero semi oculta en mi "Diario de Campo". Mi inveterada costumbre de grabar, por escrito, todos los sucesos de significación para mí, me llevó a redactar la parte medular de esta entrevista, realizada en la enfermería del Colegio de San Ignacio (Alonso Ovalle 1452). el día 2 de Noviembre del año 1979, a las 11.30 hrs. tal cual reza en mi Diario de Campo (Vol. XII, págs. 104-111).

Mi ultima conversación con Le Paige.

Conversé aproximadamente una hora y media con él. Fue la última vez que lo ví. Y hoy lamento no haber vuelto a visitarle nuevamente e infundirle ánimos. Ya en esta mi visita postrera, le ví muy cansado, desgastado y hablaba con una voz muy tenue, apenas perceptible. La enfermedad terminal ya acechaba aunque él todavía soñaba con regresar a morir a San Pedro. No le había vuelto a ver desde diciembre del año 1964, esto es 15 años antes.

Una entrevista grabada a hurtadillas.

Conservo esta grabación, hecha en esa oportunidad a hurtadillas, sin que Le Paige se percatara de mi intento. Yo sabía bien que Le Paige odiaba ser grabado; por eso, maliciosamente, oculté dentro de mi portadocumentos una grabadora, la que eché a correr apenas inicamos la conversación. Puse el portadocumento - abierto- en el suelo, tan próximo como fue posible al sacerdote. Este hecho significó que la grabación fuera difícilmente audible, lo que me forzó esa misma noche, a hacer la transcripción citada, en mi Diario de Campo.

Aspectos, inéditos de la personalidad de Le Paige.

En las páginas que siguen, al inicio de este capítulo del Blog, doy a conocer estas casi olvidadas páginas de mi "Diario" porque contienen valiosas reflexiones del jesuíta arqueólogo sobre distintos aspectos de la arqueología regional, como fue vista por él, y también porque iluminan otros aspectos de su vida religiosa, totalmente desconocidos para el público y que aparentemente muestran una faceta de su vida, inesperadamente fecunda: su profunda vida espiritual. Commovedoras son sus palabras al señalarme entonces: "he reflexionado mucho y recibido muchas luces sobre Dios, la Trinidad, la Eucaristía y la vida espiritual, el alma,..,con gran claridad" (pág. 110).

Ya que las páginas del Diario aquí destacadas, resultan fácilmente legibles, me limitaré sólo a señalar y comentar en párrafos especiales, algunas de sus frases, las que nos parecen más reveladoras de su rica personalidad y de su espíritu sacerdotal.

Nuestro homenaje póstumo, a los 30 años de su alejamiento.

Sirva este capítulo del Blog como un humilde homenaje nuestro a este hombre singular, sacerdote benemérito y perspicaz arqueólogo que supo instalar a San Pedro de Atacama y su zona en un sitial de privilegio en las inquietudes arqueológicas de numerosos arqueólogos y antropólogos chilenos y extranjeros. San Pedro ha llegado a ser hoy, en cierto modo, el lugar más importante de investigación arqueológica en todo el Norte de Chile, y, muy probablemente, en Chile. Sea éste mi sentido y cariñoso recuerdo, al cumplirse ya el trigésimo aniversario de su partida a la casa paterna. A lo que veo, casi nadie lo ha recordado, ni siquiera sus compañeros de Orden, los jesuítas. Con excepción de aquellos atacameños que parten en romería, todos los años a su tumba, ubicada en el humilde cementerio local de San Pedro de Atacama.

Mis primeros contactos con Le Paige, sacerdote.

Conocí a le Paige en el año 1945, estando el que habla en el Noviciado de la Compañía de Jesús en la actual localidad de Padre Hurtado. Había llegado a Chile influido por el poderoso estímulo de otro jesuíta, que estudiara su teología en Lovaina: Alberto Hurtado Cruchaga (hoy San Alberto Hurtado). Exiliado recientemente del Congo Belga -donde fuera misionero por varios años- , Le Paige se encontró en Lovaina con Alberto Hurtado que se encontraba allí haciendo estudios de Pedagogía. Y fue éste quien lo convenció de que pidiera ser enviado a Chile. Lo que en efecto consiguió de su Provincial. Por esas fechas, todos los jesuitas extranjeros que no eran hablantes del español - como era su caso - debían pasar una temporada en el Noviciado jesuíta practicando el español. Recuerdo perfectamente esas largas conversaciones, mitad en francés, mitad en castellano, que teníamos con él, intentando reducir su fuerte acento francés. Hasta su vejez, Le Paige conservó su fuerte acento francés y sus errores sintácticos, propios de una traducción demasiado literal de su francés natal.

Mis recuerdos personales junto a Le Paige.

Entre 1963 y 1965, época de mi estadía en la Universidad del Norte, Antofagasta, viajé muchas veces a San Pedro de Atacama a acompañarlo y ayudarlo en las tareas diarias de su polvoriento Museo, o en sus audaces expediciones a lugares recónditos. Revisaba yo por entonces los borradores de algunos de sus trabajos, tratando de mejorar su texto castellano, o hacía los dibujos para un trabajo suyo inédito - recuerdo bien- sobre huesos humanos tallados con inscripciones estilo Tiwanacu. Ir a San Pedro y escaparme de Antofagasta era para mí en esos meses, una verdadera delicia, un atractivo singular. Aquí fraguó mi vocación antropológica y mi pasión por la arqueología. Reconozco, agradecido, que la debo ciertamente a Le Paige. Así se lo hice sentir en aquella memorable visita de noviembre del año 1979, cuyo texto completo nédito damos hoy a conocer a nuestros lectores.

Le Paige merece una biografía digna de su rica personalidad.

Ojalá estas líneas sean un acicate para algunos investigadores que quieran adentrarse en la vida íntima, espiritual, de este sacerdote singular. Gustavo le Paige merece una biografía que vaya mucho más allá del retrato del arqueólogo aficionado o del "cura de campaña". Le Paige es mucho más que eso: es un innovador en el campo de la etno-antropología y -aunque no lo sabíamos a ciencia cierta,- un hombre de Dios, profundamente penetrado del ethos religioso que marcó profundamente su existencia.

Una tarea pendiente: escribir sobre su legado.

Con gran satisfacción, nos hemos enterado recientemente de que hay hoy personas en el Museo de San Pedro de Atacama que se esfuerzan por reivindicar su nombre y rescatar su memoria. No basta para ello un monumento o una pequeña sala destinada a sus recuerdos personales. Creemos que hace falta un estudio serio y acucioso sobre su legado cultural, tanto arqueológico como etnográfico y, muy especialmente, una mirada profunda sobre el hombre espiritual oculto tras esa sotana gris que inperturbablemente recorría, a pie o en su viejo jeep, todos los senderos de Atacama en busca de sus atacameños, sus queridos lickan antai.

La juventud de San Pedro apenas lo conoce, salvo por la estatua a las afueras del Museo.

Los niños y jóvenes de los ayllos de San Pedro de Atacama deben saber de su existencia, de su potente legado cultural y espiritual y de sus afiebrados sueños sobre el futuro de la cultura atacameña. Deben llegar a conocer a la persona íntima, profunda, de ese aparentemente tan frágil Le Paige; no sólo al humilde arqueólogo, creador de un notable Museo.Deben saber lo que hizo por educar a sus ayudantes sanpedrinos, para elevar su nivel cultural. Eso a mi me consta. Le Paige es muchísimo más que un cura-arqueólogo. Y los niños de San Pedro deben conocerlo en su integridad espiritual, intelectual y profundamente humana. Esperamos que estas líneas contribuyan a difundir su mensaje.

Le Paige era el baluarte cultural del pueblo atacameño.

Mientras Le Paige vivía, el pueblo atacameño mantuvo enhiesta su herencia cultural y su respeto irrestricto a su pasado glorioso. A su muerte, San Pedro se vio rapidamente invadido d por enjambres de personajes,de extraña catadura, que so pretexto de turismo, solaz o diversión, llegaron a hacer fortuna o a prostituirse, a expensas de la comunidad y sus ideales. Hoy San Pedro es un abigarrado emporio de razas y de expresiones culturales foráneas que poco o nada tienen que ver con su glorioso pasado cultural.

San Pedro de Atacama hoy: la desintegración de la "comunidad".

San Pedro ha perdido su esencia como "pueblo" y ha pasado a ser, por desgracia, un simple y manoseado derrotero turístico, un hervidero de rituales frívolos y pasatiempos fáciles, que chocan fuertemente con el ethos cultural antiguo, preexistente, basado en una veneración ancestral a la Pachamama y a los dioses tutelares de sus montañas. De esto, ya no queda casi nada. Al menos, en el poblado de San Pedro. Ojalá que de este pueblo valeroso, al que Le Paige dedicara 23 largos años de su vida, surjan nuevamente valientes "retoños" que retomen con respeto y veneración, la antigua senda del aprecio y estima por su vida cultural y tradiciones. Ojalá.

La historia: "magistra vitae".

Es siempre válido aquello de que "no se puede construir sólidamente el futuro, si no se toma en cuenta y no se estudia seriamente el pasado". Ignorar el pasado puede ser indicio de ignorancia; a veces tambien lo es de arrogancia, cuando conscientemente se oculta la verdad de los hechos. Ignorar el pasado; sus hombres, sus dichos, sus hechos, es cercenar con violencia las raíces mismas de un pueblo, es destruirlas de un plumazo. Por eso nos hemos propuesto como tarea en este Blog reivindicar los trabajos, dichos y hechos de las personas que han vivido, explorado o investigado nuestras regiones nortinas, tratando de discifrar, entre las arenas del desierto, los enigmas de la naturaleza, del cosmos y del grupo humano, su poblador y transformador. Gustavo le Paige, fue uno de ellos. Uno de aquellos que Dios quiso que se cruzara en mi propia existencia.

Le Paige, fue, en síntesis, un maravilloso regalo de Dios al pueblo lickan antai o atacameño.